Hace 42 años, el 11 de septiembre de 1973, murió en combate el entonces Presidente de Chile, Salvador Allende, mientras defendía su gobierno frente al golpe de Estado ocurrido aquel día en Chile, comandado por Augusto Pinochet.
Justo antes de la toma del Palacio de la Moneda por parte de los militares golpistas, el presidente Allende dirigió su última alocución al pueblo chileno, en medio de un trasfondo audible de explosiones y disparos.
En sus palabras, transmitidas por radio, Allende habló de su amor por Chile y de su profunda fe en el futuro de esa nación, sosteniendo que su compromiso no le permitía
tomar una salida fácil y ser usado como una herramienta de propaganda por los traidores. Al negarse a aceptar una oferta de salvoconducto, mostró su intención de luchar hasta el final, y poco después fue encontrado muerto.
El golpe de Estado contra el Gobierno de la Unidad Popular puso fin a una experiencia histórica que se proponía construir el socialismo mediante una vía pacífica y democrática.
Chile se convirtió en el laboratorio para el primer modelo de capitalismo salvaje de la era neoliberal. El 11 de septiembre de 1973 abrió también el capítulo de las dictaduras de “seguridad nacional” que se extendió por el Cono Sur y otras latitudes de la América Latina.
Hoy, cada gobierno progresista de Latinoamérica retoma el legado de Allende, a 42 años de aquel día aciago, y su memoria permanece, exigiendo audacia y determinación para alcanzar el progreso a través de vías alternas a la de la explotación del hombre por el hombre.
Aporrea
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