martes, 12 de mayo de 2015

El Día de la Victoria

En noviembre de 2010, durante el llamado Remembrance Day [Día de Recuerdo de los soldados caídos en la guerra], Paul Grod, en representación del Congreso Ucraniano Canadiense (UCC), rindió homenaje a “los cientos de miles de hombres y mujeres que arriesgaron y sacrificaron sus vidas por la paz y la libertad en todo el mundo”.

Después de dedicar unas palabras a las fuerzas canadienses que lucharon “en la defensa de los valores canadienses en las dos guerras mundiales, la Guerra de Corea y ahora en Afganistán”, Grod afirmó:
Como ucranianos canadienses, también recordamos y rendimos homenaje a los millones de hombres y mujeres que murieron en la lucha por la libertad de su ancestral patria ucraniana: los hombres y las mujeres de los fusileros del Sich Ucraniano, los miembros de la 1ª división del Ejército Nacional Ucraniano [UNA], el Ejército Insurgente Ucraniano [UPA] y la Organización de Nacionalistas Ucranianos [OUN]“.

Casi cinco años antes que los actuales dirigentes de Kiev, el Presidente de la UCC se adelantó al actual proceso de falsificación de la historia y apeló a la glorificación de las organizaciones banderistas, como la OUN y la UPA, y del llamado Ejército Nacional Ucraniano, UNA.
Paul Grod en un acto con Andriy Parubiy y el ministro canadiense de Ciudadanía e Inmigración, Chris Alexander,  en Toronto.
Paul Grod en un acto con Andriy Parubiy y el ministro canadiense de Ciudadanía e Inmigración, Chris Alexander, en Toronto.
Formado en abril de 1945 y liderado por el General Pavlo Shandruk, este Ejército Nacional Ucraniano agrupaba a todas las formaciones nacionalistas que, junto a la Alemania nazi, habían combatido a la Unión Soviética durante la guerra. Este conjunto de unidades se encontraba directamente subordinada, a través de Shandruk, al Supremo Alto Mando del Ejército alemán, entonces liderado por el propio Adolf Hitler.

La fuerza principal del Ejército de Shandruk era la 1ª División de la UNA, nombre que a partir del 25 de abril de 1945 adoptó lo que hasta entonces había sido la 14ª División de Granaderos Waffen SS Galizien [División Galizia]. Esta División del Ejército nazi estaba íntegramente formada por ucranianos aunque sus mandos directos eran SS alemanes.

El nuevo ejército ucraniano apenas tuvo tiempo para intervenir en la última fase de la guerra y pronto se retiró hacia el oeste ante el rápido avance de las fuerzas soviéticas. Dispersas, sus distintas unidades se entregaron en mayo de 1945 a los Ejércitos de Estados Unidos y del Reino Unido. La mayoría de las crónicas sitúan la rendición en el 8 de mayo de aquel año.

Con el apoyo del Vaticano, del gobierno polaco en el exilio y de los nazis recolocados en la nueva Alemania, los aliados occidentales decidieron proteger a los componentes de aquellas unidades del ejército de Hitler y distribuirlos por distintos lugares del mundo.

Uno de los primeros lugares a los que llegaron los soldados ucranianos de Hitler fue a la España franquista. A finales de 1946, el periódico ABCrecogía la forma en que los voluntarios de la Alemania nazi fueron reconvertidos en estudiantes y refugiados para ocultar el verdadero origen de los recién llegados:

En el expreso de Barcelona llegaron el domingo 18 estudiantes ucranianos que vienen a España, acogidos a la Obra Católica de Asistencia Universitaria, y que han de continuar sus estudios en el colegio madrileño de Santiago Apóstol, de reciente creación. Proceden de Italia… Después de varios años de grandes adversidades y de conocer el terror ruso, pues en los años 1939 y 1941 sufrieron la ocupación soviética, llegan a España procedentes de campos de concentración de Italia, en los que fueron internados al terminar la guerra. En 1944 el pueblo ucraniano empezó su éxodo por varios países de Europa, huyendo del avance comunista. Ellos buscaron refugio en Italia, y ahora Obnova ha logrado sacarlos de dichos campos de concentración y enviarlos a España.
Uno de los miembros de la Galizien Division que llegó a España. Este soldado participó en la batalla de Brody y en la campaña de Eslovaquia contra los partisanos locales (a cuyo periodo pertenece esta fotografía). Formó parte del grupo de ucranianos que, tras pasar por el campo de prisioneros británico de Rimini, llegó a España a finales de 1946. En 1980, durante la Conferencia de Madrid, recibió a Yaroslav y Slava Stetsko en España.

La cercanía ideológica propiciaba la colaboración. La España de Franco compartía con el entorno político de los miembros de la División Galizia una misma línea de pensamiento: nacionalismo extremo, con expulsión del oponente de la comunidad nacional [la tesis de la Anti-España o la Anti-Ucrania], totalitarismo político, culto al líder, catolicismo, anticomunismo y odio feroz a Rusia. No en vano, en las misivas remitidas el 3 de julio de 1941 por Stetsko, pidiendo el reconocimiento de la restauración del Estado ucraniano, aparecía Franco como destinario, junto a Hitler, Mussolini y el croata Ante Pavelic. Stetsko quería formar parte de lo que llamaba la nueva Europa.

El generalísimo Franco murió en el Hospital de La Paz, Madrid, el 20 de noviembre de 1975. De los cuatro grandes referentes de Stetsko fue el único en sobrevivir políticamente a la victoria aliada de mayo de 1945. Tras ejecutar a alrededor de 50.000 personas al terminar la guerra, Franco gobernó con mano de hierro durante 40 años, reprimiendo todo movimiento opositor bajo la casi completa indiferencia de las vecinas democracias occidentales.

Antes de la consolidación del poder franquista, estas democracias abandonaron a la República Española con su política de no intervención. Después, convivieron sin mayores problemas con el Estado dictatorial que tenían como vecino. Ni siquiera durante la Transición española, entre 1975 y 1978, esas democracias fueron capaces de posicionarse de manera decidida a favor del pueblo español. En realidad, su ira política ya sólo se dirigía contra Rusia, la Unión Soviética y sus aliados.

Apenas terminada la guerra, el anticomunismo y la oposición a la Unión Soviética llevó a las principales democracias occidentales a tolerar a dictadores como Franco y a buscar el acercamiento con los movimientos nacionalistas que habían apoyado la causa de la Alemania nazi. La alianza así constituida acabaría por cambiar por completo el mapa político europeo, provocando la caída de la Unión Soviética y la ruptura de Yugoslavia.

Los actuales acontecimientos de Ucrania no son sino un nuevo episodio de esa función en la que todos aquellos que no han querido subirse al bando anticomunista, antisoviético y anti-ruso han terminado siendo apartados del escenario de la historia. Incluso Rusia podría no llegar a sobrevivir, al menos en la forma en que la conocemos, si siguiera postulándose como potencia política y militar independiente. El boicot occidental a los actos del Día de la Victoria en Moscú no es sino una muestra de oposición ante la pretensión rusa de reafirmar su papel en el mundo, en particular en lo relativo a los acontecimientos de Ucrania.

El boicot occidental supone sin embargo un insulto. Rusia y la Unión Soviética fueron decisivas para acabar con la lacra del nazismo y del fascismo. Sin la participación en la guerra de la Unión Soviética, la democracia en Europa occidental no habría sido posible.

No se trata de negar ni los errores ni los crímenes del comunismo soviético, en especial durante su periodo estalinista. Pero la apelación a esos crímenes no constituye argumento moral para justificar los crímenes del anticomunismo ni la actual política de acoso y derribo contra Rusia.

Las personas que defendieron y defienden la democracia en España no tienen motivos para celebrar el 9 de mayo de 1945. Esa victoria no se extendió contra un régimen franquista que aún se mantendría en el poder durante más de treinta años. Pero saben que deben agradecer la lucha y el sufrimiento de cada soldado soviético que contribuyó a la caída del régimen genocida de la Alemania nazi y de gran parte de sus aliados.

Algunos de esos aliados se saben hoy fuertes en Ucrania y los descendientes políticos de la OUN, la UPA y la Division Galizia vuelven a determinar la dirección política del país. Nadie niega al nacionalismo ucraniano su derecho a una Ucrania independiente y democrática pero esa Ucrania no puede construirse negando los derechos de los que se oponen a una visión excluyente de la nación ucraniana. Cada nuevo bombardeo contra el Donbass nos lo recuerda, poniendo en peligro los valores de la democracia en Europa. Ojalá llegue pronto el Día de la Victoria para las regiones de Donetsk y Lugansk, ese día en el que sus habitantes puedan vivir en paz y decidir libremente sobre su propio futuro.

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