El detonante de los disturbios lo provocó la Policía al matar a un inmigrante de 69 años de edad, en el suburbio de Husbey. Según la versión oficial era un enfermo mental y las fuerzas del orden actuaron en defensa propia al ser amenazados con un hacha o machete. Pero el caldo de cultivo que provocó se extendieran tan rápidamente los actos extremos fue el resentimiento que se venía incubando ante expresiones sociales de desconsideración o racismo hacia las minorías, particularmente turcos, somalíes, sirios e iraquíes, según afirma un especialista en un artículo de prensa. Todo indica que crece en esa nación una ideología de rechazo al "otro", una cierta inquietud social aupada por un partido antinmigratorio y con raíces neofascistas.
Evidentemente existe una discriminación subyacente en esa sociedad, impresión también avalada por los comentarios de ciudadanos sobre cómo los propios agentes del orden arremetían contra los jóvenes inmigrantes, con groseros improperios.
El otro detalle de importancia, imposible de no tener en consideración, son los problemas económicos, no tan agudos como en otras partes del propio continente, pero presentes. La política de recortes del seguro de desempleo, de las ayudas sociales y en educación ha contribuido a situaciones de marginalidad. Y es que, aseveran diversos comentaristas, en los últimos siete años los gobiernos de centroderecha han descuartizado variados beneficios sociales.
Algunos datos se han hecho públicos: un tercio de los jóvenes de entre 16 y 29 años en algunas de las áreas más deprimidas de las grandes ciudades ni estudian ni trabajan. Estas zonas afectadas tienen en común una alta densidad de población de origen inmigrante.
Otro fenómeno nada grato emergió durante los altercados callejeros, pues en algunos sectores salió una contrapartida, grupos de neonazis, que atacaron a los jóvenes forasteros en una acción que se repitió varias veces durante la semana de las protestas. Sin embargo, la paradoja está en que a los grupos de extrema derecha no los apresaron, porque, al decir del portavoz de la Policía, nadie cometió ningún delito.
Estos hechos abrieron el debate en el Parlamento sobre la forma de abordar el paro juvenil y la entrada de inmigrantes en el país nórdico. Casi una decena de miembros de los partidos políticos suecos de variadas corrientes discutieron las causas de los recientes levantamientos. Los izquierdistas denunciaron la marginación y falta de empleo de jóvenes en las citadas localidades, donde se escenificaron los choques de manifestantes y policías antidisturbios.
Entre otras fuentes, el diario Aftonbladet destacaba que los disturbios representan un gigantesco fracaso de una política gubernamental que ha llevado al aumento de los guetos en los barrios. Asimismo, observadores puntualizaron que las revueltas pueden ser una respuesta colectiva y espontánea al desempleo, las escuelas empobrecidas y el racismo estructural, causas subterráneas de lo que está sucediendo hoy en día.
Una vez más se repite en otra área de la geografía europea actual la protesta ciudadana. Cabe preguntarse, ante el incremento del enojo de las sociedades, qué será del Viejo Continente en el futuro próximo.
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