viernes, 6 de febrero de 2015

Confesiones de un soldado ucraniano

Vitaly está ingresado en un hospital de Kiev dedicado a la rehabilitación física y psicológica de los soldados de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Este “veterano de la operación antiterrorista” tiene solo 22 años y ha sido diagnosticado con estrés postraumático. Este soldado voluntario habla de cómo ha cambiado su actitud sobre la guerra desde que llegó al frente.

Se presentó voluntario en la Guardia Nacional a pesar de que comenzaba una Guerra. ¿Por qué?

Ahora es muy difícil decir por qué lo hice. Sí, me considero un patriota de Ucrania, pero no me interesaba la política. Incluso en Maidan, solo fui un par de veces. Tengo un amigo que está metido en cosas nacionalistas. Incluso antes de Maidan participaba constantemente
en todo tipo de marchas nacionalistas, iba a conciertos. A otros amigos también les atraía todo eso. Cuando empezó todo, se alistaron como voluntarios. Y yo también. Digamos que no podía dejar de apoyar a mis amigos. Aun así acabamos en lugares diferentes. Bueno, fue interesante al principio. Estaba bien: el tema militar, las armas, el uniforme. Nunca había servido en el ejército.

¿Qué le dijeron en casa y en el trabajo cuando decidió unirse a la Guardia Nacional?

No tenía trabajo. Mis padres se sorprendieron mucho, claro. En aquel momento no era un baño de sangre, así que les tranquilicé. Les dije que todo acabaría pronto, que no habría una guerra “seria”, que habría mucho ruido y que luego volvería a casa. Eso era lo que yo pensaba.

¿Sus amigos están vivos?

Estamos todos vivos y en casa. Pero uno de ellos ha perdido una mano. Está aprendiendo a escribir con la mano izquierda.

¿Cómo les trataba la población local?

En el pueblo no quedaban más que los jubilados. La mayor parte de los más jóvenes ya habían huido. Nunca hubo milicia de la DPR allí, pero muchos simpatizaban abiertamente con los separatistas. Nos trataban mal. Unas señoras mayores me atacaron nada más llegar a una tienda, me gritaron algo sobre la “junta”, sobre “fascistas”, me decían que bombardeábamos Lugansk y que disparábamos contra los hospitales.

¿Dónde había ido la gente joven? ¿A la milicia?

Creo que 50-50. Algunos se fueron a luchar con los “separ” (separatistas) y otros muchos se mudaron lejos de la guerra, para no ir al ejército o para que no les cogiera la RPD.

¿Ha tenido algún conflicto con los residentes locales?

Los hubo, claro. Vivíamos en tiendas, pero algunos de los chicos decidieron quedarse en la casa de una abuela. La casa era grande, pero sus hijos se habían marchado cuando empezó todo. Le ofrecieron dinero a la mujer para ayudar en la casa. La abuela se negó. Los chicos se ofendieron y se mudaron allí igualmente. La abuela se quejó al comandante, pero le dijeron que se fuera. Así que la abuela empezó a armar gresca todos los días. Después de un par de días, los chicos ya no pudieron aguantar más y se marcharon.

Hubo otro incidente desagradable. Vino un hombre local con su mujer. Se habían llevado a sus hijos a Primorsk y estaban sacando sus pertenencias de la casa. Arrestaron al hombre bajo sospechas de ser un “separ”. En el pueblo le conocía todo el mundo, así que muchos de ellos vinieron a nosotros para pedirnos que le dejáramos ir. La mujer llamó al hotel en el que estaban sus hijos para probar que el hombre había estado allí todo el tiempo. Pero aun así lo llevaron a Pavlograd. No sé qué fue de él después de eso.

En general no sentíamos que debiéramos estar allí. Eso está claro. Y yo fui a defender a esa gente. Disonancia cognitiva. En seguida dejé de comprender lo que estábamos hacienda allí. Quería hablar con la gente local: saber qué quería, por qué esa necesidad de separatismo. Pero no había contacto. Aunque en realidad esa gente es como nosotros. Yo no note mucha diferencia.

¿Se dieron casos de pillaje?

Bueno, nuestra gente no deja pasar algo si no está en su sitio. Hubo de todo. Además, nos fuimos acostumbrando a todo progresivamente. Vas al patio de alguien aunque no estén los dueños, coges algo, como una pala, un cubo o un hacha. Y luego coges otra cosa. Algo útil para la casa. Se llaman “trofeos”. La gente local lo sabe, lo ve, pero tiene demasiado miedo para hacer nada al respecto. En un pueblo de al lado, bajo la influencia del alcohol, entraron en una tienda y arrasaron con todo.

¿Bebían mucho?

Mucho. Es un problema, la decadencia se ha extendido. Todo el mundo tenía miedo y usaban el vodka como tratamiento. Aunque no había mucho dinero, siempre había vodka. Yo nunca bebí mucho. Me había impuesto un límite: un par de cervezas los viernes y sábados. En una boda o en un cumpleaños me podía emborrachar. Y en ATO literalmente todo el mundo se emborrachaba a la primera ocasión. Completamente borrachos. Había días en que venían los “separs” y no nos podíamos ni levantar. Ni siquiera recordaba esos días. Aunque en realidad, preferiría no recordar lo que pasó después.

¿Es entonces cuando fue al frente?

Sí. En agosto nuestra ofensiva empezó muy rápido. Cubrimos las instalaciones de mortero, para apoyar a quienes fueron a Ilovaysk. Entramos en el pueblo con los morteros. Ahí seguía habiendo batalla. Había muchas casas destruidas. Cerca se oía fuego de ametralladoras y había una mujer arrastrando un cuerpo por la calle. Gritamos: ¡al suelo, al suelo! Y o no nos oyó o no nos entendió. Luego trajeron los cadáveres de diferentes batallones. Los llevaron a Zaposhozhye. Se empezó a hablar de la “caldera”, que podíamos quedar rodeados, que las tropas rusas tenían ventaja. Huimos por la noche, deprisa y corriendo. Ni siquiera entendí hacia dónde íbamos, así que había constante pánico pensando que íbamos a encontrarnos de frente con los separatistas. Ya habíamos huido y seguíamos bajo el fuego. Los separatistas seguían trabajando la carretera con la artillería. Estábamos tirados en el campo y el suelo retumbaba bajo el cuerpo, como un colchón inflable. Zumbaban los  oídos y todo el mundo gritaba.

¿Murieron muchos soldados?

Aunque parezca mentira, todos nuestros soldados sobrevivieron. Dos resultaron heridos. Los sacamos de allí en brazos. Salimos justo a tiempo. Volvieron a bombardear la carretera.

No me hice ni un rasguño. Me avergonzaba estar aquí en el hospital: aquí hay chicos con lesiones serias y yo no tengo nada. Aunque, por otra parte, si todo estuviera normal no estaría aquí hablando contigo, ¿no?

¿Vas a volver a la zona ATO después del tratamiento?

Cuando llegué aquí, estaba seguro de que volvería. Ahora me parece que todo esto ha sido un error y que es una guerra estúpida, con todo ese caos alrededor. Había un niño que llevaba aquí desde el verano, herido, y ahora los de la oficina de reclutamiento han notificado a sus padres. Eso no le hace bien a nadie. Da miedo pensar qué va a pasar de aquí en adelante. Hay que acabar con esto.

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