Por Sarah Stephens. Solo tres palabras le hicieron falta a Orlando Luis Pardo Lazo para rechazar el editorial de The New York Times, que alentaba al presidente norteamericano Barack Obama a canjear a los tres cubanos condenados por luchar contra el terrorismo, para que liberara a Alan Gross, su subcontratista de la USAID.
Interpelado acerca del texto Pardo Lazo dijo: “Que se pudra” en alusión a Gross.
Con la brevedad apropiada de un escritor de ficción y bloguero cubano, recientemente admitido por la Universidad Brown como Miembro del Proyecto Internacional de Escritores, Pardo expuso la verdadera posición de los extremistas acerca de sacar a este norteamericano de su prisión habanera y traerlo a casa.
Ha dicho el señor Pardo cosas aún peores acerca de Gross, pero hace solo seis meses, en comentarios en la Universidad Johns Hopkins, habló acerca del caso con una compasión como por un gatico:
“Mientras hablo aquí, un ciudadano norteamericano bajo contrato de la USAID, Alan Gross, se encuentra como rehén desde diciembre de 2009 en una prisión cubana, donde cumple una condena de 15 años por acusaciones que incluyen el espionaje. Como es judío, solo estaba ayudando a la comunidad cubana judía a tener acceso a Internet…”.
Ya ven, realmente funciona para los prominentes personajes que apoyan las sanciones de EE.UU. contra Cuba como el señor Pardo –fotografiado aquí con los senadores Bob Menéndez (Nueva Jersey) y Marco Rubio (la Florida) –mantener a Alan Gross justamente donde se encuentra.
Su cautiverio es el mayor obstáculo para que la Casa Blanca y el Congreso realicen grandes cambios en sus respectivas políticas hacia Cuba, mientras que su identidad religiosa y el propósito de su misión a Cuba, erróneamente expuesto, simboliza de manera tan perfecta su caso contra Cuba, siempre y cuando cumpla su condena de 15 años en La Habana.
Es por eso que insisten, mes tras mes, años tras año, en que solo hay una manera apropiada para que EE.UU. busque la libertad de Gross; que el gobierno de Cuba lo libere incondicionalmente, lo cual Cuba ha demostrado mes tras mes, año tras año, que sencillamente no está dispuesta a hacer.
La “lógica” de su caso, como la expresan, es la siguiente.
Primero, como dice el senador Rubio, Alan Gross fue “en primer lugar, encarcelado injustamente”.
Segundo, la única manera correcta de garantizar su libertad es que la administración haga –como tuiteó concisamente al estilo de Pardo la representante Ileana Ros-Lehtinen– “Nada de concesiones”.
Tercero, a no ser que el gobierno cubano libere incondicionalmente a Alan Gross, como dice el senador Rubio, “EE.UU. debe tomar más medidas punitivas contra el régimen de Castro”.
Con toda justicia, estas declaraciones reflejan la postura pública de la administración Obama.
El secretario de Estado John Kerry no es el único funcionario de EE.UU. que envía el mensaje, como lo hizo en su testimonio ante el Comité de la Cámara de Representantes para Asuntos Exteriores: “Alan Gross está encarcelado injustamente… No vamos a canjearlo…”.
Esto es lo que hizo que el editorial de The New York Times y sus argumentos a toda prueba a favor del canje fueran tan oportunos y poderosos, y por qué provocó la respuesta “Que se pudra” del bloguero.
¿Qué estaba haciendo en realidad Alan Gross en Cuba? El editorial expresa que se dedicaba a una iniciativa “encubierta pro-democracia”, lo que es ilegal bajo la ley cubana.
“Bajo la dirección de Development Alternatives Inc., la cual tenía un contrato con la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, el señor Gross viajó a La Habana cinco veces en 2009, haciéndose pasar por turista, para introducir de contrabando equipos de comunicación”.
Si los cubanos no quieren liberarlo sin condiciones, ¿qué puede hacer EE.UU.? De nuevo, dice el editorial:
Solo existe una manera posible de sacar al señor Gross de una ecuación ya complicada. La administración Obama debe canjearlo por los tres cubanos condenados que han cumplido más de 16 años de prisión federal.
¿Qué más puede lograr el canje?
“… podría desbrozar el camino hacia el restablecimiento formal de lazo diplomáticos, lo que posicionaría a Estados Unidos a alentar el cambio positivo en Cuba por medio de la expansión del comercio, oportunidades de viaje y mayor contacto entre norteamericanos y cubanos. La no actuación mantendría un ciclo de 50 años de desconfianza y actos de sabotaje por ambas partes”.
En vez de trabajar a favor de terminar con el enfrentamiento, es esta la razón por la que Pardo, al igual que otros, está clamando porque Alan permanezca en La Habana “pudriéndose” en la cárcel, y por qué el Times tiene razón en hacer un llamado al presidente Obama para que actúe.
Debemos quitarnos el sombrero ante Phil Peters, quien escribió un ejemplar comentario acerca del editorial del Times y preservó el comentario del señor Pardo, que Pardo ya eliminó. Quizás ustedes piensen que se avergonzó de haber levantado la paloma de la estrategia, o por la naturaleza insensata de su comentario. Piénsenlo otra vez, o háganse la pregunta, ¿por qué mantuvo su tuit justamente donde está?
(Tomado de The Huffington Post y traducido por Progreso Semanal)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Añade tu opinión sobre este artículo