domingo, 7 de diciembre de 2014

Ucrania en el aniversario de Maidan: nada ha cambiado a mejor

El 21 de noviembre de 2014, Ucrania celebró triunfante el primer aniversario de Euromaidan, que no solo ha cambiado profundamente la situación del país, sino que ha alterado sustancialmente la agenda de la política internacional. En noviembre 2013, cuando las protestas no habían hecho más que empezar en Kiev, pocos habrían previsto que la dimensión de las consecuencias. Tras la negativa del entonces presidente Viktor Yanukovich a firmar el acuerdo de asociación con la Unión Europea, que en su parecer podría perjudicar la economía del país, activistas tanto de extrema derecha como de partidos liberales, se lanzaron en manada a la plaza central de Kiev, alentados por los principales medios de
comunicación. Los activistas tuvieron éxito atrayendo a un gran número de ucranianos desinteresados por la política a su lado y, finalmente, tras los sangrientos choques en el centro de la capital del país, lograron expulsar al presidente de su cargo.

¿Qué ha ocurrido en Ucrania en el año que ha pasado desde entonces? Ucrania es ahora un país completamente diferente: sin Crimea, sin las grandes ciudades industriales de Donetsk y Lugansk y sin las reservas de carbón del sudeste que son esenciales para garantizar la calefacción en Kiev durante el invierno.

Es obvio que estos cambios vienen condicionados por el proceso que inició en la plaza central de la capital de Ucrania. Solo unos pocos advirtieron entonces del peligro que acarreaba. Pero en solo unos pocos meses, la guerra civil se ha convertido en una trágica realidad que ha causado un número masivo de víctimas entre la población civil. Las técnicas modernas para asesinar humanos se usan de una forma que hasta noviembre de 2013 parecían inimaginables.

¿Por qué hemos pagado este precio? ¿Se han cumplido las promesas que los participantes en las protestas de Maidan utilizaron para movilizar a la oposición? Si analizamos los factores económicos y políticos, ¿qué han conseguido quienes salieron a la calle hace un año para exigir mejoras?

El aspecto socioeconómico

En vísperas de Euromaidan, Ucrania era un país en estado de crisis crónica, algo que se demostraba de forma gráfica en la pobre viabilidad de sus sistemas social y económico. El nivel de vida de los ciudadanos ucranianos descendió cada año de la presidencia de Viktor Yanukovich. Pero este descenso continuaba siendo lineal, sin ningún colapso catastrófico. Yanukovich habría estado encantado de implantar reformas neoliberales en el país, recortar el gasto social que suponía tal carga para el presupuesto, pero comprendió que esto supondría un serio golpe para su base electoral, que sería la ruina para los empleados públicos y pensionistas que habían puesto sus esperanzas en la “estabilidad” y, lo que es más importante, que podrían causar fuertes protestas lideradas por la oposición, con total apoyo desde el extranjero.

Por este motivo, el Gobierno del Partido de las Regiones que estaba en el poder hasta la caída de Yanukovich mostró moderación. La cautela terminó una vez que la nueva coalición, que disfrutaba de apoyo completo de Occidente, llegó al poder. Esta gente tomó el poder bajo la bandera del nacionalismo político y las reformas liberales y ya no estaba sujeta a las consideraciones que habían atado a Yanukovich. Desde el principio se entendía que al tomar el poder, continuarían con las políticas del antiguo Gobierno y que entonces, sin mayor preocupación por el bienestar de esos ciudadanos a quien las reformas iban a destrozar. Como era de esperar, la culpa de los resultados de estas políticas recaería sobre los “enemigos de la patria”.

Consecuencias socioeconómicas

Y fue así. Las nuevas autoridades ucranianas adjudicaron automáticamente la responsabilidad de las catastróficas consecuencias sociales y económicas de los costes de Euromaidan y de la llamada “operación antiterrorista”. Mientras tanto, según datos oficiales publicados justo antes de las elecciones, los salarios de los ucranianos se han reducido un 11,4% comparado con los de septiembre de 2013. El total de sueldos impagados en septiembre de 2014 ha aumentado desde el inicio del año en un desastroso 156%. Y el Gobierno ha recaudado un total de 1.400 millones de hryvnias de los ucranianos por la introducción de un impuesto aprobado por la Rada Suprema para financiar la guerra.

Los sociólogos ucranianos comprenden que se trata de datos indulgentes y que la deuda real con los residentes del país es aún mayor. En cualquier caso, estos datos aportan, a grandes rasgos, una imagen de la situación previa al colapso de la hryvinia en noviembre. Desde los tiempos de Yanukovich, la divisa ucraniana se ha depreciado a menos de la mitad en relación al dólar estadounidense. Ni empleadores ni Gobierno están dispuestos a compensar los efectos de la inflación en los pagos sociales o salarios, que han caído catastróficamente en relación al aumento de precios de bienes esenciales.

Cuando se tienen en cuenta estos procesos, el coste que para los residentes de Kiev tenía una barra de pan en otoño de 2014 era tres veces el precio de hace un año, mientras que el coste de los servicios públicos prácticamente se ha duplicado. Y todo ello ocurre mientras la población de la capital lleva experimentando seis meses de cortes de agua caliente.

Y lo que es peor, el Gobierno ucraniano ya no tiene forma alguna de obtener el dinero que necesita para cumplir con sus compromisos presupuestarios. Según datos oficiales, la producción industrial ucraniana se situaba un 16,3% más baja que el nivel del mismo periodo del año anterior e inmediatamente después de las elecciones, el Banco Central admitió que, el país no dispone de reservas de oro.

Teniendo en cuenta que la deuda del Estado se sitúa en 74.000 millones de dólares, el país no está en disposición de cumplir sus compromisos de pago de deuda y solo puede ofrecer como garantía para los nuevos tramos de créditos del Fondo Monetario Internacional las medidas antisociales exigidas por Occidente, que en la práctica se traducen en aumentos adicionales en los precios de los servicios públicos y recortes en los beneficios sociales.

Los residentes de Kiev ya conocen el próximo aumento de los precios del metro, que pasará de 2 a 5 hryvnias. De haber ocurrido durante el Gobierno de Yanukovich, esta noticia se habría encontrado con grandes protestas populares. Pero en el estado de militarismo psicótico que ahora domina Ucrania, prácticamente cualquier medida antisocial se justifica como una “necesidad militar” y cualquier intento de protesta se califica de traición.

Mientras tanto, los Ucranianos que sueñan con esconderse en Rusia se encuentran con que las puertas de la emigración para trabajar que en otros tiempos ayudaban a las autoridades a aligerar la tensión social ahora se van cerrando. Las relaciones con Rusia están en crisis y la situación con Occidente no es mejor. Durante las protestas de Maidan, se prometió a los participantes que una vez lograda la victoria, los ciudadanos de Ucrania tendrían derecho a entrar en países de Europa occidental sin visado. Este fue uno de los instrumentos utilizados para movilizar a la opinión pública y que esta apoyara las protestas contra el Gobierno.

Por desgracia, con el cambio de régimen el camino fue diferente. Temiendo una ola de refugiados de un país sumido en una guerra civil, la Unión Europea endureció el proceso de obtención de visados Schengen para los ciudadanos ucranianos.

Derechos y libertades de la ciudadanía

Para atraer a sus compatriotas ucranianos, los activistas de Euromaidan no solo les prometieron acceso libre a Europa, sino un nivel de vida equiparable, en lo social y económico, al de la Unión Europea. Pero más que eso, el principal tema de protesta era la exigencia de democratización de la vida social y política y el fin de lo que según los líderes de la oposición era una censura política que se ejercía desde los medios de comunicación.

Por desgracia, la realidad ha acarreado un gran paso atrás para las libertades civiles en el año post-Maidan. El régimen del depuesto Yanukovich permitió a sus oponentes mayores libertades que sus colegas de Rusia, Bielorrusia o Kazajistán permiten a sus críticos. En estos años, la oposición había podido organizar protestas en Kiev libremente, mientras que los radicales nacionalistas no encontraron oposición para entrenar a sus jóvenes en campos militarizados. En febrero de 2013, menos de un año antes del inicio de Euromaidan, militantes de extrema derecha armados con cuchillos tomaron la Rada de Kiev portando banderas racistas de cruces celtas. Ninguno de los participantes en este incidente fue acusado, mientras que actos similares en Estados Unidos o la Unión Europea acarrearía largas  sentencias.

La situación cambió brusca e inmediatamente tras la victoria de Euromaidan. En la práctica, la oposición política fue ilegalizada. Las oficinas del Partido Comunista de Ucrania en Kiev y en el oeste del país fueron saqueadas y los miembros del partido, igual que algunos de antiguos “regionalistas, fueron sometidos a constantes ataques por parte de nacionalistas y partidarios de Maidan durante la campaña electoral. El algo más radical Borotba fue empujado a la clandestinidad.

Los datos oficiales del Ministerio del Interior y de los servicios de seguridad de Ucrania hablan de un número de prisioneros políticos que ya no está en los cientos sino que ha pasado a miles y periódicamente aparecen en YouTube videos que muestran abusos sobre la población, especialmente mujeres, que defiende al antiguo gobierno. Uno de los fundadores del movimiento de derechos humanos en Ucrania, el disidente soviético Vladimir Chemeris, ha revelado numerosos casos de infracción de las libertades civiles.

La población puede ser procesada incluso por comentarios en redes sociales. Por ejemplo, Stanislav Sichev, un residente de Chernihiv menor de edad, fue llamado a declarar por el servicio de seguridad ucraniano y se exigió a su madre que garantizara que su hijo retiraría de su página las entradas críticas con los oligarcas  ucranianos. Las fuerzas especiales de la policía asaltaron el piso de la joven Mariia Matiushenko, residente en Dnipropetrovsk, porque había publicado varios artículos contrarios a la guerra en su perfil de Vkontakte. La policía requisó los ordenadores y teléfonos de todos los miembros de la familia, incluyendo a la hija menor de edad.

Por primera vez en la historia de la Ucrania post-Soviética, y bajo el control de las figuras del mundo empresarial leales al nuevo Gobierno, la prensa introdujo una completa censura ideológica con la que ocultó al público las pérdidas reales sufridas por el ejército ucraniano o toda información relativa a los crímenes cometidos por las fuerzas del Gobierno ucraniano o los miembros de los batallones voluntarios en la “zonas de la operación antiterrorista”. Y todo ello a pesar de que organizaciones de derechos humanos occidentales ya habían detallado estos crímenes en sus informes. La autocensura, práctica voluntaria por la que se renuncia a informar al público de la realidad de la guerra civil en Ucrania, se ha convertido en una medida de patriotismo. En la práctica se ha negado a periodistas de la oposición la posibilidad de presentar sus puntos de vista en las principales publicaciones y canales de televisión, mientras que los colegas que apoyaban a las nuevas autoridades exigían el derecho a decidir si debía permitirse a los disidentes que practicaran su profesión.

Aunque también hay figuras leales al nuevo régimen que también han sufrido en las nuevas circunstancias: el periodista Insider, favorable al Gobierno, Artem Chapay, que estaba perfectamente acreditado para la “zona de la operación antiterrorista”, acabó en una celda en Izium, a una distancia considerable del frente. Y tal y como informó después, fue sometido a abusos por parte del ejército ucraniano.

El deterioro de la situación en relación a la libertad de expresión ya está presente en las estadísticas. “Un año después del triunfo de la democracia”, escribe el politólogo ucraniano Konstantin Bondarenko en su blog, “han muerto asesinados 7 periodistas y se han denunciado 281 casos en los que reporteros han sufrido violencia física… ¡Pero hemos acabado con una dictadura”!

En medio de una completa criminalización de la sociedad, el acoso a los trabajadores de los medios de comunicación es solo la punta del iceberg. “Observamos un aumento en el número de crímenes cometidos por miembros de los distintos batallones o participantes en las operaciones antiterroristas”, afirmó un portavoz de la policía de Kiev al periódico opositor Vesti.

El consejo editorial de esta publicación ha sido amenazado por la ultraderecha y agentes de los servicio de seguridad de Ucrania han registrado las instalaciones del medio. Hennadiy Moskal,  gobernador de la provincia de Lugansk, se vio obligado a liberar a oficiales de policía y empresarios secuestrados por el batallón Aidar, mientras que la fiscalía ha imputado a oficiales acusados de intentar, bajo los efectos del alcohol, ejecutar a soldados ucranianos a partir de una discusión política. Solo el hecho de que los soldados sobrevivieran impide se haya culpado de estos hechos a “militantes de Donetsk”.

El régimen y la política

¿Qué está detrás de esos cambios a peor? Los portavoces del régimen hablan de cómo Euromaidan se está apropiando de la vida política de Ucrania citando ejemplos como la ley de “lustración” y la celebración de elecciones anticipadas. Pero la tan aclamada lustración se percibe en la sociedad como una farsa mal encubierta. El actual presidente Poroshenko fue uno de los fundadores del Partido de las Regiones y ocupó el puesto de ministro de Desarrollo Económico y Comercio en el Gobierno de Yanukovich. En la práctica, las víctimas de la purga serán individuos ajenos a la política, como el miembro de la Academia de las Ciencias y experto en el campo de la ingeniería aeroespacial Yuryi Alekseev.

La victoria de Maidan ha incrementado sustancialmente la influencia de los oligarcas ucranianos, que por primera vez disponen del control político de regiones clave del país. El billonario Igor Kolomoyskyi, gobernador de la provincia de Dnipropetrovsk, es uno de las figuras políticas más influyentes en la Ucrania actual.

Al mismo tiempo, financiados por esos mismos oligarcas, comandantes de los batallones ultraderechistas armados han entrado en el parlamento. Entre ellos está el comandante del batallón Azov Andrey Biletsky, conocido por su punto de vista abiertamente neo-nazi; el comandante del batallón Donbass Semyon Semyonchenko; el comandante del batallón Dnepr-A Yury Bereza, o el comandante del batallón Aidar Sergey Melnichuk. Por primera vez desde los años de posguerra, un grupo de figuras militares de extrema derecha se sientan en un parlamento europeo. Desde ahí lanzan amenazas directas de dirigir sus armas contra la Rada Suprema para resolver cuentas con la oposición.

Y mientras tanto, el 17 de noviembre, aniversario de Euromaidan, la policía de Kiev, junto con un grupo de matones contratados por una constructora, dispersó brutalmente una protesta contra unas obras en el distrito residencial Osokorki. Entre quienes protegían la obra, periodistas y ensangrentados participantes en la protesta reconocieron a sus camaradas de Maidan.

Este país dividido se hunde en la crisis y es obvio que nada en Ucrania ha cambiado a mejor en este último año.

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