Europa siempre tuvo fama de poseer un buenprograma deasistencia a susciudadanos. El concepto de Estado de bienestar, un modelo de sociedad asumido por diversos partidos e ideologías políticas de orientación socialdemócrata que surgió en la década de los 40 del pasado siglo XX, para, mediante ayudas gubernamentales, garantizar a los ciudadanos salud, educación y otros asuntos enlazados a la seguridad social, además de alejarlos de las luchas reivindicativas sindicales y políticas. Los planes los financia el presupuesto estatal, que por supuesto proviene de la recaudación de impuestos, y son gratuitos para los receptores.Redondeando la idea, con el auxilio de varias fuentes, este denominado Estado de bienestar se basa en una redistribución de la riqueza, que favorece a los más desposeídos, por una cobertura social que no podrían alcanzar con sus propios ingresos. Ayuda al ciudadano en cuanto a desempleo, educación, salud y jubilaciones.
Tampoco fue gratuito sino resultado de batallas libradas en esos países y de la influencia del socialismo en el poder en otros. Pero los tiempos van cambiando, y lo que se consiguió en el pasado siglo ahora parece ser un estorbo para los gobiernos neoliberales del Viejo Continente.
¿Culpable? Dicen que la crisis económica. Por lo menos a ella acuden los políticos para justificar todos los problemas estructurales de sus sistemas socioeconómicos. Pero aquellos que se dedican a hurgar en estos temas estiman que debería cuestionarse si se trata de un momento coyuntural, la resaca de la llamada crisis económica o, por el contrario, como afirma Guillermo Alejandro, el rey de los Países Bajos -Estado más conocido con el nombre de Holanda-, “estamos asistiendo al momento de asumir que hay que espabilarse solo, porque dentro de poco no habrá ningún Estado detrás”.
De modo que el monarca no solo dio por muerto al sistema, también le buscó un sustituto: una sociedad participativa particularmente notable en la seguridad social, para los que necesiten cuidados de larga duración. Esta corriente, al decir de observadores, no propone que el Estado social desaparezca completamente, pero sí que sea menor la ayuda y un recurso in extremis.
Si tú puedes resolver tu educación o tu salud, debes hacerlo. Que bien puede significar literalmente, arrégleselas cada uno como pueda. Lo curioso es que ninguna medida de las que se escuchan perjudica a enriquecidos políticos o personas con abultados bolsillos.
Holanda, como reseñan los economistas, es la quinta mayor economía de la eurozona. Ha sido cofrade de Alemania en la defensa de la austeridad como solución a la crisis de la deuda, a pesar de lo cual, apuntan analistas, no ha logrado despegar como su compañero germano, y ha visto a su economía arrastrada por un creciente desempleo y un menor gasto del consumidor y de las inversiones.
El monarca holandés señaló que su país atraviesa momentos de cambios y que será necesario ajustar más el cinturón si la economía quiere mantenerse entre los alumnos ejemplares del centro europeo.
Obviamente, no hablaba a título personal, aunque lo refrende, sino en representación del Gobierno que lidera Mark Rutte en una coalición entre liberales (derecha) y laboristas (centro-izquierda) que ganó las elecciones a finales del año pasado con un mensaje de austeridad.
Sus palabras llegan en momentos de tirantez política para el Gobierno, que afronta numerosos aprietos para dar luz verde a las últimas duras medidas requeridas por la Unión Europea, las cuales abarcan podas a subsidios de salud, jubilaciones y beneficios a los desempleados.
“Holanda se está pareciendo más a una economía periférica, con un desempleo que sube drásticamente, haciendo que empresas quiebren y que la confianza económica se aleje del grupo de la AAA, avanzando a niveles de países en crisis”, mostró un resumen de Deutsche Bank.
Los defensores de la supervivencia del Estado de bienestar plantean que se discute la necesidad de reformarlo, pero no al punto de que deba desaparecer. Pero, después de la crisis, ¿recuperará su vigor, o se aprovechará para sepultarlo definitivamente? He ahí la interrogante.
Tampoco fue gratuito sino resultado de batallas libradas en esos países y de la influencia del socialismo en el poder en otros. Pero los tiempos van cambiando, y lo que se consiguió en el pasado siglo ahora parece ser un estorbo para los gobiernos neoliberales del Viejo Continente.
¿Culpable? Dicen que la crisis económica. Por lo menos a ella acuden los políticos para justificar todos los problemas estructurales de sus sistemas socioeconómicos. Pero aquellos que se dedican a hurgar en estos temas estiman que debería cuestionarse si se trata de un momento coyuntural, la resaca de la llamada crisis económica o, por el contrario, como afirma Guillermo Alejandro, el rey de los Países Bajos -Estado más conocido con el nombre de Holanda-, “estamos asistiendo al momento de asumir que hay que espabilarse solo, porque dentro de poco no habrá ningún Estado detrás”.
De modo que el monarca no solo dio por muerto al sistema, también le buscó un sustituto: una sociedad participativa particularmente notable en la seguridad social, para los que necesiten cuidados de larga duración. Esta corriente, al decir de observadores, no propone que el Estado social desaparezca completamente, pero sí que sea menor la ayuda y un recurso in extremis.
Si tú puedes resolver tu educación o tu salud, debes hacerlo. Que bien puede significar literalmente, arrégleselas cada uno como pueda. Lo curioso es que ninguna medida de las que se escuchan perjudica a enriquecidos políticos o personas con abultados bolsillos.
Holanda, como reseñan los economistas, es la quinta mayor economía de la eurozona. Ha sido cofrade de Alemania en la defensa de la austeridad como solución a la crisis de la deuda, a pesar de lo cual, apuntan analistas, no ha logrado despegar como su compañero germano, y ha visto a su economía arrastrada por un creciente desempleo y un menor gasto del consumidor y de las inversiones.
El monarca holandés señaló que su país atraviesa momentos de cambios y que será necesario ajustar más el cinturón si la economía quiere mantenerse entre los alumnos ejemplares del centro europeo.
Obviamente, no hablaba a título personal, aunque lo refrende, sino en representación del Gobierno que lidera Mark Rutte en una coalición entre liberales (derecha) y laboristas (centro-izquierda) que ganó las elecciones a finales del año pasado con un mensaje de austeridad.
Sus palabras llegan en momentos de tirantez política para el Gobierno, que afronta numerosos aprietos para dar luz verde a las últimas duras medidas requeridas por la Unión Europea, las cuales abarcan podas a subsidios de salud, jubilaciones y beneficios a los desempleados.
“Holanda se está pareciendo más a una economía periférica, con un desempleo que sube drásticamente, haciendo que empresas quiebren y que la confianza económica se aleje del grupo de la AAA, avanzando a niveles de países en crisis”, mostró un resumen de Deutsche Bank.
Los defensores de la supervivencia del Estado de bienestar plantean que se discute la necesidad de reformarlo, pero no al punto de que deba desaparecer. Pero, después de la crisis, ¿recuperará su vigor, o se aprovechará para sepultarlo definitivamente? He ahí la interrogante.
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