miércoles, 14 de mayo de 2014

Sí hubo genocidio en Guatemala y quien lo niegue es traidor

Por Ilka Oliva Corado, Guatelmateca, corresponsal de Resumen Latinoamericano en EEUU.- Para cuando el actual presidente de la república guatemalteca el militar y genocida Otto Pérez Molina, andaba en festín de propaganda política recuerdo muy bien que varios letrados salían en su defensa tratando de dar de baja mis artículos que hablaban de memoria histórica, conciencia e identidad. Como otros miles yo también no quería que un militar llegara a ser el presidente de Guatemala, no uno de la calaña suya: violador, torturador y asesino.

En aquella ocasión los comentarios a mis artículos eran del tipo de: “No hubo genocidio, tal vez excesos pero genocidio nunca.” Me lo dijo una catedrática de la universidad Francisco Marroquín. “Prefiero un presidente militar a un narcotraficante.” Catedrático de la universidad de San Carlos. “Es mejor tener una vicepresidenta ladina que una indígena.” Doctor egresado de la Landívar. “No se ofusque que mire, es mejor tener un militar que ponga orden y no un payaso”. Árbitro Internacional de Fútbol. “Pero fueron indios a los que mataron y con esto nos hicieron un favor hay que exterminarlos porque hay que mejorar la raza.” Palabras salidas del ronco pecho de una licenciada en Pedagogía egresada de la Landívar. “El conflicto armado ya pasó, hay que olvidarlo.” Docente de la Escuela de Psicología de la universidad de San Carlos.

Poco se puede decir de la gente de pies descalzos que desconoce lo que sucedió en Guatemala, esa plebe que sufre de hambruna en la extrema pobreza de un país socavado y en los puros huesos, a éstas parvadas que solo utilizan en tiempos de elecciones presidenciales y les regalan una bolsa de comida, una pala o una piocha para comprarles el voto, gente que no sabe que por una bolsa de abono está dando el permiso a docenas de mafias para que gobiernen el país. Estas multitudes que se mueren de hambre en el olvido total de un sistema corrupto, manipulador y asesino. ¿Cómo culparlas? Si dicha es la que sienten cuando llegan las caravanas con las bocinas y la música y las bolsas de comida a alegrarles las penas y a arrebatarles con el voto: la voz, el poder y la libertad que no saben que los tienen porque el sistema se ha encargado de mantenerlos en total nulidad.

Para nada sorprende el punto resolutivo del Congreso de la República en el niega la existencia del genocidio en Guatemala en la época del conflicto armado interno. ¿Qué esperar de algunos egresados de universidades que han tenido la valiosa oportunidad y el privilegio de beneficiarse con la educación superior? Si lo que hacen con esto es traicionar el suelo que los parió. Estos que saben perfectamente que colocando a un genocida en la silla presidencial se les facilita el camino al desfalco, a la trata de personas con fines de explotación sexual y laboral, a la expropiación de tierras, a los crímenes sin castigo porque la justicia es manipulable por la impunidad, misma que ellos mantienen vigente. ¿Qué clase de hijos con estos? Ciudadanos corruptos y deshonestos.

Ahí están las consecuencias de un voto que favorece a unos cuentos y lapida a millones. Un voto que deja carta libre al crimen organizado que de clandestino no tiene nada porque se lía perfectamente con el sistema de justicia del país.

¿Qué sigue ahora? ¿Qué por decreto castiguen con cárcel a quien se atreva a decir que sí hubo genocidio? Y peor que comiencen las desapariciones de personas. ¿Qué vuelva la panel blanca? Si ya está, en otro color y en trasporte militar que no utiliza placas. En mafias operadas por Cacif , policía y ejército. En limpieza social. Nos están matando a la juventud en un disfraz de violencia común y nosotros; como pueblo nauseabundo aplaudimos los feminicidios porque, “de seguro en algo andaban.” “A nadie lo matan por gusto,” “dicen que andaba en malos pasos.” La pregunta es, ¿cuáles son los malos pasos en un país gobernado por mafias y genocidas y un pueblo que solapa?

Un país en el cual los hijos se atreven a escupir el vientre que los parió. Hoy son los legisladores, ayer los togados de la Corte Suprema de Justica, en otra ocasión los de la Corte de Constitucionalidad, qué decir del puñado de abogados lanzando piedras a colegas justos y honrados. Pero, ¿y nosotros? Los ciudadanos comunes y corrientes que trabajamos honradamente para ganarnos el pan del día a día, estamos peor que ellos porque avalamos con nuestro silencio lo que estas mafias hacen. No nos da por dónde informarnos, leer, investigar, preguntar. Estudiantes universitarios que por haraganes se quedan con lo que dice el catedrático y no se dignan a cuestionarlo, a debatirlo, a exponer un punto de vista distinto. A pensar por sí mismos.

Cómplices somos, por solapar. Y todavía con el descaro de apedrear a quien se atreve a pensar distinto. De señalarlo, de tratar de bajarle el ímpetu, de meterle zancadilla y si se puede de descalificar su capacidad de raciocinio. No somos mejores que los traidores confesos. Lo nuestro es por callar y disimular, por comodidad. Me refiero a quienes saben lo que ha sucedido en Guatemala y aun así con su silencio dejan las puertas de par en par para que pasen los transgresores del sistema de justicia. Ser cómplices de esta barbarie es traicionar a nuestros ancestros, a nuestra juventud, a nuestros niños y a los que están por venir a este mundo de miseria. A quienes murieron defendiendo el ideal de hacer de Guatemala un país digno, próspero y en libertad.

Sigamos aplaudiendo goles de equipos de fútbol en ligas extranjeras, soñando con que no somos guatemaltecos porque nos causa vergüenza el color de piel, nuestra variedad de idiomas y nuestra pluriculturalidad. Dejémosle el camino libre a quien quiera hacer con nuestra voz y nuestros derechos lo que se le ronque la gana. Total, a nosotros con que nos den circo nos alegran la existencia.

Sí hubo genocidio y los hijos que lo nieguen son unos infames. Qué la justicia de sus ancestros les reclame la honra y los haga pagar la traición.

Ilka Oliva Corado.

Mayo 14 de 2014.

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