domingo, 21 de junio de 2015

¡Corre! ¡Corre mientras aún estás vivo!

La reportera Marina Akhmedova ha entrevistado a Lilia Rodionova, representante del Comité de Prisioneros de Guerra de la República Popular de Donetsk (RPD). Marina Akhmedova presentó una lista de nombres: soldados ucranianos desaparecidos desde agosto de 2014. “‘No les tenemos’–Es la respuesta que recibí en la unidad cosaca en Sverdlovsk, donde sus madres pensaban que podrán estar. Antes de eso, en Donetsk y en otras zonas de la RPD y la RPL, las madres de los soldados desaparecidos dicen que sus hijos han sido llevados a Rusia por el FSB. Cada vez que tengo que decirles que otra investigación no ha dado ningún fruto, me preguntan, ‘¿Por qué no podemos
encontrar a nuestros hijos?’ 

“Remenuk”. Lilia ojea una lista de nombres. “Remenuk murió en la batalla y su madre lo sabe. Pero no han podido aceptarlo, aunque hay una prueba de ADN. Se niegan a creerlo”.
“Por ejemplo, hablé con un padre. Llamaba todos los días. Su hijo había trabajado en Moscú durante 15 años. Estaba de visita y, literalmente la mañana siguiente, se presentaron los comisarios militares y le reclutaron. Tenía unas buenas botas de combate. Se le pidió al padre que identificara el cuerpo por las botas, pero se negó. Le dijeron: ‘si no quiere el de las botas, coja otro’.
También tengo otra historia en la que tenían tres muestras de ADN que coincidían completamente, pero la madre no está de acuerdo con los resultados. Una madre conoce a su hijo, si a un hombre adulto le faltaba un diente, no le va a crecer uno nuevo. Y les daban un cuerpo con un diente de más. ‘Lo siento, pero tiene un diente de más, no lo voy a coger’. ¿Qué quiere decir? Hay un análisis de ADN. Quédeselo’”.
Marina Akhmedova: ¿Quiere decir que algunas pruebas de ADN estaban falsificadas?
LR: No lo sé. No tengo una manera de saber qué pasa allí. También he conocido padres que se niegan a creer que sus hijos hayan muerto, aunque haya una prueba de ADN. Unos timadores ya le han sacado a la madre de Remenuk 50-60.000 grivnas [12 veces el salario medio del país] prometiéndole que le liberarían.
¿Cómo empezó? Todo empezó por unos rumores de que soldados rusos los habían hecho prisioneros. Tenía una lista de 40 personas. Remenuk estaba en ella, también Karpov, Oleg Chizh. Las madres decían que estaban en Lefortovo [San Petersburgo, Rusia]. Espere un poco…
– ¿Qué hace su hijo?
– Es taxista
– ¿El suyo?
– Fontanero.
– ¿El suyo?
– Profesor.
¿Por qué iban a llevarles a Lefortovo? A nadie le interesan los soldados rasos. No están ahí, por supuesto.
Hubo unos pocos casos de soldados ucranianos del cerco de Ilovaysk que fueron llevados a Rusia. Los hospitales estaban a 60km de Donetsk y bombardeaban las carreteras. Así que era más fácil enviarles a Rusia, al hospital de Rostov. También tuvimos algunos casos en los que ayudábamos a la familia de un prisionero a pasar a nuestro lado y ellos lo llevaban a Rusia. No querían que les obligaran a volver al frente si volvían al lado de Kiev. Pero los soldados rasos en prisiones rusas, solo es fantasía.
También había rumores de que eran vendidos como esclavos a los chechenos. Los videntes empezaron a decir a las madres que habían visto a sus hijos trabajando en duras condiciones en fábricas de ladrillos junto a un río. Ahí empezamos a recibir otras versiones: ‘están trabajando en las minas de carbón en Donbass’. ¿Qué minas? La mayoría están cerradas y hay miles de mineros en paro compitiendo por el trabajo aquí. Es una completa locura.
Ahora hay una nueva versión de los videntes: están cortando nieve en alguna parte del Polo Norte, no tengo ni idea de por qué. También están trabajando en plantaciones de uvas en Crimea, etc., etc. También hay una lista de prisioneros de guerra del conocido general Ruban. Los desaparecidos en combate aparecen ahí como prisioneros de guerra. ¿Por qué? No lo sé.
MA: Desaparecido en combate, ¿es lo mismo que muerto?
LR: 9 de cada 10 veces. Sigue habiendo lugares en los que puede haber fosas comunes, todavía los estamos buscando. Ayer estuvimos buscando restos en Lugansk. Un investigador me contó que vive en Hryschevatoe y en medio de la batalla, soldados progubernamentales le pidieron gasolina. Les preguntó por qué y le contestaron que tenían que quemar los cuerpos.
Él les dijo: ‘¿En qué estáis pensando? Quemar los cuerpos no está bien. Entonces no se podrán hacer pruebas de ADN. ¿Qué pasa con las sustancias tóxicas del cuerpo?’
Le contaron unos cuantos mitos de veneno que emana de los cuerpos y que lo destruye todo alrededor. Les dijo ‘enterradlos. Quemarlos está prohibido. Enterrados se podrá hacer una prueba de ADN dentro de 50 años. Si los quemáis, no se podrá’.

¿QUIÉN IDENTIFICA LOS CUERPOS QUEMADOS?

LR: La gente que está lejos de la guerra, en el otro lado, no comprende que, cuando explota la munición, no queda nada del tanque. La armadura se calienta y se derrite como pegamento. ¿Qué cuerpo se puede recuperar? Todo se derrite hasta ser un trozo de este tamaño [Lilia muestra su puño]. No hay ADN en eso. Solo podemos identificar al personal por el número de unidad del tanque.  Es lo único que podemos hacer. Una mujer se acercó a mi pidiendo y pidiendo que le devolviéramos a su hijo (en ucraniano): ‘¿dónde está? No está capturado, no está muerto. ¿Dónde está? ¿Dónde?
En Starobeshevo hay fragmentos de cuerpos colgando de cables eléctricos y de los árboles. Cuerpos desgarrados. Ayer estuvimos en Uglegorsk recuperando fragmentos. Algunos chicos del otro lado los recogieron, pero no pudieron volver por culpa de los bombardeos. Así que pasaron la noche y han vuelto esta mañana. Estaban sorprendidos por los bombardeos, claro. Además, los lobos y los perros arrastran los cuerpos de aquí para allá. Hay veces que los del otro lado se llevan solo lo que quieren, no se llevan el resto.
MA: ¿Qué no quieren llevarse?
LR: En Novogrigoryevka, los soldados del Gobierno juntaron todo lo que pudieron y lo enterraron en las trincheras. El representante del ejército vino a por los restos humanos, su identificativo era Changar. Se llevó todo lo reconocible, pero dejó allí todas las partes quemadas, fragmentos, piernas, brazos. ¿Quién los necesita? ¿Quién los va a identificar?
MA: ¿Por qué los han recogido ahora?
LR: Para devolverlos.
MA: ¿Así que recogen fragmentos de cuerpos, los meten en el coche y los devuelven?
LR: Claro. En Chernukhino, cuando la población empezó a volver a las casas destrozadas, encontraban restos de cráneos. Recogemos todo lo que podemos, lo metemos en bolsas y lo devolvemos.

headUNA CHARLA CON LA OFICINA DE RECLUTAMIENTO

LR: Chizh Oleg, llevo tiempo hablando con su Hermana. Ella solo tenía a su hermano, no tenía a nadie más. Y fue de las primeras que empezó a llamar diciendo: ‘Oleg Chizh! ¡Oleg Chizh, desaparecido en combate!’
Empezamos a preguntar, ¿alguien ha visto a Oleg? Un prisionero de guerra dijo ser él, pero una vez que le intercambiaron resultó que era mentira. Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, dijo: ‘Había oído que todos el mundo le estaba buscando, así que pensé que si decía que era él, llegaría antes a casa’. Resultó ser un mentiroso y todos pensábamos que Oleg estaba vivo. Hemos estado buscando a Oleg por todas partes, incluso hemos considerado las teorías de la conspiración, incluyendo Rusia y Chechenia. Le identificaron por el ADN.
MA: ¿Con los restos?
LR: Sí. Murió en alguna parte por Saur-Mogila o Stepanovka. Encontraron su chapa y su crucifijo. Pero en el otro lado, siguieron diciéndole a su hermana que estaba vivo, que estaba preso aquí o allí. Creo que estaban tapando sus bajas de esa manera.
También tuvimos a un prisionero, Nikolai Surmenko, de Kherson. Hablé mucho con su madre. Es un niño de Chernobyl, enfermo, con diabetes, que medía metro y medio [Lilia muestra la altura con la mano].
MA: ¿Por qué fue a la guerra si estaba enfermo?
LR: Nadie se lo preguntó. Hemos visto soldados a los que reclutaron a pesar de que les faltaran dedos. Algunos habían sufrido ataques al corazón antes.
“¿Sí?” Lilia contesta al teléfono. “Estoy ocupada. No vamos a hacer esto en media hora”.
“Una llamada desde el otro lado”, explica Lilia. “La fundación Memoria del Pueblo. Colaboramos con ellos en el tema de prisioneros de guerra”.
LR: Volviendo a Nikolai. Su madre estaba preocupada porque su hijo estaba aquí, pero también tenía miedo de que si le devolvíamos le volverían a reclutar. El pueblo entero se reía de ella, no creían que su hijo estaba en la guerra. Decían: ‘seguro que le estás escondiendo del reclutamiento en alguna parte’. Cuando nuestro lado le soltó y se fue a casa, todo el pueblo recaudó 500 grivnas para cubrir los gastos médicos.
Tuve otro caso de una mujer de un pueblo perdido en algún lugar de Ucrania occidental, que ni siquiera sabía usar un móvil, pero encontró la lista de prisioneros de guerra de Ruban en alguna parte. Su hijo era el número doscientos y algo en la lista. Estaba contando a cuántos se había liberado y cuánto tiempo más tendría que esperar. Alguien le dio un móvil, marcaron mi número y me dijo en ucraniano:
– Querida señora, por favor, deje marchar a mi hijo.
– ¿Por qué a su hijo en concreto?
– Mañana es su cumpleaños. Mañana cumple 19 años.
– No lo tememos y nunca lo hemos tenido.
– ¿Cómo es posible? Está en la lista de Ruban.
Y no quería aceptar que su hijo no estuviera con nosotros. En ninguna parte y nunca más. Siempre les digo, vayan a hablar con la oficina de reclutamiento. Ellos vinieron a por su hijo, así que son responsables de él. Deberían ser ellos los que investiguen. Pero ya sabe, al Gobierno no le importan mucho las madres.
Hubo un oficial que salió del cerco de Ilovaysk. Me llamaba cada día. ‘¿Cómo están mis hombres? ¿Cómo está este? ¿Y aquel?’ No exigía que los liberáramos inmediatamente, simplemente preguntaba por cada uno y al final me aprendí todos sus nombres con él. Es el único oficial que se ha preocupado por sus soldados, ¡el único!
MA: ¿Tienen prisioneros de guerra en este momento?
LR: Sí. No muchos, pero sí tenemos. Los usamos para intercambios de prisioneros. Los visito a menudo, tienen teléfonos y hablan con sus familiares. Tienen un puesto de enfermería y reciben toda la atención médica que necesitan. En general tratamos de entregar a los heridos lo antes posible. Tuvimos a un chico de Debaltsevo. Estaba en un camión pequeño y estaban sacando a los heridos. Hacía mucho frío entonces, ya sabe. El camión recibió un impacto cuando trataban de huir del cerco y los que todavía podían andar abandonaron a los heridos. Él resultó herido y se llevaron sus botas y su reloj. ‘Ya no los necesitas, nosotros sí’. Los heridos gimieron durante horas, pero paró por la noche. Él estaba sentado en la cabina con el teniente. El teniente, de 22 años, también estaba herido. Le dijo: ‘acércate a mí para que no nos congelemos’. El teniente murió, pero estuvo pegado a él hasta que el cuerpo quedó frío. Durante tres días, salió arrastrándose del camión para beber nieve, pero el tercer día ya estaba demasiado débil para salir y se quedó dentro. Entonces llegó la milicia y le recogieron, pensó que eran ángeles del cielo.
MA: ¿Cómo vieron que estaba vivo?
LR: Murmuraba. Tenía Fuertes síntomas de congelación. Se me había olvidado: era cirujano, médico militar. Su tensión era muy baja y no se podía mover. Lo arreglamos todo con el otro lado inmediatamente, ‘preparad vuestro mejor equipo médico’. Queríamos que pudiera mantener sus manos, pero perdió la derecha.

POLÍTICA EN PRISIÓN

MA: ¿Dispone de información sobre cómo se trata a los milicianos capturados?
LR: Los maltratan, pero no nos vengamos. Queremos que comprendan que somos gente civilizada y que queremos tratarnos los unos a los otros como humanos. Los que tienen un cerebro entenderán el mensaje.
MA: ¿No hay venganza porque están contra la violencia o porque quiere enviar un mensaje?
LR: ¡Para que nadie haga daño a nadie! Tienen que comprendernos, nadie puede actuar así. ¡Las bestias no se comportan así! Algunos civiles toman las armas después de estar detenidos. Teníamos a un ladrón aquí. Vivía en Debaltsevo. Después del bombardeo, salió a la calle para ver qué había pasado a su casa y le detuvieron bajo sospecha de separatismo. Luego nos obligaron a aceptarle en un intercambio. Inmediatamente se ofreció voluntario para la milicia, aunque la ley de la mafia dice que los criminales están en contra de cualquier trabajo para el gobierno y no se meten en política. Aunque eso ya no es así, las prisiones están politizadas. Cuando nuestros camaradas son acusados de separatismo y son enviados a prisión, los presos les  hacen cosas terribles”.
MA: ¿Por qué les preocupa a los presos?
LR: Supongo que porque siguen siendo del otro lado, al fin y al cabo. Realmente no sé por qué les preocupa. Le contaré otro caso distinto. Capturaron a algunos civiles cerca de Snezhnoe. Primero los tuvieron en el aeropuerto de Kramatorsk, en agujeros, al lado de los muertos. Después, enviaron a uno de ellos a la prisión de Poltrava, con criminales. Es otra forma de tortura del Gobierno, abandonarte entre criminales. Pegaron con fuerza a este chico y cuando dejaron ahí a otro preso, Alexei Zhukov, le arrancaron todos los dientes a golpes. Tiene diabetes, así que su nivel de azúcar empezó a desequilibrarse, empezó a tener ataques. Entonces el jefe de la mafia local se enteró de las torturas y la crueldad y lo paró al momento. Los criminales masticaban la comida para Alexei. Hay muchas circunstancias.

head1PRISIONERA CERCA DE CASA

LR: Yo misma he sido prisionera del otro lado, en julio de 2014. Empecé a ir a Slavyansk, a evacuar heridos y enfermos, tanto militares como civiles. Nos llevamos a todos los que pudimos meter en la ambulancia. Entonces empecé a ir a Snezhnoe. Esa vez iba a Marinovka a recoger a un soldado ucraniano y llevarle al hospital de Donetsk.
MA: ¿Por qué decidió arriesgar su vida por un soldado enemigo?
LR: ¿Qué me importa eso? Pasamos el día entero transportando a los heridos y al final, solo quedaba uno y necesitaba llegar a un hospital. Ya era de noche y pasamos junto a un puesto de control ucraniano. No sé cómo apareció en la carretera. Dispararon a la ambulancia. No sé cómo sobrevivimos. Nos escondimos en los huecos pequeños, no sé cómo conseguimos meternos ahí.
MA: ¿Quién controlaba el puesto de control?
LR: Los guardias de frontera, supongo.
MA: ¿Pero no se supone que los guardias de frontera no pegan o abusan de los prisioneros?
LR: No nos pegaron. Ni ellos sabían muy bien qué hacer. ¿Soltarnos, igual? Cuando salí de la ambulancia con el uniforme de enfermera, dijeron: ‘Mierda, médicos’. Les dije: ¿qué esperabais de una ambulancia? Llevábamos las luces para que todo el mundo pudiera ver. Dispararon porque tenían miedo, pensaron que podía ser un grupo de sabotaje. Después de mucha discusión, decidieron enviarnos a campos de prisioneros. Nos enviaron a Uspenka, desde ahí a Solntsevo, en el distrito de Starobeshevo. Ahí es donde empezó el abuso físico. Desde ahí nos llevaron a Kramatorsk en helicóptero.
MA: ¿Qué quiere decir con abuso físico?
LR: Golpes con el rifle. Todavía me duele el hombro de vez en cuando. Desnudarnos, no sé por qué, forzarnos arrastrarnos por el suelo, escenificar falsas ejecuciones.
MA: ¿Tuvo que arrastrarse?
LR: El resto tuvieron que arrastrarse, a mí me pasearon con una bolsa en la cabeza y me pegaron con un rifle.
MA: ¿Qué sintió cuando le desnudaron? ¿Vergüenza?
LR: No pensé nada. Tenía una bolsa en la cabeza. Después me preguntaron: ‘¿Rezó?’ Sí, recé. ‘Que dios me ayude’. Eso es todo lo que podía pensar.
Por algún motivo les gusta hacer eso. Fue duro para mí desnudarme, claro. Pero entonces pensé, si es lo que quieren, me da igual. Después permitieron que estuviera vestida. Pero la bolsa de la cabeza se quedó ahí.
MA: ¿Así que no los vio?
LR: No. Vi las zapatillas de uno de ellos en Solntsevo, eso es todo. Solo oí sus voces. Más adelante nos llevaron a Izum. Ahí había policías, que eran como los agentes de frontera. ‘Son médicos, ¿por qué les han cogido?’, decían. Nos trajeron agua y después pan y té y nos llevaron a una celda.
De ahí nos llevaron a la prisión estatal de Kharkov. Estuvimos esperando al coche durante un rato y empezamos a hablar con los guardias, aunque estaba prohibido. Uno de ellos dijo:
– Nací en Rusia y durante el Maidan fui antidisturbios allí.
– ¿Fue antidisturbios? ¿Qué hace aquí entonces?
– He mantenido mi juramento de servicio.
– ¿A quién juró lealtad?
– Al pueblo.
– Bueno, yo soy el pueblo y estoy sentada aquí frente a ti, esposada y con una bolsa en la cabeza.
– Pero eres una separatista.
¿Sabes por qué soy separatista? Porque cuando otra gente creaba disturbios, yo trabajaba durante el día y por la tarde, cuando llegaba a casa del trabajo, encendía la televisión para intentar comprender qué estaba pasando. Cuando empezaron a apalear a vuestros chicos, lanzándoos cocteles molotov, fui a las manifestaciones y grité…’Quiero a Rusia’,  grité ‘gloria a Berkut’, ‘los policías son los verdaderos héroes’. No conocíamos otra forma de ayudaros. Salimos a las manifestaciones y gritamos para demostrar a todo el mundo que os apoyábamos. Vive con eso si puedes. Cuando nos recogieron, buscó mi mano en las esposas y la estrechó dos veces. Ya está.
MA: ¿Ese apretón de manos le pareció un gesto cariñoso?
LR: Que ese sea un gesto cariñoso para él. Si ha sobrevivido a la guerra, que piense en ello. El ministerio de Asuntos Exteriores ruso incluso preguntó al Servicio de Seguridad de Kharkov por nosotros, pero les dijeron que no estábamos allí. Porque nos habían retenido ilegalmente, sin ningún procedimiento. Me dijeron que mis huellas dactilares, aunque nunca me tomaron las huellas, se habían encontrado en lanzagranadas. Entonces se empezó a hablar: ‘la gente ya les está buscando’. Fue un placer, alguien nos estaba buscando. Entonces dejaron de pegarnos. Mi madre vive en Solntsevo. Había a unos siete kilómetros entre el lugar en el que nos retenían y la casa en la que nací.

pow3UNA PERSONA SIN NADA

LR: Entonces también le regalé un amuleto a un oficial ucraniano. No sé si sobrevivió la batalla de Starobeshevo, que más adelante fue simplemente brutal.
MA: ¿Por qué le dio el amuleto?
LR: Porque de no haber sido por él, me habrían matado. Había otro batallón estacionado allí. Todos hablaban ucraniano. Y cuando ese oficial fue a comer, vinieron donde nosotros y empezaron a hablarnos en el dialecto de Ucrania occidental. Empezaron a golpearnos:
– Fascista, tú has venido a mi tierra.
– ¡Mi madre vive aquí! ¿A qué distancia está tu casa?
El oficial volvió, vio lo que pasaba, gritó que todo el mundo se apartara y puso a sus propios guardias para protegernos. Paró a todo el que se acercaba a hablar con nosotros. De no haber sido por él, solo dios sabe qué nos habría pasado. Podría haber acabado violada o torturada, parecía que estaba a punto de ocurrir. Eran feroces. Eso ocurrió el 23 o el 24 de julio y del 21 al 22 tuvieron bastante fuego amigo.
Así es como ocurrió: tenían una unidad grande en Kashty. Este pueblo es tan pequeño que ni siquiera está marcado en el mapa, pero muchos de los padres me llaman ahora para hablar de él porque ahí es donde desaparecieron sus hijos. Mire –Lilia hace un dibujo en un trozo de papel-, hay unas cuantas viviendas residenciales aquí, luego hay un río y ahí está el pueblo. Por algún motivo, empezaron a bombardear desde allí y estos chicos devolvieron el fuego. Se intensificó tanto que todo el lugar estaba ardiendo. Lo sé porque nos metieron en el cráter de un proyectil y toqué la tierra. Ahí es donde solía haber fresas. Soy de allí, lo sé. Ahora solo hay agujeros.
MA: ¿Por qué dispararon a su propia gente?
LR: Bueno, ocurre a veces con ellos. Entonces fue accidental, porque todo el mundo tenía miedo. Alguien disparaba y empezaba la locura. Al mismo tiempo, la 95ª brigada también se encontró bajo el fuego amigo cerca de Kramatorsk. Nos metían miedo diciendo, “os mandaremos donde la 95ª. Ahora están furiosos, os matarán”. Eso es lo que me dijeron a mí. Me ha preguntado si sé cómo eran. Sí, podría reconocer a uno de ellos. Era alto, con una nariz así –Lilia muestra una línea torcida.
MA: Dibuja la imagen de Mefistófeles.
LR: Era muy cruel. Mucho. Hablaba en un dialecto de Ucrania occidental. Pero cuando nos sentamos en el coche vino alguien y entonces su voz sonó como la de un chico muy joven. Empezó a poner trozos de chocolate en mi mano: “come, come” (en ucraniano). Susurraba, como con miedo a que alguien pudiera oírle: “come, come”.
MA: ¿Se veía como una víctima?
LR: Sí.
MA: ¿Se sintió violentada?
LR: Sí, sentí que estaba indefensa. Me sentí como un ser sin ningún derecho, sin nada.

pow2YA NO ES EL ENEMIGO

MA: ¿Se arrepiente de su trabajo?
LR: No. Por supuesto que no. Solía ir a Seversk, a evacuar a los heridos desde el hospital local. Llegué allí y no había electricidad: tuvimos que encontrar el hospital en la oscuridad. La enfermera nos llamó desde el hospital y nos pidió que recogiéramos a los heridos. Cuando ya habíamos salido, volvió a llamar y dijo que una hora después de que nos marcháramos, los nazis habían venido buscando a los heridos. Cuando los llevábamos a Donetsk, no podían creer que alguien hubiera ido a por ellos. Dos meses más tarde, el padre de uno de ellos me llamó y me dijo:
– ¿Se acuerda de un chico llamado…?
– Sí, lo recuerdo.
– Le mataron
¿Cómo puedo arrepentirme de nada? Aunque, sí, antes de que pasara todo esto, tenía un buen trabajo, un gato y perros.
MA: ¿Dónde están ahora?
LR: Durante mucho tiempo, mi casa estuvo en territorio ocupado. El 7 de agosto por la noche –no había electricidad- visité mi casa. Estuve allí exactamente 7 minutos. Vi a mi madre. Acaricié a los perros; también al gato. Y me marché. Después de eso, los perros se negaron a comer. Después lo hizo el gato. Todos están muertos. Ya no tengo mascotas…Antes, nuestra familia siempre ponía la cena a las 7, con un mantel bonito y flores en la mesa. Entonces no sabía que iba a tener que dormir en tiendas de campaña, comer lo que pudiera encontrar, en las condiciones que fuera. Vivir sin dinero. Vivir sin maquillaje. Sin nada de esas cosas que antes parecían imprescindibles.
MA: En el último año, la población ha visto cosas inimaginables, atrocidades que ni siquiera  se pueden ver en las películas más terroríficas. ¿Por qué ha pasado?
LR: Nosotros, el pueblo de Donbass, no somos más importantes que los microbios, que las pulgas. ¿Quién se preocupa por nosotros? Hay otras fuerzas en juego aquí, fuerzas enormes. Todo pasa cuando tiene que pasar. Creo que la Unión Soviética era algo bueno. La gente aquí no quiere Novorrusia, no quiere a la Federación Rusa. Quieren que vuelva la Unión.
MA: ¿Para al menos recuperar las ideas de igualdad y justicia si no para implantarlas?
LR: Soy enfermera de ginecología. Llevo asistiendo en partos desde 1985. Recuerdo que muchas de las cosas malas las conocimos después de la disolución de la Unión Soviética. Vi nacer a muchos bebés. El tiempo pasó y veía nacer a los bebés a los que una vez vi nacer.
MA: ¿Y qué siente ahora, cuando recoge los restos de aquellos a los que posiblemente trajera al mundo hace unos años?
LR: He visto a muchos muertos. Incluso cuando veo a desconocidos, me afecta…Hemos tenido un caso recientemente. Llamó la madre de un Haritonuk. Su hijo había desaparecido. Tres días después, fui a Logvinovo, donde hay colinas bajo las líneas eléctricas. Había un tanque aplastado ahí. Un joven de la milicia me mostró una tumba. Había enterrado a un soldado ucraniano ahí, en el cráter de un proyectil. Lo miré y ahí, en la chapa, decía: “Haritonuk”. Hablamos:
– Oh… su madre le está buscando…
– ¿Cuántos años tenía?
– No lo recuerdo. ¿Tú cuántos años tienes?
– Tengo 21. Yo le enterré.
Así que mientras aún se libraba la batalla, enterró al soldado en el cráter de un proyectil. Hizo un montículo, busco unos palos, los ató haciendo una cruz e incluso puso un cartel con el nombre y puso el casco encima.
– Es tu enemigo. Pero has hecho esto. ¿Por qué?
– No, ya no es mi enemigo. ¿Me podrías decir alguna vez cuántos años tenía?
– Lo hare.
Su madre volvió a llamar. Tenía 19 años este conductor de tanque.
MA: ¿Así que no quieren matarse los unos a los otros?
LR: Claro que no. Recientemente hemos traído algunos prisioneros para un intercambio y también trajimos los cuerpos de los muertos para devolverlos. Las trincheras son muy estrechas en los puestos de control ucranianos. Salí del coche. Estaba oscuro. Casi piso la cabeza de uno de los soldados ucranianos. Me explicaron: “No nos habían avisado del intercambio”. Les dije: “Espera, que hable con alguien”.
Así que intenté llamar por teléfono, pero no había cobertura. Mientras tanto, ya habían salido unos 20 de ellos y me habían rodeado. Tenían curiosidad. Me vino un chico:
– Dígame, ¿es cierto que tienen niños heridos allí?
– Claro. Heridos, algunos han perdido los pies, las manos, los ojos.
– ¿No está mintiendo?
– Sí, es verdad.
Entonces llegó un coche con nuestros chicos. Llevé cuatro de ellos y ellos tenían ocho de los nuestros. Así que dijeron: “No, entonces solo os damos cuatro”. Sabe, cuando estaba en una línea contra la pared frente a un pelotón de fusilamiento, me temblaban las manos tanto como me temblaban entonces. Menos mal que era de noche y no podían verlo. No podía aceptar eso. Estaban ahí mismo, delante de mí, de pie, con las manos a la espalda, atadas, con bolsas en la cabeza. Si solo podía llevarme a cuatro, ¿qué sería de los otros cuatro? Traté de aparentar todo lo que pude.
MA: ¿Cómo?
LR: Bromee con uno, abracé a otro. Dije, “Os prometí a tres y he traído conmigo a un cuarto como gesto de buena voluntad. Dadme algo a cambio”. Así que en cuanto nos dieron a todos quise salir de allí lo antes posible, antes de que cambiaran de opinión. Cogí yo misma las bolsas de cadáveres y me fui hacia el coche. Entonces volví para devolver la linterna que me habían prestado. Oí al mismo chico con el que había hablado antes susurrar en la oscuridad:
– Dígame, ¿qué hago ahora?
– ¡Corre! ¡Corre mientras aún estás vivo! ¡Huye de aquí!
Este chico, a él le recordaré, le recuerdo con cariño… ¿Qué será de la gente de nuestro lado y del suyo después de la guerra? Son como perros que han probado la sangre. Es difícil que esos perros se curen más adelante. Con las personas es aún más difícil. Especialmente con las mujeres. Una vez que una mujer toma las armas y comienza a matar se hace cruel y peligrosa. La guerra se convierte en una adicción. He visto a mujeres así.
La gente me pregunta: “¿Qué hubieras hecho de haber tenido un arma entonces?” No sé qué habría hecho, pero siento que no habría sido capaz de matar. Simplemente no podría hacerlo. También me dicen: “Tienes que odiarlos” Espera un minuto… ¿Por qué tengo que odiar a nadie? Siempre intento comprender a las personas y comprender por qué hacen lo que hacen. Las personas toman decisiones por algún motivo. Puede que ellos no entiendan algunas cosas y puede que yo no entienda otras. Pero no siento odio.

1 comentario:

  1. ¡Qué gran reportaje! ¡Qué gran persona Lilia Rodionova! ¡Cuánta grandeza y también miseria humana al descubierto!
    Sencillamente gracias y, por favor, no le digan a nadie que lloré (estoy llorando, quiero decir.

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