A CC.OO y UGT no se les debe atribuir solo el haber implantado la política de pactos, también son los responsables de haber establecido el falso sindicalismo apolítico. Numerosos comités de empresa llevan a gala no meterse en política, porque su misión es defender a los trabajadores de sus respectivas empresas y la política es una actividad infecciosa que no debe aparecer por los centros de trabajo.
Desgraciadamente, los que así hablan y se cuentan por miles, no están por la labor de defender a los trabajadores y reaccionan incluso, con modales criticables cuando se les dice que están equivocados. Está visto que lo que no quieren es compromiso, muchos son delegados de los viernes, es decir, de los de permiso sindical los viernes a cargo de las horas que les concede la ley para ejercer sindicalmente, pero que ellos utilizan para reducir su jornada laboral. Ni les importa la política, ni les importa lo sindical, y esos son los buenos para CC.OO y UGT, porque son buenos para las empresas. Naturalmente, no hablamos de la totalidad, que los hay a miles también, que son honestos luchadores.
La política de pactos que siempre termina con acuerdos que contemplan los deseos del patrón y del gobierno y por el contrario, les hurtan a los trabajadores una parte de los derechos conseguidos por los sindicalistas políticos de otras épocas, no se queda ahí, pues tiene connotaciones perniciosas en la conciencia del “sindicalista” y del trabajador de base. Engendra comportamiento de sumisión, por lo cual, el delegado, el miembro del comité se halla siempre dispuesto a ceder, antes que luchar.
Sin necesidad de pactos, sin necesidad de reformas laborales, los comités en virtud de su falta de conciencia de clase, han ido cediendo en cuestiones que se salen del ámbito sindical. El espíritu de igualdad entre los sexos lo pervierte la patronal sin una oposición real de los sindicalistas en demasiadas empresas, pero tampoco existe el menor respeto sobre el principio que debería corresponderse en la práctica con una de las consignas más saludable del movimiento obrero: a igual trabajo, igual salario.
¿Cuántos comités han cedido en ese principio que ha de ser inalienable para cualquier trabajador con conciencia, y han firmado salarios por debajo de lo estipulado en el propio convenio para los compañeros de nuevos ingresos? ¿Cuántos comités permiten que se superen las horas extraordinarias determinadas por leyes? Mejor dicho ¿Cuántos miembros de comités se han prostituidos y han realizado horas extraordinarias y además han superado con creces el número estipulado? ¿Cuántos comités callan impúdicamente ante las injusticias que sus empresas cometen con compañeros de subcontratas, en vez de exigir el paso de estos a la plantilla de su empresa por desempeñar trabajos de ésta?
Hablamos de conculcar los derechos reconocidos legalmente, pero además cabe otra pregunta ¿Cuántos comités se han amparado en las leyes con el fin de amansar a sus compañeros para que acepten los atropellos de las empresas? O sea, no quieren saber nada de política ni de ideología, pero solo cuando éstas favorecen al trabajador; sin embargo, sí permiten el ultraje de los patronos y del gobierno y luego quiéranlo o no son politicastros, empedernidos leguleyos, pues bien que se aferran a tal o cual artículo, para no enfrentarse a las empresas y frenar al desamparado compañero.
Hace décadas, que se actúa así y viene lo que tenía que venir, y es que cuando los comités que obran así, por desgracia demasiados, les interesa movilizar un poquito a los trabajadores, se encuentran que no lo consiguen, pues no han creado conciencia, las han malformado. Han creado el miedo a lo legal, la sumisión y todo lo peor para los trabajadores. Y es en ese momento cuando nuestros apolíticos con el mayor de los cinismos les echan las culpas de todo a sus compañeros y dicen: ¡los trabajadores no quieren saber nada!
Pero la historia continúa y al igual que sucumbió el jurado de empresa franquista por su adscripción al estado capitalista, al paso de las antiguas Comisiones Obreras, de la misma manera, los sindicalistas “apolíticos”, de CC.OO, UGT y sindicatos patrocinados por los empresarios, morirán arrasados por un nuevo sindicalismo de clase. Y por ende también perecerán los sindicatos menores que se autodenominan de clase, si no son capaces de unirse en una potente intersindical y se convierten en una alternativa real. Si no lo hacen, las nuevas generaciones de sindicalistas que saldrán de las ruinas de unas estructuras que la crisis está acabando de demoler los mandarán al estercolero. ¡Que así sea!
FRENTE ÚNICO DEL PUEBLO
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