sábado, 8 de febrero de 2014

EEUU y la UE alientan al Maidán, pero Ucrania decidirá sola su futuro

Es extraño e incompatible con las normas de la diplomacia internacional el comportamiento del exministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, y la ministra de Exteriores de la Unión Europea, Catherine Ashton, durante su reciente visita a Kiev. En vez de reunirse con representantes oficiales del Gobierno ucraniano, ambos se sumaron a las acciones callejeras de la oposición, alentándolas a continuar las protestas antigubernamentales en busca de la destitución de un gabinete elegido legítima y democráticamente.

Los senadores estadounidenses John McCain y Chris Murphy también estuvieron allí azuzando a la muchedumbre para que insistiera en la asociación de Ucrania con la Unión Europea: "Ucrania mejorará a la Unión Europea, en tanto que la Unión Europea mejorará a Ucrania". ¿Por qué les importa tanto el ingreso de un país europeo en una organización europea? Parecería extraño, si no supiéramos que algunos políticos estadounidenses siguen pensando que la Guerra Fría continúa y Rusia es su enemigo número uno que debe ser eliminado como sea. En realidad es obvio que la opinión del propio pueblo ucraniano a favor o en contra de la posible admisión de Ucrania en la Unión Europea no tiene mucha importancia para gran parte de la élite política estadounidense y algunos Gobiernos europeos. El punto es crear una zona tapón en torno a Rusia y, de paso, tratar de obstaculizar su avance hacia la estabilización.

En este sentido, algunos medios de comunicación también ponen su grano de arena en la campaña de difamación contra Rusia, ocultando que los manifestantes en la plaza Maidán representan solo a una parte de la población ucraniana que ni siquiera es mayoritaria. La mayoría está del lado del Gobierno, y no de la oposición. Cabe señalar que entre los manifestantes hay quienes protestan por la crisis económica que afecta al país, pero no buscan ningún acuerdo con Bruselas. Y los que sí quieren que Ucrania se sume a la Unión Europea, se han dejado llevar por la ilusión de que este es el camino más fácil para solucionarlo en un santiamén, como por arte de magia, todos los problemas de la economía nacional y de su propia aborrecible cotidianidad.

Lamentablemente, están equivocados. En su actual situación económica, los europeos no pueden ni quieren ocuparse de los problemas de Ucrania, gastando en ella el dineral que negó a Grecia y Portugal.

Y este no es el único malentendido. La confusión se hizo patente meses atrás, y en todos los países involucrados: Alemania y Polonia, por un lado, y Rusia y Ucrania, por otro.

Los demócratas cristianos de Alemania vienen apoyando desde hace ya mucho tiempo a la oposición ucraniana, y concretamente, al político boxeador Vitali Klitschkó, al cual reciben periódicamente en Europa, le ofrecen financiación para su partido y lo llenan de ilusiones de cooperación. Pero en realidad, no le pueden garantizar nada concreto, porque de esta manera pondrían en peligro las relaciones entre Alemania y Rusia que hasta el momento se han ido desarrollando de manera bastante positiva. Por algo será que la canciller alemana, Angela Merkel, se comporta ante la crisis actual con mucha más precaución que el exministro de Exteriores de su país.

Polonia, con sus fobias y atavismos antirusos, se ha esforzado bastante por conseguir la injerencia de Bruselas en los asuntos internos de los países que conformaban la antigua Unión Soviética. Evidentemente alentada por políticos estadounidenses e incapaz de olvidar su miedo al "oso ruso" y a la Guerra Fría, ese país trata de manipular a Europa, sin reparar siquiera en los efectos negativos de su patológico comportamiento.

Pero los errores más graves y de consecuencias más negativas se han cometido en Kiev. Todo indica que Yanukóvich jamás ha tenido una intención real de sumarse a la Unión Europea, consciente de los desastrosos efectos económicos, políticos y sociales de esta medida para su atrasado país. La economía ucraniana es todavía tan débil que la remoción de barreras aduaneras, aunque sea gradual y moderada, puede provocar la quiebra de muchas empresas locales. A esto se sumarían los nuevos aranceles que tendría que imponer Rusia para protegerse de las importaciones baratas desde Europa a través de la frontera ucraniana. Además, hay un paquete de leyes que busca imponer a Ucrania la Unión Europea, contra la voluntad del Parlamento y la mayoría de la población de Ucrania. No me refiero únicamente al caso de la ex primera ministra ucraniana, Yulia Timoshenko. (De paso sea dicho, me gustaría conocer los datos en que se apoyan algunos políticos europeos al afirmar que el respectivo fallo del tribunal ucraniano tenía carácter puramente político, y no penal).

Es posible que el inicio de las negociaciones con Bruselas fuera una jugada táctica por parte de Yanukóvich, para que Moscú dejara de chantajearlo económicamente, porque, de lo contrario, Ucrania podría optar por una alternativa indeseable para el Kremlin.

Rusia también cometió un error. Tras el idilio anterior a la elección de Yanukóvich, Gazprom intentó subir los precios del gas a Ucrania hasta niveles imposibles para el deficitario presupuesto ucraniano, diciendo que también aceptaría en propiedad, en concepto de pago, la red de los gasoductos locales.

En estas circunstancias, Yanukóvich puso sobre la mesa todas las cartas que tenía disponibles de esta manera, creando el caos en el que él y su Gobierno permanecen hasta día de hoy. Rusia se equivocó al tratar de ponerlo en un aprieto, se pasó de la raya. Lo adecuado habría sido utilizar la "fuerza blanda", seguramente con ellos habría tenido muchos menos problemas y mejor eficacia duradera de las relaciones bilaterales.
nv/lj/sm
 La Voz de Rusia.

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