miércoles, 14 de mayo de 2014

Si esto no es fascismo…

Por Marta Sojo Dicen que Ucrania está al borde de una guerra civil. Pero el presente que se vive allá sobrepasó lo posible, para convertirse en una realidad: la guerra civil alargó el paso. La ofensiva militar de Kiev contra los sublevados del este inclinó la balanza hacia el lado de la confrontación bélica, y no a una simple batida antidisturbios.

Y es que lo que mal comienza mal acaba. Ahora son los manifestantes pro rusos quienes no ceden en sus demandas y el Gobierno espurio lanzó a los soldados a desalojarlos, ordenando una operación donde participa el Ejército y la Guardia Nacional, integrada por los neonazis del bloque Sector Derecho y

Autodefensas de Maidán.

Pero qué se puede esperar del gabinete fraudulento, compuesto por un conglomerado de ideologías extremas y fascistoides, incapaz de pensar de una manera lúcida, que solo reacciona con la violencia. Las categóricas declaraciones del ministro del Interior, Arsén Avákov, reafirman esta postura de continuidad de la ofensiva contra separatistas y federalistas ucranianos, endilgándoles el calificativo -que en verdad merecería el Gobierno de facto- de “terroristas”.

Los excesos de los grupos neofascistas se hacen sentir con crueldad. No hay otra palabra para describir el deliberado incendio de la Casa de los Sindicatos de Odesa, con personas adentro, donde perecieron quemados vivos o asfixiados más de 30 participantes pro rusos. ¿Acaso eso no da motivo para pensar que el manto democrático con que quieren envolver a los que tomaron el poder en Ucrania no es otra cosa que una falacia? Es una imagen bastante difícil de sostener por mucho que los “peces gordos” quieran.

A estas alturas no es secreto que la última palabra viene de Washington. Tras bambalinas dan el OK al uso de la política de fuerza contra sus opositores, y mantienen al Gobierno en Kiev a sabiendas de que la generalidad de la ciudadanía rechaza a los golpistas. Qué prueba más demostrativa que el hecho de que los gobernantes ucranianos hayan comenzado una escalada más fuerte contra los insurrectos luego de la visita prácticamente subrepticia del director de la CIA, John Brenan, y otra del vicepresidente estadounidense, Joe Biden. ¿Casualidad o llegaron para ultimar detalles de los pasos que debían seguir en el asalto a las ciudades que abogan por separarse?

Junto con los estropicios que están causando los gobernantes impuestos en Ucrania, el actuar de Occidente deja mucho que desear. Continúan con acciones punitivas contra Rusia, según ellos porque esta ayuda a los separatistas; cualquier otra justificación es válida para ellos. Cuando la canciller alemana, Angela Merkel, se reunió días atrás en Washington con Barack Obama, durante su visita oficial, mostraron unidad y anunciaron más sanciones contra Rusia, si intenta impedir las elecciones presidenciales en Ucrania. ¿Y quién sanciona a los Estados Unidos, por lo que hacen allí y en otros lares?

En buena medida, consideran diversos analistas, la táctica imperial y hegemonista intenta incentivar estas alternativas con el fin de desgastar al Kremlin, y a la vez crear un candente clima de incertidumbre y tensiones, a tal grado, que muchos empiecen a pasar por alto el verdadero origen del problema, las características y tendencias ultraderechistas de los que se aposentan en Kiev, su objetiva carencia de legitimidad, y el notorio padrinazgo occidental que les alienta.

A la Europa que se ha unido a esta maquinación no se le vaticinan las ganancias, porque pone en riesgo sus suministros energéticos, y el propio territorio continental, donde se puede desencadenar otro desastre bélico como los de los primeros años y los intermedios del siglo XX. Y, al igual que antaño, los Estados Unidos podrían salir incólumes de daños físicos territoriales. Pero, en fin, es el triste papel que las nuevas dirigencias europeas eligieron.

En un ambiente tan turbio no faltan los temores de una conflagración que supere los límites actuales entre Estados Unidos y Rusia. Aunque hay expertos renuentes a concebir esos extremos, desgraciadamente algunos sectores intransigentes dentro de los grupos de poder norteamericanos, que manipulan su política exterior, pudieran tensar la cuerda en la búsqueda de que esto ocurra.

Adelantarse a los acontecimientos es “pecaminoso”; sin embargo, vale decir que todo dependerá del camino que decidan tomar el prepotente Imperio y sus socios de Occidente, que manejan como juguetes de mando a distancia la agresión e injerencia en Ucrania, con fines de luz más larga y apuntando hacia los dos “gigantes del Oriente”, que los están superando en varios terrenos en la aldea global.


Bohemia

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