viernes, 3 de julio de 2015

El ataque de los medios: manipulación de la realidad

El 21 de febrero de 2014, el entonces presidente Viktor Yanukovich y los líderes de la oposición firmaban junto a los ministros de exteriores de varios países de la Unión Europea, y en presencia de Rusia, un acuerdo que debía acabar con la crisis política que habían supuesto los meses de protestas en Maidan. Yanukovich aceptaba dejar gran parte de su poder como presidente en manos de un Gobierno de unidad que
debía garantizar la estabilidad del país hasta las elecciones anticipadas. Al día siguiente, Yanukovich era derrocado y se veía obligado a huir del país.

Culminaba así lo que para una parte fuera una revolución de la dignidad y, para la otra, un golpe de Estado. Terminaba la fase más política de las protestas de Maidan y comenzaba, casi inmediatamente, la ola de protestas en el este del país. Estas eran la consecuencia  de las primeras medidas del Gobierno de Yatseniuk, principalmente la derogación de la ley que permitía la cooficialidad de un segundo idioma en el caso de que lo hablara al menos el 10% de la población. Esta medida afectaba principalmente a las regiones del este del país, parte de Rusia hasta la etapa soviética, donde el ruso es la lengua vehicular.

En esas primeras manifestaciones la población portaba ya banderas rusas, símbolo evidente de la cultura y el idioma que trataban de proteger. Y pese a que en aquellos momentos, en febrero y marzo de 2014, ni siquiera se había planteado aún la exigencia de autonomía, que aparecería en abril, o la de independencia, que aparecería en mayo para no dejar de crecer a medida que Ucrania lanzaba su operación antiterrorista, los manifestantes eran ya calificados de pro-rusos.

A lo largo de 2014, a medida que se fortalecía la rebelión en Donbass, avanzaba la guerra y llegaba la durísima derrota de Ilovaysk, el Gobierno ucraniano y parte de la prensa occidental comenzaban a dejar de lado los términos rebeldes pro-rusos o rebeldes apoyados por Rusia para empezar a sobrestimar de forma deliberada el papel de Rusia en las acciones militares. Se empezaba a hablar entonces de las grandes columnas de tanques rusos que cruzaban la frontera para enfrentarse a las fuerzas ucranianas. Pero ninguna de esas columnas fue fotografiada o detectada por los observadores de la OSCE. En una entrevista en Kiev, Michael Bociurkiw, portavoz de la misión de observación de la OSCE, admitía no disponer de pruebas de la ayuda militar rusa, aunque insistía en que eso no suponía la certeza de que no existiera.

Pese a la inexistencia de pruebas gráficas convincentes de la masiva presencia rusa en Donbass, el Gobierno ucraniano ha continuado denunciando la presencia rusa en Ucrania, calificada como intervención primero, invasión más adelante y finalmente como ocupación. Siguiendo la misma evolución, la prensa ha considerado como ruso cualquier vehículo militar acompañado por una bandera rusa, aunque las banderas rusas han convivido, y siguen conviviendo hoy, con las de Donetsk, Lugansk, Novorrusia e incluso con la de la Unión Soviética. Pero a medida que ha avanzado la guerra, la necesidad de probar la procedencia de soldados o vehículos militares ha desaparecido. Al contrario que al principio de la guerra, cuando la prensa buscaba evidencias de toda presencia rusa, ahora mismo se da como un hecho cierto.

El 30 de junio de 2015, The Daily Beast publica un artículo en el que afirmaba haber descubierto una base rusa en los alrededores de Volnovakha, al sur de la ciudad de Donetsk, algo que, en caso de confirmarse, supondría la primera prueba real de la presencia militar rusa y de sus intenciones ofensivas. Hasta el momento, la única presencia militar del ejército ruso en Donbass (más allá de los voluntarios rusos, cuya presencia jamás se ha negado) es la del equipo liderado por Alexandr Lentsov, que trabaja desde noviembre de 2014, invitado por el propio presidente Poroshenko, junto a la OSCE y al ejército ucraniano, monitorizando el cumplimiento de la tregua.

El reportaje de The Daily Beast cuenta con imágenes aéreas en las que, a lo largo de varios días, se muestra una base militar que aumenta en tamaño. “Drones encuentran una base militar rusa en Ucrania”, afirma el reportaje, que no aporta prueba alguna de que se trate de una base rusa y no de una base de la República Popular de Donetsk o incluso del ejército ucraniano, ya que todas las partes utilizan armamento similar. “Más guerra es inevitable”, proclama.

El reportaje está basado en una serie de imágenes captadas por los drones de reconocimiento del batallón voluntario Dnepr-1. Estas muestran efectivamente una base militar aunque no hay en ellas evidencia alguna de que se trate de tanques rusos. Las imágenes muestran los elementos habituales de una posición militar: tanques, vehículos de apoyo, una cocina, tiendas de campaña para los soldados, y no hay en ellas elemento alguno con el que pueda identificarse al ejército de Rusia. Y pese a la idea que transmite el reportaje, que abiertamente sugiere una ofensiva rusa, el vídeo tampoco prueba el carácter ofensivo de la posición. En un momento dado, la propia rotulación señala a unos bloques de cemento “para construir construcciones defensivas”.

El batallón Dnepr-1, visitado hace escasos días por el senador John McCain en su más reciente intento de presionar al Gobierno estadounidense para que suministre armamento al ejército ucraniano, está comandado por Yuriy Bereza. Se trata de un veterano de la lucha por conseguir armamento americano para Ucrania. No es la primera vez que Bereza, que en febrero llamó a “quemar Crimea, si es necesario con todos sus residentes” y que en anteriores ocasiones se ha mostrado decidido a atacar Rusia, trata de probar, sin éxito, la presencia rusa en Donbass.

En noviembre de 2014, una delegación ucraniana se reunía, en una gira por Estados Unidos cuyo único objetivo era conseguir armamento estadounidense para el ejército ucraniano, con el senador Jim Inhofe. Fundamentalmente formada por parlamentarios, Bereza y Semenchenko entre ellos, la delegación trataba de probar la intervención rusa mostrando una serie de fotografías de columnas de tanques rusos que, para vergüenza del senador, iban a ser desmentidas por la prensa más adelante. En realidad, aquellas fotografías no mostraban tanques rusos en Ucrania, sino camino a Osetia del Sur en 2008.

La delegación ucraniana contaba también con un estadounidense, Phillip Karber, que disculpó a Bereza cuando este declaró haber entregado al senador Inhofe únicamente fotografías tomadas por sus hombres en agosto-septiembre de 2014. Karber, miembro de la Fundación Potomac y profesor de Georgetown, es uno de los grandes defensores de militarizar el conflicto.  En un acto junto al que fuera comandante de las fuerzas de la OTAN en Europa Wesley Clark, Karber abría la puerta a la posibilidad de que voluntarios estadounidenses se unieran a las fuerzas ucranianas en caso de que Rusia violara el alto el fuego pactado en Minsk.

El compromiso de Karber con Ucrania, y con la demonización de Rusia que acompaña al actual conflicto, está más que acreditado. En Georgetown, Karber participó junto a Andriy Parubiy en un seminario académico que presentó a este líder de Maidan en su gira en Norteamérica. En esa gira de febrero de 2015, Parubiy se reunió con altos cargos de la política tanto en Estados Unidos como en Canadá en busca de un acuerdo para que ambos países suministraran armas al ejército ucraniano.

En paralelo a la gira de Parubiy, otra figura de Maidan, Ivan Rodichenko, realizaba un intento similar de obtener financiación para las fuerzas ucranianas, en este caso para los batallones voluntarios. El ejército ucraniano se encontraba entonces en el momento más duro de la campaña de invierno. Con Debaltsevo a punto de caer en manos de las milicias, que habían sitiado días antes la localidad, Rodichenko buscaba financiación entre la diáspora ucraniana. Promocionaba su crowdfunding, con el que pretendía equipar a su batallón, el Kievan Rus, y a otros batallones voluntarios, a los que el Gobierno no dedicaba los fondos necesarios. Rodichenko alababa la épica de la lucha ucraniana contra el invasor ruso y no dudaba en explotar el victimismo de la lucha ni en sus actos con la diáspora ni en sus apariciones mediáticas.
Junto a Rodichenko aparecía esos días en CNN, MSNBC y otras cadenas Michael Weiss. Con su colaboración con Peter Pomerantsev, su participación en el Legatum Institute y ahora como editor en The Daily Beast, Weiss es una de las voces habituales entre quienes quieren presentar la guerra en Donbass como un conflicto entre Rusia y Ucrania. Weiss ejerció en esos días de febrero de portavoz de Rodichenko, repitiendo su versión de la épica de la guerra, una versión moderna de David contra Goliat en la que los viejos AK-47 ucranianos se enfrentaban a los tanques rusos.

Michael Weiss es también editor-jefe de The Interpreter, financiado por el Institute of Modern Russia, cuyo presidente es Pavel Khodorkovsky, hijo de Mijail Khodorkovsky. Por aquellas fechas, el 17 de febrero, The Interpreter publicaba una traducción de un artículo de Ivan Rodichenko sobre un episodio ocurrido en verano en la región de Chernigov, al norte de Kiev. En su primera misión militar, Rodichenko narraba una noche en la que su comandante, Vysota, informaba al personal de la inminente invasión rusa:

“‘¡La Federación Rusa puede invadir Ucrania! Hay un enorme grupo de 17.000 enemigos a lo largo de la línea de Chernigov. Infantería, 300 tanques, 500 blindados, 100 sistemas Grad, aviones, helicópteros y demás’. Y entonces, el comandante dijo lo más importante. ¡Solo había 1500 de nosotros en la frontera, incluyendo nuestro batallón, lo que suponía que aguantaríamos solo siete minutos de batalla!”

El batallón regresaba a sus barracones tras toda la noche de guardia esperando una invasión que evidentemente no iba a llegar, ya que Donbass, donde se producía el conflicto, se encuentra a cientos de kilómetros de esa zona. “Se había evitado la invasión rusa. Los políticos habían llegado a un acuerdo, la diplomacia había funcionado…”, afirmaba Rodichenko de este supuesto intento de invasión. The Interpreter no sentía la necesidad de aportar evidencias sobre esos 300 tanques y 500 blindados preparados para invadir Ucrania por el lugar más inesperado, igual que no necesita hoy pruebas para afirmar que Rusia amasa tropas en la supuesta base ubicada entre Donetsk y Mariupol.

Resulta llamativo que la información publicada en The Interpreter se convierta a su vez en fuente para otros medios como The Daily Beast. “El 17 de junio, nuestro equipo de The Interpreter informaba de evidencias tomadas de las redes sociales de la presencia de un campo de entrenamiento en Razdolnoye, equipado con tanques, infantería, vehículos de combate y lanzacohetes Grad”, dice el reportaje. Dicha información de The Interpreter informa de un campo de entrenamiento y de tanques y sistemas antiaéreos, “seguramente” suministrados por Rusia, para pasar a especular sobre uno de los milicianos a quien, sin evidencia alguna, acusa de ser parte del servicio secreto ruso. Esa especulación es suficiente para ser considerado una fuente fiable por The Daily Beast, tan obsesionado con presentar el conflicto como una guerra entre Rusia y Ucrania que el 2 de mayo de 2015 iniciaba su artículo sobre el primer aniversario de la masacre de Odessa presentando los hechos como “choques entre rusos y ucranianos”. A lo largo del día, se modificaba para describir choques entre “pro-rusos y pro-ucranianos”, que aunque tampoco es exacto, se acerca más a la realidad.

El peligro de una ofensiva al sur de Donetsk y hacia Mariupol es evidente según The Daily Beast. Con la información que presenta, entiende que “el rápido desarrollo de esta base sugiere que el momento para dicho ataque se está acercando”. Esa información está corroborada por la aportada por el Gobierno ucraniano, que dice esperar esa ofensiva rusa.

El hecho de que la República Popular de Donetsk haya dado orden de desmilitarizar Shirokino y de retirar sus tropas, que habían luchado durante meses para mantener esta localidad, última posición de la milicia antes de Mariupol, sugiere que de The Daily Beast se equivoca, como se equivoca gran parte de la prensa, cuya narrativa se corresponde exactamente con la el Gobierno de Ucrania.

La prensa parece haber olvidado que es su labor comprobar de forma independiente las afirmaciones de los gobiernos. Dando como hecho cualquier especulación, la prensa repite de forma absolutamente acrítica cualquier afirmación, muchas de ellas interesadas, del Gobierno de Kiev. Se llega así al absurdo de que el presidente Poroshenko pueda afirmar a principios de junio que Rusia cuenta con 9.000 tropas en Donbass, tropas que tres semanas después parecen haber aumentado a 200.000 sin que el periodista sea ni siquiera capaz de preguntar cómo el presidente ha llegado a ese número.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Añade tu opinión sobre este artículo