Claus Von Clausewitz afirmaba en su texto Arte y Ciencia de la Guerra, que el conflicto entre los hombres depende de dos elementos diferentes: el sentimiento de hostilidad y la intención hostil. La intención hostil puede ser caracterizada como un conjunto de acciones destinadas a minar la voluntad del adversario. Estos elementos, me resultan esenciales para explicar la actual situación en la que se encuentra la Venezuela Bolivariana.
Tras el fallecimiento de Chávez, en marzo de 2013, se produce una momentánea debilidad –emocional- de las fuerzas bolivarianas. El liderazgo de Chávez, carismático, emotivo, movilizante, era un elemento articulador – y cohesionador- de la diversidad de fuerzas sociales, políticas y étnicas que conforman – en términos gramscianos- el Bloque Histórico Bolivariano. Es esté un elemento que no puede ser perdido de vista, en la comprensión de la realidad venezolana. Su desaparición física generó una inmediata confusión de algunos de esos elementos políticos que se habían expresado electoralmente el 7 de octubre de 2012, cuando el Comandante- Presidente ganó su última batalla. A esa confusión se agregó una prolífica campaña de guerra psicológica, generadora de miedo, revezamiento, y finalmente, desencanto o desmovilización. Contribuyó el hecho del intento de re-apropiación del simbolismo político e histórico de la figura de Bolívar, a través de la organización del Comando Simón Bolívar por parte de las fuerzas políticas agrupadas alrededor de la denomina Mesa de Unidad Democrática (MUD), que aglomera a la oposición al proyecto revolucionario bolivariano. Maduro, desde el mismo momento de su designación el 9 de diciembre, por parte del Comandante-presidente como candidato ante un eventual – e inesperado – escenario fatal fue objeto de una feroz iniciativa de ataque, que se extendió hasta el momento mismo de su elección el 14 de abril de 2013. Lo que afirmamos, es que Maduro vio arrebatado – por la circunstancia histórica- la iniciativa que había mantenido Chávez en el marcaje y señalización del camino en el proceso de discusión política en Venezuela.
Maduro debió resistir el decaimiento emotivo ante la desaparición física del Comandante, afrontar la recomposición de las fuerzas internas del PSUV, que mantenían una cohesión monolítica ante Chávez, al mismo tiempo debió demostrar las razones que llevaron a su designación, imponiendo – en un sentido democrático y popular- su propio liderazgo. Todo ello, ante el bombardeo informativo – a través de operaciones psicológicas OPSIC- del cual es objeto Venezuela, a través de una perfecta articulación massmediática de las cadenas trasnacionales de la información (Clarín y La Nación en Argentina, El Tiempo en Colombia, El Mercurio en Chile, ABC y El País en España, El Nacional y El Universal en Venezuela, entre otros). Afirmamos que Maduro entre el momento de su elección en abril de este año, hasta sus decisiones en contra de la Guerra Económica anunciadas hace pocos días, había visto arrebatado el protagonismo político, que acaba de recuperar.
Lo recupero en el mejor momento, cuando la Guerra como continuación de la política por otros medios y en este caso, la Guerra Económica como continuación del esfuerzo geopolítico y estratégico de crear desbalance en el Bloque de Poder constituido desde y por la figura, la presencia y el liderazgo de Chávez. Maduro resistió – y con él los venezolanos comprometidos con una respuesta contrahegemónica al capitalismo- una andanada de acciones en diversos frentes. En el comunicacional-simbólico, a través de la campaña de desprestigio acerca de sus capacidades y actitudes; que son al mismo tiempo una manifestación de la cruenta lucha de clases en la que se encuentra el proceso venezolano. Sí contra Chávez, la guerra era contra un zambo (unión de negro e indio) que pretendió ejercer el poder a través de un Bloque Histórico que incluyó a los sujetos históricamente excluidos e invisibilizados; con Maduro la guerra es contra su condición de presidente-obrero, no letrado y por lo tanto, en esta vertiente liberal que pretende imponerse, no capacitado para gobernar. El problema es que Maduro busca gobernar basado en la ampliación del poder popular y por eso, la estrategia del Gobierno de Calle.
Otra acción se desarrolla en el campo internacional-geopolítico. El esfuerzo por aislar la posición que construyeron Chávez y Maduro como Canciller, que posicionó a Venezuela cómo una potencia emergente, no en un sentido de dominación y expansión imperial, sino con la visión de quién busca consolidar su Independencia y Soberanía, en un mundo que por imponer la globalización, atenta contra esos dos conceptos vitales para hablar de un Nación. Y finalmente la estrategia multifocal (social-política y cultural).
La convocatoria a una acción insurgente y movilizadora, para responder a la Guerra de Desgaste, que busca hacer claudicar el Proyecto Bolivariano es una necesidad histórica; por eso la importancia del develamiento de la estrategia o intención hostil planteada en diversos frentes y cuyo último objetivo es lograr hacer claudicar al sujeto político que despertó el Comandante Chávez con su acción revolucionaria: el pueblo-pobreza, siempre subyugado y excluido pero ahora protagonista y al mismo tiempo, mal ejemplo de emulación en Nuestra América, que sigue siendo importante para los intereses geopolíticos de los EEUU. La ofensiva de Maduro, es la ofensiva de los sujetos sin voz que no están dispuestos a perder los derechos que con tanto dolor, han alcanzado.
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