Por Alfredo Saieg Lues.- La espectacular irrupción en el terreno militar del llamado Ejército Islámico de Irak y el Levante (EIIL) y la posterior fundación del califato Estado Islámico (EI) en territorios de Irak y Siria, abre una serie de interrogantes. Como siempre la respuesta a estos complejos y mediáticamente manipulados fenómenos pueden encontrarse de una manera relativamente simple ¿qué se proponen? ¿a quién beneficia?
El EIIL fue creado alrededor del año 2004 supuestamente como una respuesta a la invasión de tropas norteamericana a Irak, pero su verdadero objetivo fue fomentar la guerra
civil entre los iraquíes y de ese modo debilitar la resistencia. Desde sus inicios fue considerado una filial de Al Qaeda cuya colaboración con los Estados Unidos en Afganistán y el atentado de falsa bandera a las Torres Gemelas del 11-S resulta hoy un hecho indesmentible. Actualmente bajo la conducción de Bakr al-Baghdadi, oriundo de Samarra, Irak, mercenario formado por el Mossad israelí, se involucró en la guerra en Siria en estrecha alianza con la monarquía saudí, Israel y la OTAN, para luego tomar el nombre de Estado Islámico (EI).
Estamos pues frente a una organización creada y financiada por las potencias occidentales y sus aliados, como lo reconocen inclusive diversos personeros de gobiernos y servicios secretos occidentales, cuyo basamento ideológico, profundamente fascista, utiliza una forma de fundamentalismo islámico propio de las reaccionarias monarquías árabes del Golfo y cuyo eje rector es la condición de mercenarios de sus integrantes reclutados en diversos países del mundo y que ha pasado, en los hechos, a reforzar el papel decadente de Israel en el Medio Oriente en cuanto al control de los pueblos y la apropiación de los recursos naturales en la región, utilizando para esto la exacerbación del sectarismo religioso, fomentando la confrontación entre los pueblos y la caricaturización del Islam.
No obstante lo que comenzó con su actual liderazgo como apoyo a la gestión israelí y la OTAN en el Medio Oriente, pasó hoy a jugar un rol fundamental y en la medida del desarrollo de los acontecimientos se fue transformando en un ente autónomo de los Estados y regímenes que le dieron origen, con financiamiento propio derivado de los recursos naturales saqueados de sus zonas de control comprados a módicos precios por empresas petroleras occidentales (estos ingreso según cifras conservadoras alcanzan los 3 millones de dólares diarios) para finalmente mutar en un ejército mercenario directamente controlado por las transnacionales, el complejo industrial militar y el capital financiero sionista, representados por los Halcones de la oligarquía anglosionistas de Washington, Londres y Tel Aviv y su proyecto de dominación mundial.
Se trata de un juego complementario a dos bandas: por un lado Los Halcones utilizan a los ejércitos regulares de la OTAN y los estados títeres para operaciones de gran envergadura y por otro, cuando estos fracasan, el terrorismo mercenario en el terreno. Todo esto debidamente coordinado por su omnipotente brazo armado: el Pentágono, la CIA, el ejército israelí y el Mossad.
Un claro ejemplo de lo señalado es lo ocurrido en Irak en donde el ejército norteamericano incapaz de cumplir sus objetivos, se abre paso el EI y otros grupos similares para ejecutar el trabajo aún más sucio sin ningún tipo de limitaciones formales. Por otro lado tenemos también el ejemplo de Siria, en donde el accionar del EI le brinda al Pentágono una nueva cobertura para bombardear territorio sirio, con la supuesta intención de combatir el terrorismo, cuando en el fondo lo que persiguen es el desmembramiento del país.
En este sentido es un descaro por parte de la OTAN y en especial del gobierno norteamericano, erguirse como los salvadores del mundo frente al terrorismo, cuando estos mismos organismos sacan provecho de su accionar y las empresas petroleras occidentales de benefician del saqueo del petróleo. Lo que no fue capaz de hacer la OTAN en Irak y Siria en el plano militar hoy lo hace el EI, mientras por otro lado las transnacionales del crudo obtienen del EI el barril de petróleo a un tercio de su cotización en el mercado internacional.
Aunque los medios de comunicación atlantistas a diario machaquen acerca de lo malvado (que sin duda lo son) del EI, estos obedecen precisamente a los lineamientos e intereses de lo más retrógrado del capitalismo mundial.
La irrupción del EI no es por tanto espontánea ni casual, obedece a una escalada de la ofensiva militar de la oligarquía anglosionista, una nueva fase signada por el uso del terrorismo sin tapujos en combinación con los ejércitos regulares de los Estados a su servicio, con el objeto de profundizar la dominación mundial, la unipolaridad y el establecimiento de un gobierno fáctico global manejado desde Wall Street, el que tras el desmembramiento, en primera instancia, de los estados nacionales que no le resultan funcionales a sus intereses, se yerga como único ente regulador de las relaciones políticas, económicas, sociales y militares a nivel mundial.
Se trata entonces del establecimiento un gobierno de los poderes fácticos por sobre los Estados, un gobierno de los “elegidos de dios”, de los “excepcionales” de un reducido grupo que se considera a sí mismo los dueños del mundo, el que básicamente ejerza un férreo control y represión de la población y que por otro lado les permita superar todas las limitaciones que hoy imponen los Estados a la expansión de las transnacionales, tanto de índole impositivos, medio ambientales, protección de los ciudadanos, etc.
Lo anterior explica el hecho que el EI en esta nueva fase de la ofensiva y según sus logros, pueda entrar a jugar un rol que incluso se vuelva a mediano plazo contra sus propios estados mentores, amenazando a Arabia Saudita, Europa, EE.UU. y sin lugar a dudas también a Rusia y China, pues todos estos, en cuanto entes reguladores, resultan un freno a la expansión de las transnacionales y la acumulación de capital.
En este contexto, la pretensión es que a través del EI se profundice el desmembramiento, de los Estados del Medio Oriente con excepción de Israel, transformando la zona en un caos que posibilite el saqueo de los recursos naturales sin ninguna cortapisa, única forma de mantener su hegemonía mundial ante el fracaso de su modelo de económico neoliberal, su mal llamada democracia y su orden mundial unipolar establecido tras el colapso del proyecto socialista soviético.
Dicha práctica no es nueva en el Medio Oriente y África, fue implementada en Afganistán, en Libia, y lo están intentando hoy, entre otros, con Irak, Sudán, Yemen y Siria con engendros similares, países a los cuales luego de conseguir quebrarles su estructura institucional y destruido el tejido social la población es abandonada a su suerte, sin servicios básicos, con su infraestructura diezmada, reducidas al mínimo sus redes de comercialización de productos para la subsistencia; solo quedan funcionando allí aquellas zonas controladas por mercenarios de empresas de seguridad privadas que dicen relación con la extracción de los recursos como petróleo, gas, drogas y otros, con mano de obra esclava, incorporando de paso a reducidas capas de la población estrictamente necesarias para la extracción de la riqueza y su utilización como base social de apoyo.
Estos son los objetivos que persiguen y se esconden tras la irrupción en el Medio Oriente del ejército mercenario del EI, que como sabemos opera como una fuerza combatiente “sin dios ni ley”, totalmente desvinculado del llamado derecho internacional y las convenciones de la guerra y que permite con su accionar por medio del terror, someter a la población en beneficio de una oligarquía la cual no representa más allá del 0.1% de la población mundial, pero que sin embargo pretende a fuerza de guerras y destrucción, quedarse con todo lo que quede.
No obstante estos planes, con todo su terrorismo, con su latente amenaza nuclear, con sus realidades mediáticas impuestas a través de los medios de comunicación, con sus fondos buitres y sospechosas epidemias, se estrellan con la realidad concreta signada por el surgimiento de movimientos sociales que a todo lo ancho y largo del mundo exigen, a través de la organización y la movilización, mayores niveles de autonomía, autodeterminación y participación en la repartición de la riqueza y la toma de decisiones, como también nuevos actores los que a través de la revitalización de la lucha armada vienen infringiéndoles sucesivas derrotas militares y políticas a la oligarquía como en Palestina, El Líbano, Ucrania y más recientemente en Yemen, como así mismo la existencia en los hechos de un mundo cada día más multipolar, en el cual los “elegidos de dios” se están viendo obligados a compartir la riqueza con otros sectores capitalistas.
La disputa entre estos tres actores señalados es decir unipolaridad-multipolaridad-movimientos sociales y resistencia, y las alianzas y hegemonías que se establezcan, serán decisivas en la profundización del actual orden o el surgimiento de un mundo nuevo.
Ante la crisis del capitalismo tanto en su forma neoliberal sustentada por la oligarquía anglosionista como en su forma multipolar de tipo neokeynesiana propugnado principalmente por Rusia, China, los países del BRICS en general y otros, hace necesario ir más allá, es decir avanzar hacia una alternativa que resuelva los problemas de fondo que aquejan a la humanidad.
Lo anterior solo es posible que provenga del mundo popular, de los movimientos sociales emergentes y la resistencia, los cuales a través de un programa político común que integre la diversidad y especificidad de las diferentes realidades locales y regionales, vaya generando condiciones a mediano y largo plazo que posibiliten el desarrollo del poder ciudadano y el surgimiento de representaciones políticas de nuevo tipo que den cuenta de la crisis por la que atraviesa la humanidad con miras a la superación del capitalismo en todas sus variantes y, en el devenir de este largo camino, la abolición del estado dominador, usurpador de la soberanía popular.
En el proceso en curso los pueblos comienzan a crear sus propias relaciones sociales, culturales, económicas, de producción, etc., cumpliéndose de una forma, talvez impensada, el rol de la lucha de clases como partera de la historia.
Alfredo Saieg Lues.
Valparaíso, Chile.
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