jueves, 1 de mayo de 2014

Cuidar las apariencias

Por MARÍA VICTORIA VALDÉS RODDA - Bohemia
Entre las paradas del quinto viaje de Barack Obama a Asia, Filipinas figura como una pausa, como un sentirse en casa por aquello de sus históricos vínculos neocoloniales. Pero no siempre todo es armonía: una buena parte de la población, temerosa de una reactivación de la presencia militar yanki, se volcó a las calles en señal de protesta.

El objetivo de este texto no es analizar el empeño presidencial estadounidense en toda la región -eso queda para dentro de unos días-, de cualquier manera es imposible soslayar la existencia de una República Popular China (RPCH) en diferendo territorial con alguna de las escalas de Obama. Por ejemplo, Beijing tiene en estos momentos con Filipinas una disputa por varias islas en el Mar del Sur de China, incrementada, en los últimos meses, al producirse esporádicas confrontaciones entre pescadores y fuerzas navales del Gigante asiático.

Mañosa como es, la administración norteamericana considera este periplo presidencial como decisivo para el futuro del país si sabe aprovechar esas desavenencias, y aunque Obama se ha cuidado públicamente en declarar que no fungirá como mediador, al menos en el caso de Manila, lo cierto es que ese telón de fondo le sienta de maravillas. Desde hace mucho le preocupa la ascendencia china y sus prestigiosos desenvolvimientos mundiales.

Por eso considero que una eventual renovación de la presencia militar estadounidense en el archipiélago filipino, a partir de un nuevo enfoque de bases militares, (unas, no ya necesariamente de grandes proporciones e incluso ni tan siquiera propiedad exclusiva de los gringos), es algo insoslayable a sus intereses de frenar el supuesto militarismo chino en el área Asia-Pacífico. Aparentemente el cierre de las históricas plataformas yankis en Filipinas, a raíz de una decisión parlamentaria de esa nación asiática a finales de la década del 90, pudiera ser un impedimento.

El lobo se disfraza de cordero y bajo nueva apariencia se presenta ahora con un despliegue de contingentes, barcos y equipos para realizar “maniobras de entrenamiento, proyectos humanitarios y de ingeniería y otras misiones”. Como muchos recordarán este moderno postulado responde a la instrumentación de otra estrategia militar de la Casa Blanca, la cual con Obama preconiza la política “blanda”.

Algunos expertos consultados por Bohemia sugieren que este tipo de acceso puede, y debe, transformarse en uso habitual con la meta final de lograr garantizar el uso de las bases locales existentes, y a cargo del Gobierno de turno en el país en cuestión. Para nosotros aquí; Manila.

Eric Peltz, no puede haberlo dicho mejor ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes estadounidense: “Otros métodos de posicionamiento, como la rotación de entrenamientos, pueden proporcionar una posición de avanzada transitoria, para sostener una posición a largo plazo sin que sea necesario establecer una base permanente”.

Y eso, el pueblo filipino, que ha sido mordido desde 1898 con el régimen oprobioso de la neocolonia, lo sabe. Al seguir ese entendimiento tenemos que con toda intencionalidad, en noviembre de 2002, los gobiernos de Estados Unidos y Filipinas firmaron el Acuerdo de Apoyo Logístico Mutuo, a partir del cual la nación norteña puede utilizar a Filipinas como punto de suministros para sus operaciones bélicas en toda la región.

Según ese tratado debe proporcionar a los marines “made in USA”, alimentos, agua, petróleo, aceites, vestimenta, municiones, partes de repuesto y componentes, acuartelamiento, transporte, comunicaciones, servicios médicos, apoyo a operaciones, servicios de entrenamiento. Inteligente proceder: los norteamericanos
se quitan literalmente de encima los gastos y, ante la sociedad civil se presenta como salvador mediante obras de corte humanitario, como son las activaciones de sus contingentes en caso de desastres naturales. ¡Tremendo amigo se ha buscado Filipinas!

Las tácticas y estrategias de este siglo asumidas por Washington, no dejan margen a la duda. En agosto de 2005, la Comisión norteamericana de bases en el extranjero (oficialmente encargada de estudiarlas), identificó a Filipinas como uno de los principales destinos en donde se desarrollan en la región, la modalidad moderna conocidas como CSLs.

Ante ese novedoso diseño, sin duda agudo y de falsa apariencia, este 23 de abril, centenares de personas se manifestaron en Manila, contra la visita Obama, informó Prensa Latina. Según esta agencia “hubo una brutal respuesta de los policías que, para reprimir a los manifestantes”. Utilizaron cachiporras, escudos y cañones de agua, entre otras herramientas antidisturbios. La protesta incluyó una declaración de Renato Reyes, del grupo cívico Bayan, que pone los puntos sobre las íes en cuanto al propósito de Washington en Filipinas, dirigido a reforzar la condición de neocolonia.


Resistencia razonada
Aún cuando la Casa Blanca logre salirse con las suyas, no las ha tenido fácil dentro del Parlamento filipino. Por ejemplo, este 19 de marzo, se expresó, en Manila, el desacuerdo de parte de un buen número de asambleístas ante un eventual pacto militar. Rodolfo Biazon, titular del Comité de Defensa del Parlamento filipino, rechazó la idea y aseveró que un nexo de ese tipo con Washington incrementará las
tensiones regionales a partir del despliegue de tropas estadounidenses.

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