Por JESSICA CASTRO BURUNATE.- Una historia perdida entre tantas, de esas que colman de realidad lo que al principio fue solo idea o utopía. Noelia González Monterrey tiene ya 81 años y su vida está llena de esos momentos que cambian el rumbo de una nación. De hablar pausado, como si reposara sobre el tiempo, esconde tras sus ojos claros, libres de cicatrices, la energía y la fuerza de quien comienza. Maestra, madre, mujer, su historia no es sencilla de contar: la entrega y el compromiso nunca lo son.
Para quienes vivieron el triunfo revolucionario casi siempre este les resulta complejo de narrar, tal vez por la intensidad o la velocidad con la que se transformó la realidad. En esa vorágine de los inicios se ubica el cambio en el panorama de la mujer. Su incorporación activa constituyó un logro significativo para la legitimidad del proceso, sustentado ideológicamente en principios de igualdad social y democracia.
Noelia cuenta una historia que comienza, como muchas otras, en el seno de una familia humilde. Nació en San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Río. Con ascendencia tabacalera, su infancia la recorrió entre la selección y el ensartado de esta hoja, uno de los símbolos de Cuba a nivel mundial. Pero su destino le reservaba otras señas, más distantes de la tierra, aunque regresaría a ella en otros escenarios. Cursaba el cuarto año de la Escuela Normal cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro hace el primer llamado para Maestros Voluntarios. Dejó la comodidad de la ciudad y se incorporó de inmediato a la Brigada.
Vilma, junto con Fidel y Raúl en el 2º Congreso de laFederación, en 1974.
De los mil 412 maestros voluntarios que acudieron a la Sierra Maestra, aproximadamente 50 por ciento eran mujeres. En el discurso inaugural de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) Fidel declara: “las mujeres acudieron en una proporción igual que los hombres, para soportar una prueba dura, la prueba de las montañas…La mujer está realizando una tarea activa y la mujer, organizada, puede contribuir grandemente a hacer desaparecer los últimos vestigios de discriminación”.
Sin hacer una pausa larga, como si no tuviera importancia, me dice: “Estuve tres meses en Minas de Frío, pasando las vicisitudes más grandes que se puedan imaginar. Hubo quince días de lluvias torrenciales, día y noche, acostados en la hamaca y solo con un nailon para cubrirnos”.
Recuerdo entonces sus peros para concederme la entrevista y el titubeo inicial: “No sé si mi historia dé lo que necesitas”.
De Minas de Frío fueron distribuidos por varias partes de la región oriental. A Noelia le tocó trabajar en Sagua de Tánamo, hoy en la provincia de Holguín, en un lugar llamado Arroyo del Platanal. Las clases duraban todo el día: por la mañana a los niños, por el mediodía a las amas de casa que no podían asistir a la escuela en otro horario y después por la noche a los campesinos. “Ahí me quedé tres años”.
Las muchachas que salían de la casa de sus padres, con destino a un intrincado lugar de la geografía nacional, conformaron otra visión de la mujer cubana. Mientras hacían posible que Cuba fuera el primer territorio libre de analfabetismo en Latinoamérica, dieron muestras de otras formas de entrega y compromiso, más allá de las tradicionalmente reservadas para el cuidado de la familia, y que no por ello abandonaron.
Así reflejó BOHEMIA la constitución de la
Federación de Mujeres Cubanas hace 55 años
“Cuando regresé para La Habana me casé y seguí por un tiempo dando clase como maestra sustituta en diferentes escuelas primarias. Al poco tiempo nos fuimos para la Isla de la Juventud, porque a mi esposo lo ubicaron allá; comencé a trabajar en Recursos Hidráulicos como parte del programa de desarrollo agropecuario del país. Mi hijo ya había nacido y de esta forma me resultaba más fácil cuidarlo, el trabajo me quedaba más cerca de casa”.
Cuando regresa se incorpora a una unidad de la Empresa Eléctrica como jefa de personal y de ahí a una clínica estomatológica hasta su jubilación. Por diferentes motivos no regresó al magisterio, pero no hay un conflicto escondido entre sus palabras. “Siempre intenté que el trabajo o las tareas que realizaba, no interfirieran con la atención a mi familia”.
En el momento eran muchas las luchas, contra la violencia de género, la prostitución, y otros males sociales que afectaban directamente a las mujeres. Todos aquellos fenómenos que de una manera u otra entorpecían el desarrollo de un proceso que buscaba revolucionar cada esfera de la vida.
La FMC se ubicó al centro de estas transformaciones desde una doble condición. Por una parte organizaba a las féminas del país para brindar su apoyo al proceso revolucionario desde múltiples posiciones, incluida la defensa civil y los planes de la agricultura, a la vez que fungía como núcleo para potenciar los nuevos espacios que se abrían en la sociedad cubana y velar por el cumplimiento de los derechos, ya reconocidos pero no siempre asumidos como tales, de este grupo. En este sentido, la mayoría recuerda, desde el mismo triunfo revolucionario, los programas de superación y reinserción social de las mujeres que tenían como medio de sustento la prostitución. Pero tal vez lo más complejo, y lo sigue siendo, era la batalla personal para defender la libertad primera de decidir qué camino seguir.
Mi entrevistada recuerda bien aquellos momentos de cambio hacia una perspectiva que hoy es bandera de tantas mujeres cubanas. “Al principio costó trabajo, todavía había mucho machismo y había hombres que simplemente no entendían la salida de casa de sus esposas para trabajar o simplemente ayudar en lo que hiciera falta. Pero poco a poco se llegó a hacer conciencia y las mujeres dejamos de permitir estas prohibiciones”.
En uno de los pocos momentos que pierdo a Noelia de vista, cuando tan solícita se dirige a la cocina, pienso en la Federación como el motor impulsor de una voluntad política asida a nuevas concepciones sobre la relación de la mujer con el trabajo, la vida pública e incluso la familia. Y en una labor que debe continuar en tanto el pleno reconocimiento de la igualdad de género es aún otro de los pendientes del proceso. Cuando aún restan cuestiones como la promoción de una cultura del derecho que visualice efectivamente fenómenos como el acoso sexual y todas las formas en que se expresa la violencia de género, y la revitalización, ya a un nivel más práctico, de los Círculos Infantiles, hoy con grandes dificultades.
Veo los saltos del tiempo en significados que se reconstruyen según la generación: “Las tareas de la federación siempre las tuve muy presentes, para mí era muy importante sentirme partícipe del proceso, ya fuera a recoger papas o cítricos, o asistir a cada una de las reuniones en la noche. El hecho de que todas las mujeres pudieran incorporarse, ya fueran trabajadoras o amas de casa, y ser útiles de alguna forma, significaba mucho”.
Como muchas otras mujeres cubanas que superan los 60 años de edad, Noelia se formó al paso de la Revolución, vivió cada logro y obstáculo, y se enorgullece de haber participado activamente en ellos, de dar su granito de arena siempre que se necesitara.
Vilma en la Memoria
Hay quien dice que la Federación es Vilma. Y si bien también es cierto que sus logros son resultado del trabajo conjunto de muchas mujeres, desde su fundación el 23 de agosto de 1960, rara vez puede separarse una de otra.
Vilma Espín Guillois ganó el título vitalicio de Presidenta de la organización, junto a un lugar privilegiado en la memoria de las mujeres cubanas, especialmente las que compartieron con ella aquellos momentos complejos de transformación y lucha.
Con ternura y vitalidad características condujo el camino hacia el reconocimiento de los derechos de la mujer, entre ellos el de una participación activa en todas las esferas de la vida social sin ser objeto de ninguna clase de discriminación.
Vilma no solo es el rostro y alma de la federación. Como la describiera Celia Hart, fue también “alma de la familia cubana”; representante de millones de otras mujeres que a través de la historia acompañaron el destino de esta nación. En “Mensaje de amor a destiempo”, Hart describe con extrema sutileza la profundidad de su esencia: “Vilma nació rica, hermosa e inteligente. Todas las categorías de las clásicas princesas de los cuentos de hadas. Pero su palacio encantado fue la lucha revolucionaria y su príncipe azul un pequeño rebelde con rostro adolescente.”
La familia cubana fue su rosa: ese valioso bien que se cuida y riega para hacerlo crecer, para despojarlo de toda suerte de males y pueda mostrarse entonces en todo su esplendor. Así, unida y fuerte, irremediablemente ligada al destino de la patria.
La apertura de los Círculos Infantiles el 10 de abril de 1961, bajo su mirada atenta, constituyó un notable paso en el camino de potenciar la inserción social de la mujer cubana sin que por ello renunciara a su condición de madre.
Y tal vez es este proyecto la razón cotidiana para traerla a la memoria, cuando el ajetreo diario invade el pensamiento de las madres trabajadoras. Porque su labor no se construyó sobre discurso y abstracción, sino sobre el principio de transformar la realidad diaria, hacerla más humana y digna, de las cubanas que salían cada mañana a hacer Revolución.
Junto con Celia, Haydée y Melba, fue la imagen femenina del proceso revolucionario. Para muchas, un núcleo de fuerza e inspiración que las acompañaba y guiaba, no desde la distancia sino desde el calor que emanaba su espíritu. Como quiso que fueran, ella misma se hizo ejemplo de la mujer cubana que conoce los pesares de su tiempo y se sumerge en ellos para encontrar soluciones.
Desde el año 76, estuvo entre los 31 miembros del Consejo de Estado e invariablemente, hasta que su salud lo impidió, destacó por sus aportes en diversos debates concernientes a la realidad del país. Asimismo, su presencia fue de gran valor en la Comisión Permanente de Trabajo de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de Derechos de la Mujer de la Asamblea Nacional del Poder Popular, desde la que se discutieron y aprobaron numerosas legislaciones. Resultado de sus acciones y pensamiento es también el Código de la Familia Cubana, del año 1975.
Sin duda fue Vilma digna heredera de la más auténtica estipe de la mujer cubana. Esa que, sin perder la ternura, es ejemplo de entereza y disposición, de pensamiento y accionar revolucionario, acorde con lo más sentido de su época y con la mirada que la trasciende.
DEFENDER, DESDE MI PEDACITO
El rostro siempre sonriente de Vilma
devino símbolo de la Federación.
En la foto junto a otra de nuestras
heroínas, Celia Sánchez Manduley
“Soy revolucionaria. Desde pequeña detesté las injusticias; veía los maltratos a los trabajadores por parte de los dueños de las fincas, los abusos de poder, la represión y la violencia contra quienes no estaban de acuerdo con lo que pasaba. Y para mí apoyar y defender, desde mi pedacito, lo que cambió esas cosas me enorgullece enormemente. Es lo más grande que he hecho, haber estado ahí”.
La historia siempre selecciona nombres aun cuando es el andar cotidiano de la gente quien le da su verdadero sentido. Asombran las pocas líneas en las que se puede resumir la existencia de una persona; y la vida parece repetirse, sin embargo es única, llena de grandes momentos de los que a veces no nos sentimos protagonistas, aun cuando son esos esfuerzos diarios los que conforman el espíritu de una época.
Cuando supera las ocho décadas de vida, las labores del hogar no terminan por agotarla, sigue presentándose dispuesta a cuanto se le convoque y después de tantos años se reconecta con sus inicios en una comisión que apoya a las escuelas de la zona en el trabajo con los estudiantes con problemas de asistencia a clase, o cualquier otra necesidad del centro. “Mi única insatisfacción es que ya no tengo las fuerzas de antes para hacer más”.
CON LA IMPRONTA DE ESTOS TIEMPOS
POR MARILYS SUÁREZ MORENO
POR MARILYS SUÁREZ MORENO
Teresa Amarelle Boué, actual secretaria
general de la FMC reitera el compromisode la organización con el momento actual
“Es una afirmación en la que NO cabe ninguna duda”, expresó a la revistaMujeres su secretaria general. “Sin embargo, pensar que 56 años de Revolución y 55 de creada nuestra organización son suficientes para borrar los patrones de la influencia de una cultura patriarcal, es un error”. Según Teresa Amarelle Boué, en la subjetividad de las personas se manifiestan concepciones discriminatorias que requieren acciones que van desde las políticas públicas hasta la atención personalizada
En entrevista concedida a Isabel Moya e Iraida Campo, directora y subdirectora de la revista Mujeres, respectivamente, la secretaria general de la FMC Teresa Amarelle Boué ratificó que en ese accionar femenino radica la vigencia que mantiene la organización, inmersa en los desafíos que significan las nuevas condiciones económicas y sociales del país y que demandan la existencia de una poderosa organización de masas capaz de involucrarlas en contextos de igualdad.
“Su condición de mecanismo nacional para el empoderamiento de las mujeres y el logro de la igualdad de oportunidades hacen también de nuestra organización un factor importante para el desarrollo del socialismo próspero y sostenible que estamos construyendo”, afirmó. En opinión de Amarelle, la FMC ha cumplido las expectativas para la que fue creada y ha impuesto retos que se enfrentan con la impronta de estos tiempos.
En sus declaraciones a Mujeres, Teresa Amarelle Boué significó la necesidad de continuar trabajando en la sensibilización de temas que aborden asuntos relacionados con el desempeño adecuado de la familia como pilar de la sociedad, con sus derechos, la salud, la educación, la formación de valores, la lucha contra la violencia hacia las mujeres y las niñas y la violencia generalizada que se aprecia en la actuación de algunas personas y que se reproduce en materiales audiovisuales a los que estamos expuestos en la cotidianidad y requieren de un enfrentamiento enérgico de todos y todas.
Preguntada sobre el proceso 55 aniversarios, que ha trascendido las meras reuniones formales para proyectarse como nuevos estilo de trabajo, la secretaria general de la FMC expresó:
“No queremos que se asocie el funcionamiento de nuestra organización solo con la realización de reuniones. Tal pareciera que si no convocamos reuniones en la delegación, no funcionamos, y se desconocen muchas de las acciones que realizamos en la comunidad y que requieren más el trabajo individualizado con personas o con familias. Por ejemplo, cuando identificamos a una muchacha con riesgo de prostituirse y nos acercamos, conversamos, tratamos de persuadirla y la orientamos sobre las oportunidades que tiene desde el empleo, el estudio, en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia (COMF).
Relacionó las acciones que realiza la organización femenina de conjunto con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social para que no quede ninguna mujer desempleada, la atención a las trabajadoras por cuenta propia y a quienes se han incorporado a la modalidad de cooperativas no agropecuarias, y lo tradicional de la vinculación que se tiene con las campesinas y las mujeres rurales en general.
Habló de las alianzas con la Fiscalía General, lo ministerios de Educación, Educación Superior, Justicia, Salud y con algunos de los grupos de la Comisión de implementación de los Lineamientos. Y se refirió también a la presencia de mujeres jóvenes en los secretariados, como parte de la continuidad y renovación de la organización. Al respecto, dijo que era un proceso positivo, que va mucho más allá del tránsito, sobre todo a nivel de las comunidades, de la conducción de la organización a las nuevas generaciones.
Con más de cuatro millones de federadas en sus filas, un 43% de ellas jóvenes, reclamó de su promoción aún más para aprovechar toda la riqueza de la convivencia de experiencia y juventud en el perfeccionamiento de la organización.
“Considero que lo más hermoso que tiene la FMC es el vínculo con las mujeres. De ellas se aprende todos los días”, concluyó Amarelle Boué. (Tomado de la edición digital de la revista Mujeres).
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