lunes, 4 de mayo de 2015

Dos americanos en el batallón Vostok

Aunque el tercer y más reciente acuerdo de alto el fuego comenzó al dar la medianoche del 15 de febrero, el sonido de la artillería ucraniana hacia la ciudad y el de la artillería pro-rusa hacia las afueras aún puede oírse desde el poblado centro de Donetsk, controlada por los rebeldes.

Dos americanos permanecen en el centro de la ciudad para un breve descanso y recuperación tras casi dos meses de constante lucha en el duramente disputado aeropuerto de Donetsk; unas instalaciones de $8.000 millones reducidas a escombros durante la batalla.
Un gran uso del dinero de los impuestos.

Pertenecen a una unidad pro-rusa denominada “Суть времени”, “Esencia del Tiempo” en ruso, subordinada al Batallón Vostok de la autoproclamada República Popular de Donetsk, del que se dice está lleno de comunistas. Bajo los nombres de guerra “Texas” y “Jackhammer”, llegaron a Donbass en diciembre. Desde su llegada, el aeropuerto de Donetsk pasó del ejército ucraniano a manos de los rebeldes el 21 de enero [en realidad, aunque la prensa ucraniana y occidental no lo admitieron hasta el 21 de enero, la batalla por el aeropuerto había terminado días antes-Ed]. Al mismo tiempo, las fuerzas ucranianas cedieron terreno en los alrededores de Mariupol, cerca del mar de Azov, y en Debaltsevo, punto intermedio entre las separatistas repúblicas de Donetsk y Lugansk.

“¿Alto el fuego? ¿Qué alto el fuego?”, preguntan, con una sonrisa cínica, mientras escuchan los sonidos de artillería en la distancia.

Durante el anterior alto el fuego, que comenzó en diciembre, lucharon en algunas de las batallas más sangrientas por el aeropuerto, lo que causó la muerte a varios de sus camaradas pro-rusos.

“Perdimos a muchos chicos. Tengo suerte de estar vivo”, dice Jackhammer (35), mientras presume de su pasaporte ruso. Aunque nació en Moscú, pasó el instituto, la universidad y su vida adulta en Austin, Texas, donde realizaba trabajos por obra para la policía. Habla con un tímido acento ruso y arrastra las palabras al estilo de un cowboy del sur cuando bromea: “todos me reconocen por la voz”.

Al llegar a la residencia en la que vivimos, comienza inmediatamente a preparar la comida para todos los presentes y comenzó la tormenta. Es como abrir una presa y las opiniones sobre la guerra comienzan a salir.

Jackhammer es generalmente apolítico, aunque tiene buenos recuerdos de su infancia en la URSS. Dice que depondría las armas y abandonaría el este de Ucrania en el momento en que el ejército de Kiev abandonara sus operaciones contra la población civil, concretamente los ataques de artillería: “Usan fósforo blanco sobre áreas residenciales. Lo vi noche tras noche”.

El uso de munición ilegal no se ha confirmado [Human Rights Watch sí ha confirmado que el ejército ucraniano ha utilizado bombas de racimo en zonas civiles, uso ilegal de ese armamento-Ed], pero los rebeldes pro-rusos acusan a las fuerzas ucranianas de cometer crímenes de guerra como uso de armamento ilegal: fósforo blanco o bombas de racimo en zonas civiles, donde muchos rebeldes tienen sus bases.

“Bombardean día y noche”, explica Jackhammer. “Dan con un cuadrante enorme en el mapa y lo golpean sin parar. El que esté en ese cuadrante, básicamente está acabado. Mi objetivo como soldado es parar esta locura y parar el asesinato de civiles, que en su mayoría ni son soldados ni han hecho nada salvo vivir en Donbass y no tener recursos para huir a Rusia o a otras zonas de Ucrania”.

Texas, de 54 años y de la parte sur del estado al que debe su apodo, cerca de la frontera mejicana, lleva puesto su sombrero vaquero y calza sus occidentales botas de cuero marrones. En los últimos dos meses, ha perdido unos diez kilos. Ahora, sus ropas cuelgan de sus hombros y su cintura, lo que atribuye a la dieta de kasha, gachas rusas, un plato común entre los soldados en el frente. Texas, con experiencia como ingeniero del ejército en los 80, trabaja como experto en explosivos, desactivando munición que cae en su zona del aeropuerto.

“En primer lugar, voy a ser claro, no hay tropas rusas aquí”, dice con su acento del sur de Texas. No detecto sarcasmo ni ironía en su voz, “pero tenemos colombianos, italianos, otros americanos y de otras nacionalidades, que creen en la lucha contra la junta de Kiev”.

Texas es comunista, explica, “porque siempre he sido un apasionado de la verdad. Me di cuenta de que los medios de comunicación no me daban nada de eso, así que leí mucho y encontré la información por mí mismo. Así que el comunismo simplemente tiene sentido”.

Texas y Jackhammer no creen en poder volver nunca más a Estados Unidos, citando el sesgo de la prensa occidental (y a mí, como parte de ella) por no mostrar de forma apropiada la lucha del pueblo de Donbass en las dos repúblicas separatistas.

“Creen que somos terroristas”, dice Texas mostrando su frustración. “¡Cuando son los nazis de Kiev y Lviv los que son terroristas asesinando civiles!”

Al preguntar por el estatus de los soldados extranjeros en Donbass, afirman que muchos de ellos se sintieron atraídos a la causa de Novorrusia por convicción. Jackhammer y Texas dicen que conocen a otros serbios, colombianos, brasileños, algunos alemanes, suecos y de otras nacionalidades y advierten de que “vendrán más”.

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