martes, 15 de septiembre de 2015

Mirar al cielo. Una visita a la unidad comunista 404 de la Brigada Prizrak en el frente del este de Ucrania

Las posiciones ucranianas están apenas a 500 metros de distancia. “En la luz del primer amanecer es particularmente peligroso. Los francotiradores prueban su suerte“, advierte un combatiente de la unidad y señala a una colina. De las barricadas de la vía adyacente sobresale un letrero que dice “minas“. La sección del frente en el pueblo Donetsky, donde la unidad 404 ha tenido que establecerse, está a unos 40 kilómetros al noroeste de la ciudad de Alchevsk, y sólo se llega a ella a través de carreteras casi intransitables, incluso
en ocasiones por terreno agreste. “Eso, fueron los tanques de Ucrania“, aclara un comisario político con el nombre de guerra “Alexander Krot”, explicando por qué casi todos los edificios en la zona están destruidos o dañados. “En la época soviética Donetsky todavía tenía 8.000 habitantes, después del colapso [la caída de la URSS], 4500, y desde que comenzó la guerra sólo quedan 800.” Una de ellos, Galina Selimova, invita a visitar su casa devastada. “Hemos trabajado toda nuestra vida, pero en vez de pagar nuestras pensiones, Kiev puede dispararnos“.

“El fuego de artillería constante contra la población civil es terrorismo“, dice Krot y enseña material militar recogido por su unidad en la batalla de Debaltsevo. Padre de dos niños de corta edad, llegó de la vecina ciudad de Stajanov. “Cuando el nuevo gobierno empezó a detener y a matar a los opositores de Maidan, no nos quedó más remedio que tomar las armas“. 

“¡Hitler kaput!” grita una combatiente y sonríe cuando escucha que una periodista ha venido de Alemania. En la unidad 404 hay algunas mujeres. Entre ellas también está una joven israelí que quiere ofrecer a sus conciudadanos información fiable: “La prensa en lengua rusa en Israel está muy orientada hacia posiciones pro Kiev“. Nika, una vendedora de 29 años de Lugansk, tiene un hijo en la escuela primaria. ¿Por qué se arriesga a que pueda crecer como un huérfano? “Quiero que tenga un futuro sin fascismo” e insiste en la idea de que está luchando, no a pesar de su hijo, sino por él.

En el campamento de la 404 hay electricidad pero no agua. El equipamiento disponible es más que pobre. Los lugares en los que se atiende la higiene personal no podrían llamarse “instalaciones sanitarias” ni con las mejor de las intenciones. Arroz cocido con algún trozo de carne para la cena, algún bollo para el postre, y compota, un té endulzado con fruta fresca. El abastecimiento es espartano. El único entretenimiento en el frente: gatitos jugando por la pequeña cantina del cuartel. “El amor por los animales es grande en la unidad. Se han parado tanques y dejado de disparar para salvar a los perros de la muerte“, informa “Nemo”, un anti-imperialista italiano. Que él y sus compañeros no encuentran alegría en matar a las personas resulta evidente cuando te explican por qué están aquí. “Yo soy un comunista, por eso es mi deber evitar que se forme de nuevo un bloque fascista en el corazón de Europa”. Lucky, un anarquista de Madrid, quiere hacer algo en contra del rampante racismo anti-ruso.

La izquierda internacional se enfrenta a grandes dificultades y, sin embargo, los corresponsales de guerra occidentales son escasos. “Tienen demasiado miedo“, se ríe una partisana que hace de relaciones públicas para la unidad. Puede que haya otra razón para que aquí difícilmente se encuentre material reciclable para la demonización de los insurgentes: no hay presencia alguna de nacionalistas rusos o de otras fuerzas de derechas que tan de buena gana usan al establishment mediático OTAN-patriótico para sacarse del sombrero argumentos para la campaña a favor del ejército ucraniano y de los paramilitares ucranianos en el Donbass. Alexey Markov, un comandante político que es llamado en su unidad “Dobriy”, el Bueno, debido a su amabilidad y paciencia infinita, representa una visión del mundo humanista que toma como base al marxismo-leninismo. Encuentra inquietantes las señales procedentes de Kiev: “Después de la batalla en Debaltsevo encontramos caídos del lado opuesto, que llevaban insignias con la inscripción “dueño de esclavos” en sus uniformes“, dice Markov. “No hay duda de que, en los batallones de voluntarios ucranianos, prevalece la opinión de que en el Donbass viven subhumanos“.

No queda nada, en Markov y sus camaradas, del machismo que desafía a las armas o del romanticismo de la guerra. En su estado mayor en la calle Lenin de Alchevsk se prescinde en gran medida de las posiciones de firmes y de otros rituales militares. Algunas escenas cotidianas no carecen incluso de un cierto humor: la hija pequeña de un soldado sorbe con placer un helado de chocolate encima el escritorio de Dobriy, soldados surfean con su PC por Internet u organizan algún cotilleo de café. En la oficina del comandante político de la oficina hay un bullicio similar.

Pero Markov no es partidario del idilio ni extiende las ilusiones. Los Estados Unidos actuarán con el presidente Petro Poroshenko siguiendo el lema ya probado: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, dice, y el gobierno alemán, a pesar de la acción contra las marchas neonazis en su propio país, pasará generosamente por alto las conmemoraciones a favor de los criminales nazis en Ucrania. Describe la situación desde Minsk-2 como una guerra de desgaste. Actualmente no hay grandes combates, pero todos los meses hay muertos y heridos en su unidad. No da cifras.

“Por supuesto que no somos palomas sino soldados“, añade Pyotr Biryukov, el comandante militar de la 404. No hay que olvidar lo que pasó después del incendio del Reichstag, dice este ingeniero de Siberia. Biryukov está convencido de que la guerra sólo terminará cuando la “peste fascista” sea derrotada. Los acontecimientos de Odessa del 2 de mayo, 2014, en los que una turba manipulada de fascistas ucranianos prendió fuego a la Casa de los Sindicatos y en los que decenas de personas fueron asesinadas, le convenció finalmente de que tenía que emprender la lucha armada. “Para que las futuras generaciones miren al cielo, y no al abismo“.

Slavyangrad

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