Yugoslavia, 1991-2008
Todo empezó con manifestaciones nacionalistas en diferentes regiones, cuyas declaraciones de independencia se convirtieron en rebeliones armadas. Al tratar de eliminar esas rebeliones por la fuerza, el Gobierno central se encontró con la poderosa presión ideológica de Occidente y la intervención directa de la OTAN sin el necesario mandato de la ONU. La coalición optó por no utilizar una fuerza terrestre y limitarse a ataques aéreos, lo que afectó directamente a la población. Los yugoslavos se mataron unos a otros según las fronteras étnicas. El resultado: la desintegración del país.
Líbano, 2006
Con su uso de refugios fortificados subterráneos y misiles antitanques guiados rusos, Hezbollah pudo contrarrestar las mayores bazas del ejército israelí, unas fuerzas aéreas y terrestres modernas y altamente capaces. Todo ello se pudo conseguir gracias al trabajo de los hackers de Hezbollah, que consiguieron interceptar las comunicaciones oficiales y telefónicas del ejército israelí, lo que les dio información de primera mano del adversario.
Libia, 2011
Muammar Gadafi tardó demasiado en darse cuenta del peligro que suponían los movimientos antigubernamentales y la propaganda contra el régimen en internet. Cuando creció la preocupación internacional y el apoyo a los esfuerzos de los rebeldes, comenzó un silencioso flujo de armamento y asesores militares a diestro y siniestro. El motín derivó en una guerra civil que acabó con la muerte de Gadafi de la manera en que se produjo. La situación en Libia continúa siendo caótica, pero en términos geopolíticos puede considerarse un “caos dirigido”.
Siria, 2011-2014
El desorden civil creció hasta convertirse en una guerra de guerrillas que pronto tomó un carácter religioso por influencia de la infiltración de grupos radicales islamistas en el país. El presidente Bashar al Assad, que había aprendido de las experiencias de Libia y Egipto, mantuvo la situación bajo cierto control. En este caso, Rusia, cuyos intereses están directamente ligados a los del régimen sirio, suministró directamente la ayuda necesaria previniendo la intervención occidental. Aun así, la guerra trajo como consecuencia el nacimiento de ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria), no sin la ayuda de Estados Unidos y Arabia Saudí, que ahora se ha convertido en una amenaza global.
Ucrania, 2014
El presidente legítimo, elegido por la vía de las urnas, Victor Yanukovych fue incapaz de sacar las conclusiones políticas correctas sobre la situación política de Kiev y no tomó las medidas necesarias para garantizar el orden constitucional. Pero la responsabilidad recae sobre la “quinta columna”, que abiertamente desobedeció las órdenes del comandante en jefe. “Francotiradores no identificados” dispararon sobre Maidan (dichos francotiradores aparecen en todas partes una vez que la situación se complica, como por ejemplo, en Moscú en 1993) y se produjo un golpe de Estado. Pero el contraataque de Crimea y del sudeste, donde se celebraron sendos referendos de secesión, arruinaron el plan de integrar a Ucrania en la Unión Europea. En el caso de Crimea, Moscú actuó con rapidez y reconoció los resultados del referéndum y en cuestión de días se anexionó la península sin ningún derramamiento de sangre. La guerra híbrida continúa aún en Novorrusia con la participación activa de voluntarios rusos y la más amplia red de propaganda de ambos bandos. Lo más reciente es que ciertos grupos en Moscú tratan de acabar con el conflicto entregando Novorrusia a Kiev, pero la realidad es que parece imposible que Ucrania vuelva a reunirse.
Ningún analista serio ve que la guerra civil en Ucrania haya estallado por sí misma. Es evidente que existía una predisposición a la guerra, pero podía haberse evitado la explosión de la guerra y la escalada de violencia si la situación no se hubiese exagerado desde fuera. Se puede culpar a Estados Unidos o la Unión Europea, aunque esa no es toda la historia. Hay suficientes políticos en ambos lugares que comprenden que todo el mundo puede verse envuelto en la crisis ucraniana, pero son los poderosos halcones los que tratan de forzar una confrontación directa con Rusia. Esos son los círculos que han producido la idea de utilizar un nexo de unión entre el conflicto de Oriente Medio, el Cáucaso, el Mar Negro Ucrania.
Esos son los círculos se convierten en los “clientes” de estas nuevas guerras. Puede que sean compañías transnacionales, ciertos grupos políticos dentro de un Estado, bandas criminales internacionales u organizaciones extremistas. El “cliente” no está directamente involucrado sino que provoca a las facciones en conflicto apoyando económicamente a una de ellas, suministrando armas, asesores o información. Al mismo tiempo, la participación y los objetivos reales del cliente están fuera del alcance del público, escondidos detrás de campañas informativas de derechos humanos, contra las tiranías o en favor de la democracia.
Pero es necesario mencionar que esta guerra no es de una dirección. El liderazgo ruso aún no ha comprendido el riesgo de las nuevas guerras, pero ha despertado y ha respondido ante los avances de esos “clientes” en la sombra que ahora se presentan en Novorrusia como ya lo hicieran en Crimea. Y junto con ayuda directa a las regiones, ofrece apoyo diplomático y político a la zona para evitar así que Occidente tome zonas de interés estratégico para Rusia.
Pero incluso aunque Rusia logre acabar con la crisis ucraniana, algo similar estallará en otra parte. Y esta nueva guerra puede durar años, ya que no lleva al conflicto y a la solución de este sino a la profundización y prolongación. En ocasiones, aunque el conflicto parezca apagarse, vuelve a estallar con más potencia. Y para beneficio de sus inventores, todas ellas deberían juntarse en una gran guerra por el liderazgo mundial.
Lo que opinan los expertos
Profesor Mary Kaldor, London School of Economics: “en las nuevas guerras, la violación de los derechos humanos no son solo efectos colaterales, sino que se convierten en objetivo en sí. Más del 90% de las víctimas son civiles y el número de refugiados y desplazados aumenta cada año. La batalla cobra nuevas formas: asesinato sistemático “del otro” o desplazamiento de poblaciones hacia zonas inhabitables. Estas formas de violencia son, en esencia, una forma de genocidio”.
Bruce Sterling, analista estadounidense: “la guerra de la OTAN contra Serbia trajo el caos, aunque no entre las tropas. La OTAN no sufrió baja alguna, mientras que los soldados serbios se escondían y tampoco sufrieron excesivas bajas. La población que defendía diferentes puntos de vista nacionales huyeron a Belgrado, dispuestos a ser bombardeados. Y lo hicieron porque las bombas de la OTAN no eran tan temibles y peligrosas como los merodeadores, que no eran soldados de ningún ejército. Pertenecían a formaciones informales, entre unidades paramilitares y guerrillas de bandidos. Estos son los soldados de las guerras futuras. Provocan la guerra, toman la iniciativa y definen su desarrollo. Son ellos los que llevan a cabo la limpieza étnica, como en Kosovo, donde se expulsó a gran parte de la población. Escondidos tras su barba, sudorosos y dispuestos a masacrar a la población, van casa a casa, calle a calle, creando pánico y caos a base de pegar, quemar y hacer explotar lo que se ponga a su camino”.
Igor Popov, analista político: “Rusia debe tener en cuenta la experiencia nacional e internacional, la experiencia con las revoluciones de colores y los conflictos armados en todo el mundo para preparar una estrategia para responder a la amenaza de este nuevo tipo de guerra. Hoy en día ya hay algo obvio: la base de la amenaza no se presenta solo en forma de guerra sino también comandos antiterroristas, unidades de guerra psicológica o ciberguerra internacional, fuerzas de policía, unidades de reconocimiento y operaciones de control, que no siempre están dirigidas con especialistas militares sino también por hombres y mujeres civiles como historiadores, especialistas en cultura, economistas, físicos, antropólogos o psicólogos.
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