Las actividades de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) han sido miradas al detalle en los últimos meses. Los continuos escándalos contribuyen a que el foco se centre aún más sobre ellos. Las actuales actividades de la OSCE parecen tener poco que ver con los objetivos que se supone que la organización debe perseguir.
Por ejemplo, el domingo, varios cientos de manifestantes bloquearon el edificio de la misión
de la OSCE en Lugansk como signo de protesta contra la parcialidad de las políticas de la organización. La misión ha mostrado reticencias a reaccionar como debería cuando las fuerzas ucranianas abrían fuego de forma regular en contra de lo pactado en los acuerdos de Minsk.
En realidad, la OSCE debe servir como mecanismo de control de los conflictos en su zona de responsabilidad, por ejemplo, en el conflicto en Nagorno-Karabaj. La OSCE mantiene una misión en Ereván. Hasta hace poco tiempo, mantenía también una en Bakú. El pasado junio, Azerbaiyán envió una nota verbal a la OSCE para informar a la organización de que el Gobierno daba por finalizado el Memorando de Entendimiento entre la organización y el Gobierno en lo referente al Proyecto de Coordinación de la OSCE en Bakú.
Andrei Kelin, representante de Rusia en la OSCE, afirmó que este paso era la respuesta a la decisión de la OSCE de cesar en su cargo al jefe de la Oficina, el diplomático francés Alexis Chahtahtinsky. Según Kelin, Chahtahtinsky conducía sus actividades según las normas marcadas por el Gobierno de Azerbaiyán en lugar de cooperar con la oposición. Eso le costó el cargo. Oficiales azeríes afirmaron que Estados Unidos estaba detrás del cese.
No hay que sobreestimar las implicaciones de la decisión de Bakú de denunciar el Memorando de Entendimiento sobre el Proyecto de Coordinación en Bakú entre el Gobierno de Azerbaiyán y la OSCE. Es probable que no sea más que un juego político que incluye otros temas además de la retórica democrática. Lo relacionado con los intereses energéticos es mucho más importante para los europeos, mientras que el conflicto en Nagorno-Karabaj es el asunto que más preocupación causa para Azerbaiyán.
El paso dado por Bakú en junio tiene un significado simbólico. Cuando menos, refleja el descontento de la élite nacional azerí y su frustración con la OSCE, causada principalmente por el hecho de que las oficinas locales de la organización se centran en monitorizar la situación interna, mientras que reducen al mínimo su papel en las relaciones intergubernamentales en el campo de la seguridad.
Hace tiempo que Washington realiza esfuerzos sistemáticos para controlar diversas organizaciones internacionales, desde aquellas relacionadas con el deporte o las actividades humanitarias a las agencias especializadas en relaciones internacionales. Esto daña a la imagen de la OSCE, que en lugar de ser un mediador imparcial, se está convirtiendo en un instrumento para proteger los intereses de Estados Unidos en el espacio post-soviético.
Un buen ejemplo para ilustrar esta afirmación: un grupo de personas que se identificaron como “grupo de observación de la OSCE” trataron de acceder al territorio de Crimea durante la “primavera de Crimea” en 2014. Se impidió su acceso a la península para evitar provocaciones. En la primavera y el verano de 2014 se produjeron acciones de combate en las regiones de Donetsk y Lugansk. Señoras y señores de la OSCE publicaron regularmente informes de escaso contenido. En general, se limitaban a la expresión de sus simpatías por el régimen de Kiev.
La misión de monitorización de la OSCE no hizo el esfuerzo necesario para buscar una solución a la crisis en Donbass. Ha perdido ya toda apariencia de objetividad. Por ejemplo: la OSCE se negó a monitorizar las elecciones celebradas en las regiones de Donetsk y Lugansk en noviembre de 2014 y también evitó mostrar una clara condena a las violaciones de derechos humanos por parte de las fuerzas del Gobierno ucraniano en la zona de la operación antiterrorista. Se han dado casos en los que la OSCE se ha negado a monitorizar el proceso de retirada de armamento pesado ucraniano según lo pactado en el acuerdo de Minsk. La OSCE ha dejado de ser un factor para reducir tensiones en la línea del frente. Sus actividades causan un efecto notablemente diferente.
No es la primera vez que la OSCE actúa de esta manera. Dejó un mal recuerdo en Osetia del Sur cuando actuó como cómplice de la invasión georgiana. La organización entorpeció el proceso de defensa de Tsjinvali y otras áreas pobladas de Osetia del Sur. La misión de observadores miró hacia otro lado mientras Georgia capturaba colinas estratégicas, concentraba armamento pesado en formaciones armadas en la zona de conflicto y aplicaba políticas de terror contra Osetia del Sur.
Gennady Kokoev, investigador experto en política, afirma que la OSCE conducía regularmente actividades de monitorización para obligar a Osetia del Sur a retirar armamento (incluyendo armamento defensivo) de la zona de conflicto para que se desarmara completamente y crear así una ventaja para Georgia. La OSCE disponía de información sobre una acción planeada. Los representantes de la organización se comportaron de una forma cobarde. También cometieron un crimen abandonando la ciudad tres horas antes de que los lanzacohetes múltiples comenzaran a bombardear Tsjinvali, añade Kokoev.
Rusia reconoció a Osetia del Sur y Abjasia como estados independientes. La OSCE no dispone de misiones allí desde 2009. Puede que haya motivos de peso para ello. En 2013, dos oficiales del Reino Unido y Polonia fueron detenidos cuando operaban bajo la tapadera de la OSCE en los alrededores de un almacén de munición ruso. Se supo que habían sido parte de la misión de la OSCE en Osetia del Sur antes de que las tropas georgianas invadieran la zona por orden del entonces presidente Mikhail Saakashvili. En ambos casos, conducían actividades rutinarias de espionaje como era costumbre.
Willy Wimmer, antiguo secretario parlamentario del Ministerio Federal de Defensa de Alemania y vicepresidente de la Asamblea Parlamentaria de la OSCE, afirmó que “los americanos hicieron todo lo que estaba en su mano para evitar la creación de una organización del estilo del CSCE [que posteriormente pasó a denominarse OSCE] en la parte asiática del continente ya que este tipo de cooperación internacional contradecía los intereses de Estados Unidos. El gran éxito de Nazarbayev fue que esa organización se formara a pesar de todo en la forma del SCO (Organización de Cooperación de Shanghai).
En la entrevista añadió también que “el conflicto en Yugoslavia reveló algunas práctica que hacen que hoy tenga cuidado al hablar de la misión de la OSCE en Ucrania. En aquel momento, en Kosovo, los observadores estaban bajo órdenes de un estadounidense. La propia experiencia de la OSCE se explica: si la misión está encabezada por estadounidenses, no habrá relación alguna con lo que los observadores informen. La única información publicada será la que sea útil para los objetivos de las políticas estadounidenses. Esto quiere decir que nosotros, militares y diplomáticos alemanes, dábamos una información precisa, pero lo que se publicaba en los informes de la OSCE bajo presión de los americanos era lo contrario. Así los líderes alemanes, Fischer, Schroeder y Scharping, tuvieron razones más que suficientes para empezar una guerra. Las prácticas de la OSCE no se corresponden con la realidad y hemos aprendido de experiencias anteriores que se ha utilizado más de una vez a los observadores para propósitos de inteligencia”. Y precisó que se trataba de actividades de espionaje “bajo la tapadera de la misión de la OSCE. Y esto puede ocurrir en Ucrania”, añadió el señor Wimmer.
La seguridad colectiva en Eurasia es demasiado importante para que la responsabilidad recaiga sobre una organización que es, en realidad, una organización pro-americana de dudosa autoridad legal. La creación de mecanismos alternativos a la OSCE podría ser un esfuerzo largo y complicado. Pero ha llegado el momento de valorar el problema y, probablemente, de comenzar a dar pasos prácticos en esa dirección.
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