domingo, 3 de noviembre de 2013

La caja de Pandora permanece abierta

Por MÓNICA BARÓ SÁNCHEZ (internacionales@bohemia.co.cu )

Aunque Hondurases apenas un susurro intermitente en la agenda mediática internacional, su realidad se encuentra en estrépito sostenido por las constantes ofensivas de la derecha, en alianza con Estados Unidos. El golpe de Estado alexpresidente Manuel Zelaya, en junio de 2009, significó la apertura de una caja de Pandora que aún no concluye la liberación de sus males. 


Si bien antes de ese puntapié a la democracia, ya la violencia, el hambre, la dependencia y la militarización afectaban al país, lo indiscutible es que en los últimos cuatro años tales fenómenos se han intensificado.

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Honduras posee el índice de pobreza más alto de la región. De sus ocho millones y medio de habitantes, cerca de seis millones son pobres, y de estos poco más de cuatro millones están en pobreza extrema; situación que se agrava con el insuficiente poder adquisitivo de los salarios, el creciente desempleo -en especial juvenil- y el aumento del costo de la canasta básica familiar. 

Pero la desigualdad social existente no es más que un síntoma de una distribución injusta de las riquezas. No es casual que gran parte de los recursos sean absorbidos por una oligarquía local y trasnacionales extranjeras, con el beneplácito del Gobierno de Porfirio Lobo. 

Como mismo ocurre en tantas regiones latinoamericanas, la tierra constituye aquí uno de los ejes principales de conflictividad. El 25 por ciento de los mejores suelos se encuentran hoy monopolizados por menos de uno por ciento de los productores, que, no conformes, aspiran a apropiarse de 10 por ciento cultivado por 70 por ciento del total de agricultores. 

Adicional a eso, bajo el slogan de incentivar el progreso y la inversión extranjera, el Estado hondureño impulsa una inusitada estrategia de privatización, que, en esencia, consiste en trocear el territorio nacional como un pastel y entregar las porciones a los postores más convenientes. 

Por supuesto, en el ámbito jurídico eligieron un nombre más formal para la iniciativa: Regiones Especiales de Desarrollo, o “ciudades modelos”, aunque habría que preguntarse de qué o quiénes son modelos. 

Para los pueblos originarios y afrodescendientes, que son desplazados -o reprimidos si deciden resistir- en aras de que avancen los megaproyectos depredadores de agrocombustibles, represas hidroeléctricas, molinos de papel, minas de oro y centros turísticos, no deben resultar muy modelos tales ciudades. Su concepción de desarrollo no es siquiera distinta sino antagónica a las de las trasnacionales. 

Y, hasta ahora, la respuesta del Gobierno ante las protestas de quienes buscan defender sus derechos ha sido criminalizar el movimiento social y aumentar la militarización. De 2009 al presente, Estados Unidos ha abierto seis bases militares nuevas en el país y, en 2011, el Pentágono aumentó su gasto 71 por ciento, que se traduce en 55 millones de dólares. 

Además, según relató a BOHEMIA hace unos meses la líder social hondureña Bertha Cáceres, frente a las costas de La Mosquitia se proyecta la construcción de una plataforma marítima militar, que podría llegar a ser la más grande de América Latina. 

Paralelamente, la violencia escala cada vez más en la sociedad, fertilizando el miedo. Tan solo en el último quinquenio 24 mil personas fueron asesinadas impunemente, en una nación que, no en vano, tiene dos ciudades entre las cinco más violentas del mundo.

Las pandillas, el sicariato y los grupos paramilitares han proliferado e incrementado su poderío. La legalidad no alcanza a controlar el horror instaurado en la cotidianidad. 

En ese contexto de desamparo se desarrollarán las elecciones presidenciales el próximo 24 de noviembre. Los 5.3 millones de electores convocados deberán decidir a quién confían, en parte, su futuro. Mauricio Villena, del Partido Liberal; Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, y Xiomara Castro, del Partido Libertad y Refundación (Libre) son las opciones para intentar, si no transformar, al menos no agravar aún más la realidad. 

Sin embargo, como explicara Bertha Cáceres, el desafío es continuar la lucha social organizada, porque el pueblo hondureño sueña con otra vida. A pesar de los males desatados por la apertura de la caja de Pandora, siempre permanece la esperanza.


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