jueves, 2 de julio de 2015

La prensa estadounidense normaliza las atrocidades de Kiev y demoniza a Rusia

Un reciente artículo publicado en The New York Times ilustra a la perfección el grado con el que la prensa corporativa estadounidense ha estado engañando y desinformando al público americano sobre los crímenes de guerra cometidos por la junta de Kiev apoyada por Occidente mientras que ha exagerado intencionadamente los estereotipos rusófobos y creado temor sobre la visible/invisible y misteriosa “invasión rusa”.

En el artículo “Armed with Google and YouTube, Analysts Gauge Russia’s Presence in Ukraine” (“Armados con Google y YouTube, los analistas miden la presencia rusa en Ucrania”) del 27 de mayo de 2015, se
argumenta que “hay amplias evidencias de que Rusia aún dispone de fuerzas en Ucrania y que envía armas a los separatistas allí”. Este argumento se basa en la confianza en las redes sociales modernas y en herramientas tecnológicas como Google Earth o YouTube. Según esta lógica, los rusos podrían estar engañando y operando en la oscuridad, pero todavía usan Google, así que serían detectados.

El hecho de que Estados Unidos esté suministrando al Gobierno ucraniano humvees y radares que se utilizarán para continuar el bombardeo indiscriminado contra la población civil de Donbass ni siquiera se menciona en el artículo. Aparentemente no se considera noticia que Estados Unidos apoye regímenes que comenten crímenes de guerra.

El artículo tampoco menciona que muchos de los soldados de Donbass son residentes locales y que la mayor parte de la población pretende resistir ante la junta de Kiev. Se presenta como normal y esperado que el Gobierno ucraniano haya estado bombardeando al pueblo de Donbass. Lo inusual es que la población local haya buscado protegerse a sí misma y lo más importante es quién suministra el armamento. A través de la mirada occidental, se percibe a Rusia como peligrosa y poco civilizada porque es el Otro, por lo que su supuesto apoyo y suministro de armas a los rebeldes de Donbass es alarmante.

La junta pro-fascista es considerada una parte de Occidente, por lo que se pasan por alto sus actos. El artículo cita a Eliot Higgins, investigador británico, que afirma que “la propaganda rusa hace que parezca que no es posible conocer la verdad”, pero que “se puede llegar a la verdad apuntando a fuentes abiertas, disponibles al público”. Hay disponible en YouTube un número incalculable de vídeos que muestran a unidades del ejército ucraniano bombardeando civiles y dejando tras de sí muerte y destrucción, pero jamás se mencionan en el artículo en The New York Times.

A finales de abril, visité Donbass en una visita organizada por Europa Objektiv. En Stepanovka, una localidad de Donetsk, encontré filas enteras de viviendas bombardeadas y una inmensa destrucción. También vi un monumento en memoria de la Segunda Guerra Mundial que había sido demolido por unidades pro-fascistas. Esas fotografías están disponibles, pero no parece que hayan encontrado su lugar en la prensa occidental.

El artículo argumenta que “unidades rusas han disparado a través de la frontera ucraniana”, pero no se menciona que las fuerzas ucranianas han bombardeado viviendas civiles desde el gran punto de observación que era el memorial de la Segunda Guerra Mundial. Es de suponer, entonces, que cuando el Gobierno ucraniano dispara contra su propia población civil y admite sus planes de hacerlo, es una decisión legítima, igual que no parece noticioso que el Gobierno israelí bombardee a civiles palestinos cuyas vidas parecen prescindibles. El artículo afirma que ya que supuestamente hay un gran número de soldados rusos cruzando la frontera, Rusia viola el acuerdo Minsk II, que exige la retirada de tropas extranjeras y disolución de los grupos ilegales.

Pero cuando visité un barrio junto al aeropuerto de Donetsk, vi y escuché con mis propios ojos cómo las fuerzas ucranianas bombardeaban constantemente a los mayores que siguen confinados en esa zona. Esto no es una violación de Minsk II, según The New York Times. Si, como el Secretario de Estado John Kerry, defiende que “Ucrania es un examen para Occidente”, en eso está en lo cierto.

Ucraniana es una prueba para ver si Occidente puede superar su rusofobia, ver las vidas de la población de etnia rusa tan valiosas como las de los ciudadanos de etnia ucraniana y dejar de apoyar a un Gobierno de Kiev que ha rehabilitado a los fascistas ucranianos y que busca bombardear hasta la sumisión a una población civil que se ha rebelado. Por el momento, en su silencio, Occidente ha fracasado en esta prueba.

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