martes, 3 de febrero de 2015

Mariupol, la guerra y la guerra de la propaganda

El 8 de enero, Arseni Yatseniuk se reunió con Angela Merkel para analizar la situación en Ucrania. En una rueda de prensa conjunta con el primer ministro ucraniano, Merkel alabó el presupuesto diseñado bajo el signo de la austeridad por el nuevo gobierno de Ucrania, defendiendo el desbloqueo de los fondos del FMI destinados al país. Respecto al conflicto militar en el Este, Merkel vinculó el levantamiento de las sanciones a Rusia a la aplicación íntegra de los 12 puntos del acuerdo de Minsk.

El objetivo del pronunciamiento de Merkel era ante todo mostrar la oposición de Alemania a posibles avances en la superación de las sanciones a Rusia vinculados a progresos parciales en la aplicación del protocolo de Minsk.

La suspensión de la reunión cuatripartita de Astana, prevista para el 15 de enero con la participación de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, es una de las primeras consecuencias del endurecimiento de la posición alemana. Posteriormente se cancelaron también las reuniones del grupo de contacto con Rusia y los representantes del Donbass, impulsadas por la OSCE, y el encuentro de los ministros de Rusia, Ucrania, Francia y Alemania del día 21, que no se celebró ante la ausencia de la representación ucraniana. “¿Para qué reunirse, si no vamos a tener ningún resultado?”, subrayó entonces el ministro ucraniano Pavlo Klimkin.

Tras cuatro horas de reunión, el encuentro del 31 de enero también acabó en fracaso y en un cruce de declaraciones que no ayuda a nadie. Los representantes de las Repúblicas Populares, Pushilin y Deinego, argumentan que la firma del expresidente Kuchma, sin cargo ni mandato oficial, no vincula a Ucrania a cumplir los acuerdos, mientras que Kiev recuerda que Ucrania no aceptará ningún ultimátum y que solo negociará con Zakharchenko y Plotnitsky, con quienes en otros momentos también se ha negado a negociar. Ante el avance de las milicias hacia Debaltsevo, Ucrania exige volver a la línea de demarcación acordada en septiembre, olvidando que la milicia ha tenido que tomar por la fuerza posiciones, como el aeropuerto, que el ejército ucraniano se había comprometido a abandonar.

Todo indica, sin embargo, que otro resultado de la reunión de Berlín entre Merkel y Yatseniuk fue el visto bueno alemán a una reanudación de la ofensiva militar ucraniana. El 18 de enero en El País, en un artículo titulado Ucrania lanza otra ofensiva contra los feudos separatistas, Pilar Bonet señalaba:

“Ayer por la mañana las tropas leales a Kiev emprendieron una ofensiva con artillería y misiles que alcanzó el centro de la ciudad de Donetsk. El ejército ucranio ha recibido orden de disparar intensamente sobre las posiciones de los separatistas prorrusos en la zona, según escribió Yuri Biriukov, consejero del presidente y ayudante del ministro de Defensa de Ucrania, en su página Facebook. Los portavoces de la operación militar ucrania acusaban a los secesionistas de haber disparado 28 veces sobre las posiciones ucranias desde la noche del sábado. Por su parte, los portavoces de los insurgentes acusaban a sus adversarios de haber cometido 32 infracciones de los acuerdos de alto el fuego”.

En realidad, como también recogía la enviada de El País, la situación ya se había deteriorado días antes. El principal objetivo de la nueva ofensiva ucraniana era retomar el control sobre el aeropuerto de Donetsk antes de que la prensa tuviera que admitir la pérdida de una batalla que desde hacía meses se utilizaba con objetivos propagandísticos. La operación acabaría siendo un fracaso, que curiosamente no sería recogido por la prensa occidental hasta días después, y Ucrania perdería incluso parte del terreno del aeropuerto que aún mantenía. La derrota ucraniana favorece además el inicio de un contrataque de las fuerzas del Donbass hacia los ejes estratégicos de Mariupol y Debaltsevo, algo que Occidente pronto demostraría no estar dispuesto a tolerar.

Otro rasgo a destacar en el proceso posterior a la reunión Merkel-Yatseniuk es la intención, cada vez más evidente, de buscar un incidente capaz de activar la indignación occidental. La utilización del ataque contra un minibús en Volnovhaka o el intento de manipulación de la acción contra otro autobús público en Donetsk, con al menos 13 personas muertas, forma parte de este nuevo escenario, pervertido por la propaganda.

Es sin embargo el disparo de misiles contra un barrio de la ciudad costera de Mariupol, controlada desde junio por el Gobierno ucraniano, el que desencadena la respuesta política probablemente planeada de antemano. Apenas unas horas después del ataque de Mariupol, un documento de la OSCE se apresura a limitar la procedencia de los disparos a dos zonas controladas por los rebeldes de la República Popular de Donetsk. Según la OTAN, que destaca la responsabilidad de Rusia, la intervención militar en la ciudad costera abre una nueva etapa en el conflicto.

Sin perjuicio de que se confirme o no la participación de las milicias en la muerte de civiles de Mariupol, la posición occidental resulta hipócrita si se considera el constante desprecio del régimen ucraniano por la suerte de los civiles del Donbass, incluido el periodo posterior a la reanudación de los combates. El comunicado de la OSCE condenando el uso de artillería en zonas urbanas, sin culpar a ninguna de las partes, tras la muerte de al menos 5 civiles que esperaban para recibir ayuda humanitaria en Donetsk solo es otro ejemplo de que no todas las víctimas son iguales.  En el mencionado artículo del 18 de enero de Pilar Bonet, ésta señala lo siguiente:

Donetsk se convirtió ayer en el blanco de las unidades leales a Kiev, según dos residentes en zonas del centro de la ciudad, contactados anoche por esta corresponsal. Uno de los interlocutores dijo que los cristales del edificio donde vive habían quedado rotos por el impacto de una carga en un bloque de viviendas vecino. Según ambas fuentes, cargas explosivas habían caído en las inmediaciones del estadio de fútbol Shajtior [sic] … . Uno de los interlocutores, involucrado en acciones humanitarias, afirmó que los suministros de alimentos a la ciudad, y sobre todo el suministro de agua potable, se ven entorpecidos por las restricciones a los accesos al territorio, impuestas por las autoridades de Kiev.

La misma corresponsal ya hacía referencia el día 16 de enero a los bombardeos contra Donetsk, con entre tres y siete víctimas mortales. En la misma línea, debe recordarse que la OSCE no sólo denuncia hechos como el de Mariupol. El mismo día de los ataques a esta ciudad, el responsable de la Misión de la OSCE en Ucrania, Ertugrul Apakan, además de pedir una investigación completa del incidente, afirmaba:

“Esta peligrosa situación no puede continuar. Necesitamos un alto el fuego inmediato. Ucrania y su gente necesitan y merecen la paz. Las partes deben volver a la mesa de negociaciones sin más demora y aplicar plenamente los acuerdos de Minsk.

“Lamentablemente, hemos estado observando en los últimos días una extensión de los bombardeos indiscriminados en las regiones de Donetsk y Lugansk, incluso contra zonas densamente pobladas, como la ciudad de Donetsk y Debaltsevo.

“Insto a todas las partes a tomar inmediatamente una acción decidida para detener la nueva escalada de los combates y su pesada carga para la población civil”.

El análisis de los acontecimientos posteriores a los ataques de Mariupol revela el propósito último de la manipulación de los acontecimientos en la ciudad. Se trata de reforzar la presión contra Rusia, considerada responsable última de la situación, extendiendo la política de sanciones económicas.

En la versión de su artículo que se difunde a través del New York Times, los publicistas George Soros y Bernard Henri Lévy no tienen duda alguna respecto al papel de Rusia, estado al que acusan de participar en el asalto militar directo contra Ucrania. Según ellos, Vladimir Putin parece estar decidido a acabar con la nueva Ucrania: “El presidente ruso está intensificando la presión militar y financiera en Ucrania. Durante el fin de semana, la ciudad de Mariupol fue atacada por fuerzas que, según la OTAN, estaban apoyadas por tropas rusas, socavando la pretensión de que los separatistas actúan por su cuenta”.

El 27 de enero, con la excusa de hacer frente a la escalada de la acción pro-rusa del fin de semana en Mariupol, los líderes políticos de la Unión Europea dan luz verde a nuevas medidas contra el Estado liderado por Vladimir Putin. El día 29 se reúnen en Bruselas los titulares de Exteriores de la UE para concretar las acciones a desarrollar. Aunque encuentran en el nuevo gobierno Tsipras una menor predisposición de Grecia, acuerdan renovar por seis meses más las sanciones. Además de ampliar la lista de personas sancionadas, la Unión Europea enfatiza lo más importante: habrá más sanciones si la situación empeora, entiéndase si Ucrania pierde terreno en la guerra. Grecia sí se opone a este punto.

Pero esto no es suficiente para Soros y Bernard Henri Lévy. La Unión Europea tiene además que comprometerse económicamente con el régimen de Poroshenko, Turchinov y Yatseniuk. Piden una aportación complementaria a la prevista del FMI para asegurar la supervivencia de la nueva Ucrania, extendiendo a este país la política de apoyo financiero que destina a sus propios socios.

La dinámica de la UE en el conflicto ucraniano amenaza sin embargo con provocar una creciente división interna en Europa. “¿Cuánta gente tiene que morir antes de que empecemos a decir ‘Yo soy ucraniano?”, se preguntaba recientemente el ministro lituano de exteriores, Linas Linkevicius. Puede, sin embargo, que una parte de la población europea acabe por mostrar su hastío con las políticas extremistas al gusto de los Estados nororientales de la Unión. A muchos, en especial en el sur de Europa, disgusta el agresivo nacionalismo anti-ruso de Polonia, los Estados bálticos, Alemania o el Reino Unido, su desprecio por las minorías oprimidas en el este de Europa y su agresiva política belicista en la zona. Hay que parar la guerra en el Donbass y evitar más muertes de civiles, pero para eso, Kiev, principal impulsor del conflicto, debe ser el primero en asumir dicho mensaje.

Mientras tanto, seguirá siendo necesario contar todos los hechos de lo que ocurre en Donbass, también los que puedan molestar al lobby pro-guerra occidental. En la antigua Yugoslavia, ideólogos como George Soros o Bernard Henri Lévy y periodistas como Hermann Terstch consiguieron imponer un único relato de la historia. Es importante que esto no vuelva a suceder en el conflicto entre Ucrania y las milicias del Este. Porque volverán a ocurrir sucesos extraños que será preciso explicar desde otros puntos de vista. Si las primeras sanciones tuvieron su MH-17 y la extensión de las mismas su Mariupol, es probable que cualquier intento de profundizar en la guerra militar y económica venga también acompañada de acontecimientos similares.

¿Dónde está Sergei Dolgov?

En la versión francesa del texto de Soros y Bernard Henri Lévy, publicada por Libération, se introducen algunos matices en el texto, probablemente relacionados con las obsesiones del filósofo francés. Una de ellas hace referencia a la voluntad de la nueva Ucrania de romper, entre otros males del pasado, “con la cultura post-soviética”.

Uno de los representantes de esa cultura es, si quedan aún esperanzas de que siga vivo, el periodista de Mariupol, Sergei Dolgov. Dolgov fue secuestrado en junio de 2014 tras la toma de la ciudad por fuerzas ucranianas. El 8 de diciembre pasado, el comunista griego Konstantinos Papadakis formuló la siguiente petición de respuesta remitida a la Comisión Europea:

Asunto: Secuestro de Sergei Dolgov en Mariupol

En junio de 2014, el periodista Sergei Dolgov fue secuestrado por asaltantes desconocidos en Mariupol desde las oficinas del periódico que editaba, Khochu v SSSR (‘Quiero estar en la URSS “). A pesar de los esfuerzos de su esposa Olga y de organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, aún se desconoce la suerte del editor desaparecido.

Su esposa se ha quejado de que Dolgov fue secuestrado en una “operación de limpieza”, llevada a cabo en la ciudad de Mariupol por fuerzas nacionalistas y fascistas asociadas con las autoridades de Kiev.

Mariupol se encuentra en el sureste de Ucrania y es gobernada por Kiev. Sin embargo, las actuales autoridades en Kiev, que son responsables de la desaparición del periodista Sergei Dolgov, se niegan a comentar.

El apoyo de la UE a las fuerzas nacionalistas y fascistas en Ucrania a cambio de la promoción de sus intereses es una afrenta a la memoria de los millones de europeos que murieron en la lucha contra el fascismo.

En vista de lo anterior, puede indicar la Comisión:

- ¿Cómo valora las desapariciones de personas con las que están supuestamente involucradas las actuales autoridades de Kiev?

- ¿Cómo pueden conciliarse declaraciones de la UE según las cuales “la democracia está siendo promovida”’en Ucrania con la desaparición de periodistas y la práctica de “operaciones de limpieza”?

- ¿Va a tomar medidas para ayudar a encontrar al periodista desaparecido Sergei Dolgov?

Sería sin duda humanamente correcto que la Comisión Europea respondiera a esta cuestión. No consta que lo haya hecho hasta la fecha. Y eso también es Mariupol.

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