jueves, 19 de marzo de 2015

La diáspora ucraniana en España y la guerra (III)

Las contradicciones del apoyo a la guerra y el radicalismo

Los ucranianos de España que quieran saber a dónde llega su ayuda, y para qué, disfrutarán sin duda con la crónica de Voerzio, una crónica que les convencerá además de la justicia de su causa. Voerzio trata de convencer, al hablar de los jóvenes del Sich y otras unidades cercanas, la gran mayoría con estudios universitarios, de que no se trata de personas peligrosas o radicales, sólo de nacionalistas que no quieren vivir bajo una bota extranjera. Pero su aproximación está sesgada: la relación entre el
movimiento nacionalista popular ucraniano y la operación ATO del régimen de Kiev genera contradicciones que obligan a la reflexión.

En primer lugar, como sus antepasados, estos soldados sí son radicales, determinados a librar una guerra que no es defensiva sino ofensiva y que se dirige contra sus propios conciudadanos, ya sea en la Casa de los Sindicatos, en las sedes de las organizaciones a proscribir, en las casas de los oponentes a erradicar, o en el Donbass levantado contra el golpe de mano de Maidan. Hasta las primeras semanas de febrero, la comunidad ucraniana en España pedía fondos para los habitantes de Debaltsevo: ¿lo seguirá haciendo ahora que han mostrado su identificación con las milicias del Donbass?

La contradicción que supone apoyar, de esta manera activa, a unas fuerzas armadas que se centra en lo fundamental en bombardear a sus -al menos hasta ayer- conciudadanos del Donbass se supera expulsando de la comunidad ucraniana a todo oponente. “Un ucraniano no puede apoyar a un invasor, si lo hace es porque es ruso. Tienen la nacionalidad pero no son ucranianos“, explica a Pellicer Ivan Vovk, apoyando su tesis Oleksandr Prokopiuk, primer secretario de la Embajada en España. Poco importa que se les defina como rusos, separatistas o terroristas, la oposición al actual régimen de Kiev forma parte de la anti-Ucrania, colaboradores en última instancia del régimen agresor de Putin.

Mayor contradicción aún demuestran quienes participan en el movimiento de apoyo al ejército pero que no quieren que sus hijos sean reclutados. Pellicer recoge, por ejemplo, los motivos de una mujer ucraniana, residente en Madrid, para no viajar ya a Ucrania: “No puedo volver para ver a mi abuela. Ya no dejan salir y tengo un hijo de 16 años al que podrían reclutar”, señala.

En su artículo en El Mundo, Nuria Bravo señala que la llamada de sus hijos para el ejército, la movilización para ir al frente en definitiva, “es el motivo de que muchas madres estén trayendo a Madrid a sus hijos varones y también de que Ucrania se haya convertido en el segundo país de origen de las personas que buscan protección en España”. Nuria Bravo señala que, según el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR) se trataría de alrededor de mil personas en 2014, la segunda comunidad de demandantes de asilo en España después de Siria.

En el centro de CEAR en Madrid, “la mitad de las plazas destinadas al asilo ya son para familias ucranianas”, se dice en el artículo. Yuri Chopyk, presidente de la Comunidad Ucraniana de España, favorable al movimiento hoy victorioso de Maidan, comenta ante ello que «Hay mucha preocupación, recibimos llamadas de madres pidiendo consejo, llorando por sus hijos, que están en Ucrania. Tenemos que estar muy unidos».

Son las contradicciones en las que, más allá de sus sentimientos, se instala la gente sencilla. Como señala Nuria Bravo: “Unos quieren evitar a sus familias y, en especial, a sus hijos, la tragedia de una guerra real, trayéndolos a Madrid. Otros, en especial jóvenes, están dispuestos a movilizarse, incluso yendo al frente”. Un cementerio cerca de Peski, fotografiado por Wendle, ayuda a recordar qué es lo que significa esto como también las manifestaciones de mujeres de soldados de las unidades diezmadas. Hoy prácticamente prohibidas, estas manifestaciones eran frecuentes en verano, como lo demuestra la acción de finales de julio en el que, durante tres días, esposas y madres, entre ellas de soldados de la 79 Brigada, bloquearon la carretera de Odessa a Nikolaev para pedir el retorno de los combatientes.

Pero la mayor contradicción es el fortalecimiento del radicalismo al que lleva la defensa de lo propio, unida a la radical negación de cualquier aspecto positivo en un adversario con el que, al final, será preciso negociar y pactar. Sobre todo si ese adversario, hasta hace poco, era parte de tu propia ciudadanía.

En España, este radicalismo, ultranacionalista e irracional, se puede ver en los aliados españoles del movimiento, fundamentalmente el partido Alianza Nacional, defensor del eslogan “Nación-Raza-Socialismo”, invitado al acto de celebración de la independencia ucraniana el 25 de enero de 2015. Ahí, su representante tuvo la oportunidad de encontrarse junto a Vovk, el patriarca ortodoxo Trachuk y el representante de la embajada, Prokopyuk. Los concentrados eran apenas 100 personas cuando habían llegado a reunir un año antes a casi 4.000 personas para apoyar a Maidan.

Este radicalismo lleva a algunos miembros de la diáspora ucraniana en España a acciones irreflexivas de las que probablemente se arrepentirían si dedicaran al menos un minuto a pensar detenidamente en ellas. Un ejemplo es el de ese padre de familia que incluye en Facebook fotos de unos hijos, ni siquiera llegados a la adolescencia, a los que instruye, con una bandera del Pravy Sektor en la mano, para simular un disparo con arma real contra un objetivo. Al fondo, colocado en el paredón, un retrato de Putin, con un bigotillo a lo Hitler añadido para hacer todo más aceptable, con un eslogan en su parte inferior en el que se puede leer en inglés “STOP RUSSIAN AGRESSION”.

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