A finales de diciembre de 2014 conocíamos que activistas y supervivientes de la masacre del 2 de mayo en la Casa de los Sindicatos habían sido entregados a la República Popular de Donetsk como prisioneros de guerra. Vladislav Wojciechowsky, superviviente del 2 de mayo y detenido en Odessa el septiembre de 2014, era uno de ellos. Ahora, desde Alchevsk y como miembro de la brigada Prizrak, el propio Wojciechowsky cuenta el resto de la historia: qué pasó realmente en el campo de Kulikovo, cómo fue detenido y encarcelado, intercambiado por soldados ucranianos capturados en la guerra y cómo llegó a la milicia de la República Popular de Lugansk.
Entrevista de Dmitry Rodionov para Svobodnaya Pressauc
Hace tiempo que conozco a Vlad Wojciechowsky. Tiempo atrás, antes de Maidan, que ha marcado un antes y un después en la historia y ha destruido Ucrania como estado, me gustaba ir a Odessa, reunirme con los activistas locales de Borotba, incluido Vlad. Por la noche nos sentábamos en los ruidosos patios de Odessa, paseábamos por el bulevar Primorsky y discutíamos el futuro de la lucha política. Recuerdo que en una de mis últimas visitas criticábamos duramente a Yanukovich y pensábamos lo genial que sería Ucrania sin él. Esto fue, parece ser, hace dos años.
Y ahora, dos años después, volvemos a estar juntos en las trincheras, colocando ametralladoras en sus parapetos, observando los movimientos de los ucros en un puesto de control. La curiosa ironía del destino. Vlad fue uno de los participantes más activos del movimiento Antimaidan de Odessa desde el principio y estaba en la Casa de los Sindicatos el 2 de mayo. Como otros activistas, se vio obligado a huir a Crimea tras la brutal represión de la junta contra la oposición en el Campo de Kulikovo. Volvió a Odessa a finales del verano y fue detenido y encerrado por el SBU. A finales de diciembre, fue intercambiado por soldados ucranianos capturados y se encontró en Novorrusia. Las autoridades ucranianas requisaron su documentación, por lo que no puede abandonar el país. Pero esto no es excesivamente sorprendente. Parece que ha encontrado su sitio aquí, en el departamento político de la brigada Prizrak. Nos sentamos en el cuartel general de Alchevsk y recordamos.
¿Había seguidores de Maidan en Odessa?
Claro, tuvimos un Maidan desde el principio, un pequeño número de personas, varios cientos de media, que se juntaban alrededor de un monumento al duque, pero nadie les tomaba en serio: eran imbéciles, ¿cómo iban a tomar el poder? Nadie trató siquiera de dispersarlos. Y los odessitas simplemente no los apoyaban.
¿Cómo los trataban las autoridades locales?
A las autoridades les entró algo de pánico. Durante la defensa del consejo municipal, ya habíamos pasado allí tres noches, la televisión informó de que Yanukovich había propuesto a Yatseniuk como presidente del Gobierno. Fue una llamada de atención porque demostraba que no había otra forma de tratar con ellos. Yatseniuk finalmente lo rechazó, entonces ya tenía claro que el poder había cambiado completamente de manos. Así que hubo pánico en las autoridades locales, no sabían qué hacer.
¿Cómo surgió el movimiento del campo de Kulikovo?
Resultó que la defensa del consejo municipal había atraído a gente de diversas organizaciones, incluyendo algunas contra las que habíamos protestado antes, como “Unidad Eslava”. Se tomó la decisión colectiva de crear un consejo unificado para construir una verdadera resistencia popular contra Maidan. Se unieron todas las fuerzas Antimaidan. Nació el movimiento del campo de Kulikovo, porque la primera concentración se celebró en el campo de Kulikovo. Hubo un tiempo en el que había allí una estatua de Lenin, antes de que fuera derribada y trasladada a otra zona de la ciudad. Es una zona enorme en el centro de la ciudad. En la primera concentración que se celebró allí éramos unas 10.000 personas. Solo era una concentración, aún no era una manifestación. Antes de esto, la protesta más grande que había visto en Odessa fue la del Partido Comunista el 24 de enero de 2009 contra la vulneración de los derechos de los trabajadores. Había unas 900 personas entonces.
Y aquí nos habíamos reunido unos 10.000 y desde el escenario se anunció que no íbamos a irnos a ninguna parte, que íbamos a crear un campamento. Al mismo tiempo se creó un equipo de defensa popular, chicos jóvenes con bates que tenían que proteger el campo de Kulikovo. Y el 16 de marzo se celebró la primera manifestación: atrajo a 20.000 o 25.000 personas. Todos creían que podía haber un cambio de poder.
¿Había euforia por la victoria?
¿Qué pasó el 2 de mayo?
El día anterior, el 1 de mayo, tuvimos un pequeño acto por el día del trabajo: celebramos una manifestación con unas 4.000 personas. Para entonces la gente se había cansado de manifestaciones, se empezaron a dar cuenta de que no conseguían nada. Teníamos manifestaciones todos los fines de semana: la primera de 25.000 personas, luego 20.000 y luego 15.000. Todos se quejaban de que no había más que palabras y caminatas por la ciudad. 4.000 personas en la manifestación del primero de mayo, que estaba bien. Después todos se retiraron a descansar.
El 2 de mayo, sin sospechar nada, sobre las dos de la tarde fue con mi hermana al supermercado Tavria en la calle Deribasovskaya. Fuimos (entonces empezó todo, pero no vi nada) compramos algo y el guardia empezó a correr de un lado a otro, gritando que todo el mundo tenía que salir, que iban a cerrar…
¿Sabía que hinchas del fútbol se habían reunido allí?
Lo sabía porque, igual que la semana anterior cuando jugó el Chernomorets (equipo local de Odessa-Ed), había rumores de que iban a derribar el campamento de Kulikovo, así que llamamos a una movilización urgente para defender el campamento. Como es normal, todos corrimos hacia allí, pero no vino nadie. Todo el mundo se hartó y nadie se lo tomó en serio después. Así que el guardia nos echó del supermercado y vimos un tiroteo, piedras volando, petardos…Llevé a mi hermana a casa, entré en internet, vi las noticias y me quedé sorprendido, porque nunca había habido tantos de estos idiotas en la ciudad.
¿Quiere decir que era gente de fuera de la ciudad?
Eso es. Porque los fans del Chernomorets que participaron en la manifestación “por una Ucrania unida”, en su mayor parte dijeron “no queremos ser parte de esto” cuando todo se fue de las manos y se marcharon al fútbol. No hablo de los ultraderechistas, sino de quienes simplemente fueron a la manifestación.
Llamé a mi amigo Andrey Brazhevsky. Estaba seguro de que había ido porque siempre estaba cerca de la acción. Le pregunte: “Andrey, ¿qué está pasando? Y él dijo: “nos han apretado, seguimos aguantando, pero no tenemos fuerzas aquí”. Le dije: “¡Vamos, trataremos de llegar hasta vosotros!”. Teníamos que ayudas a nuestros camaradas, no les podíamos dejar tirados. Decidimos ir al campo de Kulikovo para ver qué pasaba allí. La gente se estaba preparando para un ataque contra Kulikovo…
Llegamos allí a un espectáculo terrible. Entonces había solo unas 150 personas. Además, la composición era deprimente: unos 40 jóvenes, 50 mujeres de entre 30 y 60 años, y unos 50 hombres de entre 50 y 70 años. Un espectáculo triste, pero aun así, cogimos palos, levantamos barricadas, nos preparamos para defendernos. Por supuesto, todos comprendíamos que nos iban a pasar por encima, pero no teníamos el derecho moral de abandonar a la gente. Decidimos quedarnos con ellos, armarnos con palos, recoger piedras.
Nos juntamos hasta 250-300 personas. Corría el rumor de que quienes se defendían en la calle Grecheskoy, a pocos cientos de metros, venían hacia nosotros y con ellos podríamos rechazar a la multitud. Al final llegaron exactamente 15 personas de allí. Fueron los únicos que consiguieron escapar sin ser detenidos por la policía. Escaparon entre la multitud, llegaron a Kulikovo, nos encontramos…
Recibimos una llamada del centro de la ciudad, diciendo que los fascistas ya habían pasado de Knizhku, el mercado de libros a medio camino entre Grecheskoy y Kulikovo. Una marcha de mil personas, varios cientos de Maidan, completamente equipados y con armas. La mitad de ellos, con bates y cadenas. Nos dijeron que estaban a 10 minutos, ¡preparaos! Así que miramos al perímetro. Teníamos a una persona por para metro de barricada, así que estrechamos las barricadas al porche del edificio.
¿En ese momento controlaban el edificio?
Nadie lo controlaba. Estaba vacío. No, había algunos trabajadores de la Casa de los Sindicatos. Pero el 2 de mayo, además de los guardas habituales, había chicos de los equipos de Odessa. Decidimos quedarnos en el edificio. Como es normal, intentamos hacer que las mujeres escaparan. Muchos acusan a los líderes de Antimaidan de hacer entrar a la gente al edificio, pero eso es mentira. Hay vídeos grabados por nosotros que muestran al diputado regional Vyacheslav Markin, que murió allí, saliendo al escenario con un micrófono, algo poco característico en él, exigiendo que todas las mujeres y niños abandonaran el campo de Kulikovo. Y ahí estaban las abuelas paseándose por Kulikovo con cascos y escudos. Él dice: “Marchaos. ¿Qué estáis haciendo? ¡Marchaos! ¡No nos molestéis! No vamos a correr para salvaros”.
Pero las mujeres son luchadoras y algunas se negaron a retroceder de la pelea. En la confusión que siguió, la gente corrió hacia el edificio porque podían ver que ya se acercaba la multitud. Nosotros éramos parte del grupo que se quedó en el porche.
¿En términos militares, hubo algún intento de reforzar las defensas? ¿Había entre vosotros expertos que supieran mantener la defensa?
Desde el punto de vista militar, todo fue para nada. No había una defensa propiamente dicha. Bueno, había trozos de asfalto que habíamos roto media hora antes de que llegaran, trozos de tarima, todo improvisado.
Había una persona con experiencia militar, un amigo. Cuando le vimos, vino y dijo: “chicos, ¿sabéis que todo está perdido si nos quedamos aquí? ¡Tenéis que entender esto! ¿Qué estáis haciendo?” Dijimos: “Venga, sugiere otra cosa”. ¿Qué tenía que ofrecer? No tenía nada que ofrecer. Y como resultado, este inteligente asesor militar huyó y dijo al demonio con esto.
Alguna gente que tenía escudos permaneció en el porche y empezaron a lanzar piedras. Un escudo de madera está bien, por supuesto, para parar piedras, pero cuando empezaron a dispararnos…
¿Qué tipo de armas usaron?
Se usó seguro un barril de 5,45mm. Era o un rifle de caza semiautomático Saiga o un Kalashnikov de asalto. Es probable que fueran rifles de caza, la única diferencia es que estos no pueden disparar a ráfagas.
Cuando nuestra gente con escudos empezó a caer, acribillados por las balas, todos entramos al edificio porque no teníamos otra opción. Estábamos en el edificio y ellos estaban a cuarenta metros. Nosotros tirábamos piedras, ellos estaban ahí disparando. Ni siquiera tenían que acercarse.
Cuando todos entramos en el edificio hubo bastante agitación. Vi a un hombre de unos 60 años junto a la ventana, mirando. Y entonces simplemente cayó, con un tiro en la cabeza. Yo lo vi, está claro que no fue una piedra, sino un tiro en la cabeza que lo mató. Hubo muchas fotografías. No se podía mirar por la ventana o volaban un par de balas o cocteles Molotov.
Seguimos tirando piedras hasta que no tuvimos más. Había pocas piedras, nos las habíamos tenido que meter en los bolsillos. Entonces empezamos a lanzar trozos de cristales rotos. Al menos hacíamos algo. Fue algo confuso. Tirabas un trozo de cristal a unos 20 metros y alguien a 40 metros te disparaba.
Entonces corrimos a una parte del edificio que tenía una salida al lado de las escaleras. Aparentemente ya se habían infiltrado por ahí y habían lanzado spray de pimienta. Era pimienta normal de policía, no se podía respirar, enseguida salían las lágrimas. Corrimos de esa zona. A estas alturas, el bajo ya estaba en llamas…
¿Tenían algún tipo de arma, gas lacrimógeno, armas blancas?
No vi ninguna, aunque pasé por todas nuestras defensas. Realmente no teníamos nada con lo que luchar. De haber tenido un par de Kalashnikovs y un centenar de balas cada uno, podríamos haber ofrecido resistencia. En ese caso habrían salido corriendo.
¿En qué momento comprendieron que era necesario salir del edificio?
Ya había mucho humo. Empecé a correr de un lado a otro buscando a Alexey Albu y Andrey Brazhevsky. Había mucha agitación, mucha gente corriendo de lado a lado. En un momento, el diputado regional Markin me cogió del brazo y me dijo: “Vlad, no te pongas nervioso, todo va a salir bien”. Le dije: “vale, no estoy nervioso”. Y seguí corriendo. Vi a Andrey Brazhevsky. Pero él tenía un problema: no veía bien. Era un deportista, pero tenía mala vista y no reconocía a la gente a más de tres o cinco metros. Le grite: “¡Andrey!” Me oía, pero no me podía ver. Miraba, miraba, pero corrió en otra dirección. Entonces encontré a Alexey Albu. Dijo que si había fuego, no tenía sentido correr a pisos superiores porque no se puede saltar y acabarás quemado o ahogado, así que vamos a quedarnos en el primer piso.
Siguiendo esta lógica, juntamos a todos los que pudimos y de la mano, atravesamos una de las alas del edificio, bajando las escaleras del segundo piso. Ahí hay una ventana y dos o tres metros debajo había un parque. Seguía habiendo mucha gente bajo esa ventana. Rompimos la ventana y pudimos coger aire. Y los que estaban bajo la ventana gritaban: “¡vamos, salid!”.
Entonces pensamos que deberíamos guardar nuestras defensas, aguantar en ese piso. Era un espacio estrecho y, como es evidente, en un espacio estrecho el número de defensores no es tan importante. Nos quedamos ahí sabiendo que el piso de encima también era nuestro y las escaleras estaban llenas de gente. Y ahí estuvimos hasta que un rato después uno de los ultras con cinta ucraniana se presentó diciendo: “Ups, estáis acabados”. A mi lado había un abuelo muy mayor. Puede que fuera un antiguo militar, iba vestido de camuflaje. Tengo mucho respeto por ese hombre, se mantuvo firme y lanzó un puñetazo al estómago de ese idiota. Le pegó tan fuerte en el estómago que se levantó y salió corriendo. Yo tenía un extintor. Lo había cogido por si nos atacaban. Tenía mucha presión. Le rocié con el extintor, se levantó y salió corriendo. Nos lanzó un artefacto, pero falló.
Entonces decidieron hablar con nosotros. Dijeron: “Sacad a las mujeres y después hablamos”. Dijimos: “Vale, que puedan salir pacíficamente, sin problemas”. Volvieron a decir: “Sacad a las mujeres, no las vamos a tocar, somos de aquí”. Contestamos: “¿De aquí, de qué zona sois?”. Entonces dijeron: “¡Os vamos a matar a todos!” A los ultraderechistas locales, claro, los conocemos a todos. Habíamos tenido cinco años de conflictos, luchábamos constantemente contra ellos. No hay más que unos 50 de esos idiotas en Odessa. Estaba claro que no eran gente local.
Al final conseguimos sacar a las mujeres por la ventana del segundo piso. Los bomberos nos ayudaron poniendo una escalera. Evacuamos a ocho mujeres y quedaron siete de nosotros, cuatro de ellos hombres menores de 35 años y el resto entre 45 y 50. Nos dimos cuenta de que iban a rociarnos con cócteles Molotov, pero necesitábamos una forma de salir. Ya sabíamos que este era el final, tendríamos que pasar entre ellos, pero no había otra opción. Ya había mucho humo y no se podía respirar. Salimos y comenzó inmediatamente. Primero bajó el primer bombero, diciendo, “vamos, chicos, os ayudaré”. Estaba claro que no tenía ninguna opción de sacarnos porque entonces apareció un matón calvo, pistola en mano, diciendo “¡Libertad! Marchaos a casa”. El bombero nos dejó ahí. Nosotros: “manos arriba”. Pero no estaba solo, había un grupo de idiotas junto a él.
Llegamos al suelo y entonces vino otro fascista con un bate en una mano y una cadena en la otra, agitándola hacia mí. Yo llevaba una chaqueta llamativa verde clara: “¡Este es el reptil que nos ha lanzado cristales!” Me sorprendió que el cristal hubiera alcanzado a alguien. Y ahí estábamos todos, 15 personas en el corredor que había abierto la policía…
¿La policía estaba ahí?
Sí, pero solo había unos 30, así que ¿dónde intervenir? La guerra había llegado… De hecho, estábamos agradecidos porque sacaron a mucha gente y así los salvaron. Si hubieran huido la multitud nos habría masacrado a todos. Abrieron un corredor para que pudiéramos salir, había 15 policías en un lado y 15 en el otro. Y entre ellos, cien de estos matones con bates y cadenas. Tuvimos que salir de forma anárquica, no tuve tiempo de hacer nada. Una cadena me dio en la cabeza cuando intentaba cubrirme. Ahora tengo una cicatriz de esa cadena. Me golpeó y caí. Entonces algún idiota trae una bandera ucraniana y me dice: “¡Besa la bandera!”. Ahí estaba con la cabeza abierta. Pretendí no entender nada. Luego los suyos se lo llevaron, como para no avergonzarse.
Entonces el tiempo parecía transcurrir de forma diferente, es difícil recordar, mientras estaba tumbado en un charco de sangre. Al final, ya estaba oscuro, intentamos llegar hasta la policía. Hay un vídeo que muestra a unos cuantos de nosotros, con los matones alrededor, riéndose y alguno escupiendo. Un abuelo intentó cogerme de la mano y darme con una pala. Entonces la policía condujo hasta nosotros gritando: “¡Levantaos, rápido, entrad!” Era otra prueba, porque ahí estaba yo, con la cabeza abierta, pero al menos podía moverme. Pero entre nosotros había algunos que estaban inconscientes, apaleados y tuvimos que arrastrarlos. Los que pudieron, fueron hacia el camión de policía y fueron golpeados en la cabeza con palos. Nos arrastramos hasta el camión y arrancó mientras le pegaban con palos.
Una vez que escapamos, la policía nos llevó a la comisaría de Malinowski. Uno de los comandantes del departamento del distrito salió diciendo: “¡Esperad, chicos! Moralmente estamos con vosotros, pero, no podemos hacer nada por vosotros. Tenemos orden de deteneros a todos. Pero no voy a seguir las órdenes. He llamado a una ambulancia, os marcháis”.
Sí, la policía estaba con nosotros. ¿Pero qué podían hacer para dispersar a 3000 salvajes? Las 30 o 40 personas que estaban en la Casa de los Sindicatos estuvieron a punto de no intervenir, no podían hacer mucho. Pero no si lo hubieran hecho, no habríamos podido salir. Nos habrían golpeado hasta la muerte. Un golpe en la cabeza no es mortal a la primera, pero veinte veces en el mismo lugar, es algo serio. Así que fuimos al hospital, donde me curaron. Tenían que hacerme una radiografía, pero no quisimos esperar. Queríamos escondernos en casa y recuperarnos, saber qué estaba pasando…
En su opinión, ¿cuál fue la principal causa de la muerte en la Casa de los Sindicatos? Ha habido mucha especulación sobre si los cuerpos se quemaron después de muertos…
No puedo responder categóricamente a esa pregunta. Sí, había muchos cuerpos quemados, pero había muchos matones con Wolfsangels y también miembros del batallón Azov. Sasha Gerasimov, miembro del Komsomol, que había pasado 11 años en la cárcel, estaba allí. Empezó a ahogarse por el monóxido de carbono y cayó inconsciente. Hombres con cascos negros y Wolfsangels lo sacaron. Lo arrastraron hasta la ventana y gritaron: “¡Salta! ¡Salta o te matamos!” ¡En el quinto piso! Por supuesto, no saltó, trató de resistir y empezaron a pegarle. Incluso hay un vídeo en el que se arrastra mientras le pegan. Estuvo tres meses en el hospital, con una pierna completamente quemada, la otra rodilla aplastada. Ahora está discapacitado, camina con bastón. Pero creo que si no la mitad, al menos la tercera parte murieron por armas de fuego. Estoy completamente seguro.
¿Pero los expertos vieron balas?
Los expertos lo vieron, pero trataron de culparnos a nosotros. En el certificado de defunción de Andrey Brazhevsky escribieron que murió por el golpe al caer de una ventana. Pero el vídeo muestra que en la caída solo se rompió una pierna. Seguía vivo e intentó huir. No, le remataron. Algún despreciable fascista le fracturó el cráneo. ¿Fue la caída? Todo se ve en el video, incluyendo a aquellos que le buscaron antes de morir.
¿Entonces tuviste que huir de Odessa?
Sí. Salimos apresuradamente la noche del 8 al 9 de mayo, o sea, una semana después. Había peligro de que nos detuvieran. Un buen amigo avisó por teléfono al camarada Alexey Albu que se preparaban para detener a todos los miembros de Borotba el 9 de mayo y que era preferible que desapareciéramos. Nos fuimos todos juntos, toda la organización, en dos coches, en taxis, y luego alquilamos un minibús en Kherson, para ir a Crimea. Volví a Odessa el 12 de agosto.
¿Con qué objetivo?
Quería hacerlo y volví. Sabía que era peligroso, pero no tenía nada que esconder. El SBU y la policía vinieron a mi casa varias veces, querían que declarara como testigo del 2 de mayo. No tenía miedo, que me llamen. Iré si hace falta. Fui testigo de lo que ocurrió, no maté a nadie. Pero no me llamaron para declarar. Un mes después me detuvieron, exactamente un mes después de volver. Por supuesto que sabían que había vuelto. El teléfono estaba intervenido y no cambié ningún número, ya que no me escondía de nadie. No tenía miedo de nada y mi madre y mi hermana ya se habían acostumbrado a vivir con el teléfono intervenido. Nadie se escondía, vivía en un apartamento alquilado, trabajaba…
Cuando volví, empecé a comunicarme con la gente de Antimaidan, la gente que no había aceptado lo que había pasado y quería hacer algo. Salíamos por la noche y hacíamos pintadas de “¡Fuera la junta!”, pegábamos carteles: cualquier cosa para contribuir a la lucha. Y propaganda de Novorrusia, por supuesto. Novorrusia es el único ejemplo de confrontación con las autoridades de Kiev, algo que no pasaba en ninguna otra parte. Ahí es donde se izó la bandera. Y el pueblo tomó las armas y arriesgó su vida para prevenir que esta plaga se los contagiara.
El viernes 12 de septiembre fue una tarde soleada de otoño, la “estación de terciopelo” en Odessa, cuando el mar aún está templado y el aire es fresco. Era una tarde normal, nos juntamos en un pequeño grupo, todo parecía normal. Nuestra puerta siempre estaba abierta, no teníamos miedo. Era un patio típico de Odessa, cualquier vecino puede pasarse sin pedir permiso. Y apareció alguna gente. Al principio no estaba claro quiénes eran. La mitad de ellos iban de paisano y los que iban de uniforme no llevaban insignia ni banderas ucranianas. Lo primero que vi fue a un reptil con un Kalashnikov nuevo, un buen casco Kevlar con dos tibias y una calavera. Entró corriendo, gritando “¡Manos arriba!”, nos esposó y empezó a echar a la gente de allí. Eso nos dejó a mí, a Popov y a un tercer mal hombre, el padre Palycha Shishman, que resultó que estaba colaborando con ellos. El camarada Popov estaba con nosotros el 2 de mayo. Ahora está en la milicia de Lugansk, en la cuarta brigada.
Por la noche nos llevaron al SBU y varios oficiales empezaron a interrogarnos. Ya tenían la “pidozra”, literalmente “sospecha” en ruso. Era prácticamente una condena. Primero documentan la “sospecha”, luego tratan de probarla en una investigación previa al juicio, y luego trasladan el caso al tribunal. Personalmente, me imputaron por “sospechas” bajo el Artículo 28-3: “Organización de un grupo terrorista”. Por organización querían decir financiación. Es decir, que si invitabas a alguien a una copa y le hablabas de Novorrusia, ya era terrorismo. Una botella de coñac: financiación. El investigador dijo: “de 8 a 15 años de prisión. Pero, dijo, tienes un problema”. “¿Cuál?”, pregunté. “Que eres organizador”. “¿Y qué?”, dije. “Puede que no 15, pero te caerán 14 seguro”.
Pasamos unos cuantos días esperando a los abogados. Discutimos las tácticas para nuestra defensa, esperando algún alivio del tribunal. Pero en la primera vista prolongaron las medidas preventivas. Entonces vimos que era inútil. El abogado decía que lo mejor era buscar que nos trasladaran a arresto domiciliario. El juez lo leyó riendo: ¿Artículo 28-3? Miró al investigador: “¿En serio? ¿Por lo que ha hecho?”. El investigador contesta: “¡Lo han hecho!”. La juez dice que entiende que deberíamos estar bajo arresto domiciliario. Pero que no hay opciones, y…60 días en prisión. La juez lo dijo abiertamente: “No tengo más opciones. Si os suelto, irán por vosotros mañana”. Así que pasé cuatro meses en la cárcel. Allí, en Odessa. Una vez a la semana me sacaban para que me interrogara el SBU, conversaciones poco agradables con gente poco agradable.
¿Cómo acabaste en un intercambio?
Se debió a un duro trabajo encubierto, porque fue muy complicado hacerse con esas listas. No teníamos conexión con el proceso. El 26 de diciembre, a las ocho de la tarde, durante el recuento de la noche, un oficial de alto rango vino con un documento, leyó nuestros nombres y dijo: “Tenéis quince minutos para prepararos. Hay un coche esperando. Sois libres. Adiós”.
Estábamos en shock. Nos iban a soltar. Se abrió la puerta, ahí había unos cuantos idiotas de uniforme, con la cara cubierta y uno de ellos nos dirigió a alguna parte. Entonces creíamos que se trataba del intercambio, habíamos oído hablar de ello antes. Nos entregaron una resolución que decía que el caso estaba cerrado por falta de pruebas. Una nota decía que éramos oficialmente libres. Así que pensé que con ese certificado podría salir de prisión e ir a dormir tranquilamente a mi casa. Pero me llevaron esposado. Soldados “Alpha” nos metieron en el maletero de una furgoneta Volkswagen. Los Alphas se sentaron y los cuatro íbamos en el maletero. Nos esposaron juntos, arrancaron y anunciaron que nos llevaban a Kharkov. Ya lo sabíamos. En Kharkov reunieron a unos 200 hombres de todas partes de Ucrania, es como un nudo de transporte. Y después, por Izium, a Donetsk.
¿Qué pasó después del intercambio? ¿Cómo acabó en la brigada Prizrak?
En Donetsk se encargó la inteligencia militar. Todo el mundo tenía que ser interrogado para ver quién era realmente un separatista y quién había sido maltratado. Al día siguiente llegaron camaradas de la RPL y me llevaron a Lugansk. El primer mes viví con un hombre del batallón Denis Hooligan, pensando que esto era libertad, genial. Luego encontré a Evgeny Wallenberg, a quien conocía de Borotba. Evgeny me trajo a Alchevsk y dijo: “¿No quieres ayudarme en el departamento político? Necesito gente inteligente, preparados ideológicamente”. Dije que lo pensaría. Lo pensé y ahora estoy aquí.
¿Por qué piensa que la Resistencia en Odessa fue derrotada? ¿Por qué triunfó en la región de Donbass y no en la suya?
Francamente, me avergüenza contestar, porque me avergüenza Odessa. El 70% de la población aún nos apoya. Sí, todos tienen miedo. Pero aquí también intentaron intimidar y detener a todo el mundo. Aquí empezaron a bombardear a la gente.
En lugar de unirse, los líderes de Antimaidan en Odessa tiraban cada uno hacía su guerra. Algunos usaban voluntarios para recaudar dinero en nombre de Antimaidan y lo usaban para sí mismos. No había unidad. Había mil personas mil quinientas organizaciones. ¡Mil quinientas organizaciones para mil personas! Y pasó el 2 de mayo. De haber sabido lo que iba a pasar, habríamos juntado a 20.000 personas y habríamos echado a esa basura fuera de la ciudad. Pero resultó que en general nadie se reunió. Hubo una oportunidad, pero no se aprovechó.
Puede que la gente no fuera completamente consciente de lo serio de la situación. Puede que eso jugara un papel. La mentalidad de Odessa es diferente a la de Donbass. Por naturaleza, en Odessa son más oportunistas. El 2 de mayo nuestros enemigos consiguieron intimidar a la mayor parte de la población. Por una parte, es una pena y una vergüenza, ¡el miedo es una estupidez! Pero por otra parte, puedo comprenderlo: piedras contra rifles no da muchas posibilidades.
¿Cómo ve la resolución del conflicto? ¿Ve Odessa liberada?
Lo veo. Incluso veo Kiev liberado…
¿Debería Novorrusia establecerse sobre las fronteras de las regiones de Donetsk y Lugansk o incluyendo las ocho regiones del sudeste de Ucrania? ¿O debería Ucrania ser liberada de la junta y reconstruido el país?
Como he dicho, alrededor del 70% nos apoyan. Ahora viven bajo una ocupación. Entiendo que no podemos dejarlos así. Como no podía dejarse así en 1941-1945. Es necesario, como dice, reconstruir el país sobre una nueva base. Novorrusia es una nueva bandera, izada por mucha gente que quiere separarse y construir su propio estado. Pero un país vecino, Ucrania, está sufriendo, y tenemos el deber de ayudarles a deshacerse de la junta. Y dar al pueblo la libertad de elegir en qué país quiere vivir, que puedan elegir su Gobierno. Liberarlos de la ocupación es solo el principio. Nuestros enemigos no son los soldados de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que están en las trincheras enemigas en el frente, sino la junta de Kiev, el poder de la oligarquía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Añade tu opinión sobre este artículo