sábado, 24 de agosto de 2013

La nueva alerta terrorista estadounidense, ¿una cortina de humo? (Parte 2)

Por Nagham Salman

Desviar la atención y legitimar la política intervencionista

En este contexto, y en lo que algunos analistas consideran una desesperada maniobra para lavar su imagen, el Gobierno estadounidense emitió hace dos semanas una alerta mundial para todos sus ciudadanos debido a una amenaza "terrorista" no especificada de Al Qaeda.

A continuación, el Departamento de Estado cerró varias de sus embajadas en Oriente Medio y el Norte de África.


El cierre de embajadas es la medida más drástica que puede adoptarse en el marco de las relaciones diplomáticas y consulares, porque deja sin asistencia diplomática y consular a sus ciudadanos en dichos países. La medida no suele adoptarse ni en situación de guerra, salvo entre los países beligerantes.

La mayoría de expertos en relaciones internacionales consideran que hubiera sido más razonable la adopción de una medida menos gravosa como la reducción del personal diplomático en dichos países, y algunos consideran que una medida tan radical podría ser una nueva decisión de propaganda mediática para minimizar el escándalo de las escuchas, que han sido calificadas de aberrantes e incluso obscenas por varios mandatarios y líderes de opinión internacionales.


Existe la sospecha generalizada de que puede tratarse de una amenaza poco creíble. Cabe tener en cuenta que la mayoría de las embajadas clausuradas están dotadas de las mayores medidas de seguridad establecidas en los estándares de seguridad de la Comisión Inman, hasta el extremo que podrían soportar ataques con bombas y asaltos armados.

Por otra parte, todos los países afectados son paradójicamente aliados de Estados Unidos o están en su órbita militar, lo que añade un 'plus' de seguridad y refuerza la obligación internacional de protección de los edificios y del personal diplomático por parte de las fuerzas de seguridad del país anfitrión.

Guerra contra el terror y política del miedo

El Gobierno norteamericano recurre a la alarma por amenaza terrorista desde que se produjeran los atentados del 11-S, una catástrofe cuya autoría no ha sido todavía esclarecida. El tridente Bush-Cheney-Rumsfeld manipulaba a asesores y medios de masas acerca de los peligros de Al Qaeda para distraer la atención de sus abusos y mantener a la población con miedo para rendirse ante todo lo que decidieran.

Según reputados analistas, y como demuestra la realidad desde 2001, detrás de todas las alarmas se esconden objetivos geopolíticos a corto plazo, y son por otra parte la excusa perfecta para seguir interviniendo en Oriente Medio y Asia Menor.

Sin embargo, esta es la primera ocasión en que se toma una medida de tal envergadura y cobertura mediática, ante la presión ciudadana en el propio país e incluso en los países aliados.

La alerta debe fundamentarse en amenazas específicas y Estados Unidos debe demostrar que se hace para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Si en unos días no se produce atentado alguno ni se desarticula ningún intento verosímil de atentado, se confirmarían las sospechas de que se trata de una falsa alarma para contrarrestar los escándalos de espionaje y evitar que se relacione al Gobierno estadounidense con Al Qaeda en Siria, donde es ya un secreto a voces para la comunidad internacional que cientos de yihadistas internacionales son introducidos a diario desde Turquía después de ser entrenados y armados por la CIA en campos cerca de la frontera, todo ello financiado con los petrodólares de Arabia Saudí y Catar.

En estos momentos, es más probable que una gran parte de los cientos de terroristas de Al Qaeda que se fugaron incomprensiblemente y de una manera aparentemente coordinada de cárceles iraquíes y afganas hace un mes estén ya luchando contra el ejército sirio en Alepo, Homs o las montañas a las afueras de Latakia, sembrando el terror en las aldeas alauitas y cristianas de la región.

Es allí, en Siria, como en Irak, donde se producen atentados terroristas a diario y donde se encuentra el polvorín de lo que es una guerra localizada entre sunismo radical y chiismo, que tiene como objetivo final la caída de Irán.

Y son Al Qaeda y sus grupúsculos los que se encargarán de preparar el terreno…

Y lo más preocupante es que el gran Egipto pueda ser la próxima víctima de la misma estrategia, que aspira a crear una devastadora guerra entre musulmanes.


Nagham Salman es analista política especialista en asuntos de Oriente Próximo y comentarista de TV.

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