viernes, 14 de noviembre de 2014

La desaparición del Muro de Berlín no fue el triunfo irrevocable del capitalismo...

Por Nestor Nuñez Dorta - Cubahora.- El Muro de Berlín es el símbolo de una confrontación que no fue tan fría como asegura su nombre. Berlín Oeste o Berlín Occidental era un enclave perteneciente al espacio económico de la RFA en medio del territorio de la RDA y, legalmente, no formaba parte de la RFA.

Muro de Berlín. Conocido como Muro de Protección Antifascista, fue parte de la frontera interalemana desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989 y separó la zona de la ciudad berlinesa bajo control de la República Federal de Alemania (RFA), Berlín Oeste, de la capital de la República Democrática Alemana (RDA).

El muro se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros que separaban al enclave Berlín Oeste de la ciudad de Berlín, capital de la RDA. Constituía la frontera estatal de la RDA con Berlín Oeste.

De acuerdo con el gobierno de la RDA, el objetivo del muro era evitar las agresiones occidentales, argumentando que la construcción del muro era consecuencia obligada de la política de Alemania Federal y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Los vencedores suelen escribir la historia, e incluso algunos de ellos intentan persistir en sus versiones aún cuando las realidades posteriores desdicen de sus “glorias”.

Es el caso de lo que ocurre a un cuarto de siglo de la desaparición del emblemático Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, hecho que pretendió ser ungido por la derecha global como la muerte de las ideas revolucionarias, el fin de la historia, y la imposición eterna del capitalismo como último escalón en el devenir de la civilización humana.

Y lo ocurrido, desde luego, trajo su cola de parte y parte. No fueron pocos los que se tragaron el anzuelo, renunciaron a las ideas progresistas o se hundieron en la incredulidad y el desencanto.

Solo que la fiesta no duraría lo suficiente para que el hegemonismo se convirtiera en catecismo y dogma universales, porque no faltaron aquellos que desde un principio se declararían rebeldes de plano frente al renovado mapa imperial, ni tampoco quienes, con renovado espíritu de lucha, enderezarían por su verdadero cauce las maltratadas doctrinas revolucionarias y llevarían a la práctica modalidades más sensatas y lógicas en el esfuerzo por construir un mundo mejor para todos.

De ahí que más que de derrota, se hable hoy con creciente acierto de que el descalabro de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, que cerró de forma abrupta la pasada centuria, no fue más que una sonada lección para enemigos y amigos.

Para los primeros, porque ciertamente, en apenas dos decenios y medio, el mundo en que hoy vivimos no es precisamente el que los sacerdotes del capital esbozaron en las décadas del ochenta y el noventa del siglo pasado, ajeno a las transformaciones políticas, económicas y sociales de orden progresista, y libre de la presencia de potencias emergentes capaces de dar batalla al aspirante a emperador global.

Para los segundos, porque el ejercicio de la resistencia y el análisis crítico mostró que cuanto se había perdido –sin dudas con una historia y una influencia enormes en su tiempo- no era más que una forma anómala de llevar adelante los procesos revolucionarios mediante derroteros plagados de incorrecciones, vicios, desvaríos, inmovilismos y dogmas, prácticas totalmente ajenas a lo mejor del pensamiento progresista universal.

En consecuencia, la llamada caída del Muro de Berlín, adoptada inicialmente por los poderosos como el símbolo del cisma revolucionario mundial, ha resultado en verdad una invaluable experiencia para las fuerzas populares en materia de que debe y no debe hacerse en la gigantesca obra de transformar positivamente la realidad y la conciencia de la gente.

Y no faltan ejemplos en nuestros días de que el movimiento revolucionario ha sabido limpiar los polvos de los errores y poner en práctica marchas menos propensas a los traspiés estratégicos.

Basta pasar la vista por nuestro hemisferio, donde los gobiernos de izquierda que han venido copando el espacio geográfico regional han colocado en primer plano el análisis lo más exacto posible de sus características objetivas y subjetivas a la hora de ejecutar las transformaciones internas que cada uno de ellos enfrenta.

No desdicen, dicho sea de paso, de otras experiencias, pero no para ejecutar nocivas copias al calco, sino como referentes y acervo que pueden o no servirles en sus propios empeños.

Tampoco parecen inclinados para nada a la adopción mecánica de consignas, teorías, idealismos o dictados, sino a poner en práctica en su contexto lo que esa realidad reclama, demanda y admite, en un ejercicio de apertura bien meditada a cuanta opción aporte racionales y reales beneficios.

En consecuencia, bien vale reiterarlo, no es mucho lo que, por sobre su habitual retórica mediática, podrán celebrar los hegemonistas en este aniversario veinticinco del derrumbe del muro berlinés... y es que muy poco les duró el pretendido dulce.

1 comentario:

  1. es noticia el aniversario de la caída del muro de berlin... nadie habla de otros muros mas jóvenes pero oprobiosos por demás como el muro que construye EE:UU para evitar la migración desde México, los niños centroamericanos que son presos en su afán de
    llegar hasta donde están sus padres y retenidos en galpones que son inmensas jaulas, si jaulas con cercas de metal internas, no importa sino son pájaros igual no son gente al parecer, menos se considera el muro inmenso que crece diariamente y aisla a los palestinos, encarcelándolos irreversiblemente, decir algo es ser antisemita, y será que criticar un atropello tan vil a la condición humana de los palestinos es un pecado ante los ojos del Dios que vendrá a convertir al mundo en esclavo de Israelita, los muros si los construyen los dominadores del orden mundial capitalista, son buenos y no se pueden criticar

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