jueves, 1 de mayo de 2014

UCRANIA: La guerra que hay que evitar

Por Elson Concepción Pérez - Granma
Es un martilleo constante. Rusia se anexó a Crimea. Rusia amenaza a otras partes del este ucraniano. Rusia puede desestabilizar a otros países de Europa del Este…

Resulta el mejor ejemplo de cómo se puede usar el periodismo para la peor causa.

Lo sensato, coherente y verdaderamente razonable es que los medios no se lleven por los cantos de sirena de la guerra, que, en última instancia, no le conviene a nadie.

Pero, además, un análisis al menos somero de lo que ocurre en Ucrania y hacia dónde pueden conducir los acontecimientos, no resiste excusa alguna para obviar que los verdaderos responsables, además de los que internamente dieron un golpe de estado basado en acciones neofascistas, son Estados Unidos y Europa, que se han inmiscuido hasta la médula en un conflicto interno de un país soberano.

Cuando empezaron las acciones violentas, toma y quema de edificios públicos, muerte de policías y civiles, Rusia alertó de inmediato a quienes exacerbaban ánimos de un nacionalismo fanático para nada identificado con los verdaderos problemas de esa nación, compuesta por varias figuras del crisol étnico y religioso europeo.

Las últimas evidencias claras de cuánto se inmiscuye Estados Unidos en el tema ucraniano y cuál es su verdadero interés, fueron las visitas a Kiev del jefe de la CIA, John Brenan; y más recientemente del vicepresidente norteamericano, Joseph Biden.

A partir de esas visitas las autoridades que usurparon el poder en Ucrania han dado rienda suelta a su espíritu de confrontación militar, y han enviado fuerzas por aire y tierra —entre ellos grupos de la extrema fascista— para enfrentar a los ciudadanos prorrusos que se pronuncian por el referendo y no aceptan el mandato de quienes desde la capital ucraniana pueden llevar al país a una verdadera guerra civil.

Los medios locales ya reportan cinco muertos confirmados por un tiroteo en un punto de control de las autodefensas en Slaviansk, una de las principales ciudades de la región de Donetsk.

“Si realmente el régimen actual en Kiev ha enviado el ejército contra la población, es un delito muy grave contra su pueblo”, fue la reacción ante la noticia del presidente Vladimir Putin. “Es una operación punitiva y por supuesto provocará consecuencias para las personas que tomen estas decisiones”, añadió.

Entretanto, Washington, seguido como siempre por gobiernos europeos, ha aplicado sanciones a Rusia, incluyendo la cancelación de la reunión del Grupo de los 8 y el retiro de la categoría de miembro de Moscú en ese mecanismo de concertación.

La OTAN, por su parte, no ha ocultado para nada su deseo de involucrarse en una nueva guerra y ha movido medios militares y hombres hacia países de la región cercanos a Ucrania y Rusia.

Aunque por ahora el ánimo debe ser el de intimidar a Moscú, lo cierto es que ya han sido desplegadas naves de guerra y otros medios en Polonia, Letonia, Lituania y Estonia.

Los expertos en el tema coinciden en plantear como algo imposible que la crisis actual conduzca a un enfrentamiento militar a gran escala entre Rusia y la OTAN, léase, entre Moscú y Estados Unidos.

Por demás está aclarar que en tal caso, nuevamente la humanidad sería llevada a la incertidumbre de una posible confrontación mundial. Y no debe dudarse que esa pueda ser la pretensión de los grupos ultraconservadores que dominan ciertos sectores de la política exterior estadounidense.

Tampoco sería desacertado inferir que, en última instancia, la verdadera razón que mueve a los grupos neofascistas en Kiev puede ser la de generar un conflicto de gran envergadura para hacerse de un mayor poder en el escenario actual y futuro de la región.

Europa, nuevamente embarcada en un conflicto peligroso, corre el peligro de que sus países sean los más afectados por la confrontación, no solo por la cantidad de empresas del Viejo Continente que tienen estrechos lazos con Rusia, sino, y en primer lugar, por la dependencia europea del gas ruso.

Además, una Europa que enfrenta una crisis económica, política, social y de estabilidad, sumaría —de producirse una guerra— más pólvora a los problemas que la agobian y que aún no tienen solución.

En todos los escenarios, la posible guerra civil en Ucrania o una confrontación mayor que involucre a Rusia y otros países, es la que todos tienen la obligación de evitar, antes que sea tarde y los males sean mayores.

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