lunes, 16 de diciembre de 2013

Otro mundo… se va haciendo posible

Durante los últimos 12 meses se han seguido acrecentando los signos positivos de cambio internacional, aun en medio de las peligrosas bravatas hegemonistas

Por NÉSTOR NÚÑEZ

Unos hablan de que la humanidad “está a término”, refiriéndose -a tono con sus criterios particulares- a los innegables riesgos de destrucción y holocausto que emanan por todas partes, desde las guerras y severos conflictos económicos, políticos y sociales, hasta una evidente debacle ecológica de consecuencias imprevisibles. Y cierto es también
que no les faltan argumentos en materia de causales a quienes acuñan este término.

El capitalismo, el sistema que ha regentado el orbe por siglos, que ha sido capaz de capear y adaptarse a los sucesivos tiempos, y que a finales de la pasada centuria fue proclamado como el punto culminante de la historia social-evolutiva de nuestra especie, vive duros tiempos de crisis y retroceso, y en medio de un colapso que ya algunos presienten casi como definitivo, no cesa de dar coletazos a diestra y siniestra, y amenaza todos los días, mediante el uso del objetivo poderío que aún acumula, con hacer del mundo un total infierno para que prevalezcan sus intereses y empeños a toda costa y a todo costo.

Además, ningún ser humano, incluso el más renombrado augur, podría a estas alturas fijar el momento justo del ocaso final de semejante criatura, ni mucho menos en la forma en que se manifestaría. No obstante, una verdad parecería lapidaria, y es que las acendradas tendencias hegemónicas no apuntan a un futuro promisorio, pero cada vez son más los que intentan hacer del orbe un tablado independiente y con crecientes y fuertes aspiraciones al equilibrio, el progreso, la serenidad y la estabilidad.

China y Rusia son los grandes oponentes estratégicos identificados por el hegemonismo
China y Rusia son los grandes oponentes
estratégicos identificados por el hegemonismo.
Su convergencia es, por tanto, un elemento
clave en el mundo de hoy.
Vale entonces retomar la ya citada frase que concluye que “el género humano está a término”, esta vez con el sentido de parto positivo de un universo bien ajeno a los engendros que durante centurias ha debido cargar nuestra especie sobre sus espaldas.

La vértebra clave

El avance del nuevo siglo marcó un oscuro hito económico global cuyas nocivas manifestaciones persisten como imparable epidemia sobre la suerte del planeta, que ha ido perfilando dos líneas divergentes.

La primera, el hundimiento de los megaproyectos imperiales de sociedades y modos de producción presuntamente eficaces e inamovibles… Eso de un lado.

Del otro, el emerger de nuevas figuras y entes económicos que con fórmulas creativas, vale decir, ajenas a todo conservadurismo, dogmatismo, absolutismo, voluntarismo, inmovilismo y métodos impositivos, ya han ido desplazando de sus tronos a los más avezados exponentes del capitalismo mundial, sin excluir el anunciado, para dentro de dos años, descenso de los Estados Unidos al segundo puesto global detrás de la nueva puntera económica, la República Popular China.

Se trata de una suerte de movimiento tectónico que no solo rompe los mitos de pretendida superioridad y preponderancia de la primera potencia occidental y de sus aliados, sino además el de “perfección y equidad” de entidades pretendidamente integradoras que, como la Unión Europea, intentaron vestirse de “modelos universales”, y que a la hora de la verdad han demostrado su real carga de vulnerabilidad y egoísmos.
El mundo está en riesgo de una nueva carrera armamentista.
El sueño imperial de imponerse al resto del orbe
encierra el grave riesgo de una nueva
carrera armamentista.
Al pretendido modelo liberal y al salvamento de sus más encumbrados exponentes monopólicos, los “pilares del sistema”, según la propia verborrea imperial, se han sacrificado, y sin mayores rubores, el “modo de vida norteamericano” y el titulado “estado de bienestar general” europeo, mediante la imposición a la sociedad de recortes draconianos de los gastos públicos, con la secuela inmensa de desempleo, desalojos, pensiones de hambre y desaceleración productiva.

Fórmulas que han llevado al colapso a naciones como Grecia, España o Portugal, clasificados entre los “socios de segunda” de la UE, y que no han dejado tampoco de tener dura resonancia en Estados punteros, incluidas las cicatera Alemania o la díscola Gran Bretaña.

El “sentimiento europeísta” demostró ser pura bazofia en los instantes cruciales, y los más encumbrados se han negado a compartir la suerte de los menos aventajados bajo la cantinela de no asumir “culpas ajenas”. Tampoco ha sido provechoso el empeño europeo-occidental de anudar nuevos socios con el interés único de convertirlos en estrenadas bestias de carga sobre las cuales colocar los fardos de la crisis.

En medio de disputas internas entre segmentos alentados desde el este y aquellos que atisban la ruina de asumir concordatos con los vecinos atlánticos, Ucrania decidió finalmente por estos días no convertirse en parte de la UE y persistir en sus lazos con Moscú, herencias de su disuelta integración en la desaparecida Unión Soviética.
Afganistán, Irak y Libia no son recetas fáciles de repetir hoy.
Las recetas violentas aplicadas en Afganistán, Irak y
Libia no encuentran terreno fértil en nuestros días.
Para Europa Occidental y su socio mayor del norte de América, la decisión de Kiev rompe dos acariciados esquemas: asumir el control sobre un extenso y feraz territorio en el cual establecer un vertedero para sus producciones cada vez menos solventes, y colocar las uñas sobre las fronteras de Rusia, que junto con China constituye desde hace mucho un oponente estratégico que batir para lograr el hegemonismo universal.

De hecho, Moscú y Beijing, junto con Brasil, Sudáfrica y la India, han establecido la vigorosa alianza internacional conocida como Brics, que se ha hecho indispensable en los últimos tiempos en el debate económico mundial, y que ha arrebatado importantes espacios comerciales y financieros a los controles de los más poderosos.

Por su parte, Rusia, junto con Belarús y Kazajistán, trabaja para dejar constituida en este 2014 la denominada Unión Económica Euroasiática, que pretende la convergencia aduanera, comercial y financiera del antiguo espectro geográfico soviético, y que ha despertado el vivo interés de China, Corea del Sur y varias naciones de Asia Central.
Nuevas alianzas con el terrorismo islámico. Cría cuervos y…
Occidente, con su controvertida y renovada alianza
con el terrorismo islámico, azuza nuevos peligros
globales y cría cuervos en su propia contra.
El proyecto se transformaría, sin duda, en una muralla frente a la alicaída Unión Europea, y permitiría el desarrollo masivo de una trascendente red de oleoductos y gasoductos, junto con -citaban textualmente medios de prensa- “la implementación de la idea de la Gran Ruta de la Seda, al unificar las carreteras y las vías férreas de Corea del Sur, Corea del Norte y China, continuando luego a través de Rusia y los Estados de Asia Central, para finalmente llegar a Europa”.

En pocas palabras, nuevos espacios totalmente ajenos a las riendas de los añejos caporales globales, y por tanto blancos de la más violenta ojeriza entre los que sienten que el poder se les escapa como agua entre los dedos.

Un empeño de independencia y autodeterminación que ha tocado también las puertas del sur de nuestro hemisferio, con la eclosión de entidades como la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac), presidida hoy por Cuba; la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), o la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), indicativos todos de una nueva época regional que se empeña en afianzarse en medio de las nunca faltantes conspiraciones, maniobras, mediatizaciones y golpes de la principal potencia imperial y sus aliados nativos.

El componente político-militar

El año 2013 ha tenido también otros rostros nada alegres para los planes de los poderosos, más allá del campo de los negocios.
Se trata de la contención cierta a las políticas de amedrentamiento, presión, violación, chantaje y fuerza que conforman el arsenal de quienes aspiran al supremo trono planetario.

A la renovada derrota que implicó meses atrás para Washington la reiterada condena de la comunidad internacional al bloqueo económico contra Cuba, vigente desde hace más de medio siglo, y la resonante victoria electoral del chavismo en Venezuela a fines de año, se unió a la aprobación de una declaración de rechazo al espionaje masivo norteamericano a sus ciudadanos y a los del resto del orbe, denunciada por exintegrantes de la propia Agencia norteamericana de Seguridad Nacional, y que implicó incluso el rastreo de los teléfonos y correos digitales de numerosos estadistas, entre ellos la presidenta brasileña, Dilma Rouseff, y la canciller germana, Angela Merkel.
América Latina y el Caribe por un nuevo orden mundial
América Latina y el Caribe no son ajenos a la
construcción de un nuevo orden
mundial justo y próspero.
La arrogancia sería trastocada además por otras poderosas influencias ajenas en el caso de la agresión a Siria, cuando los amagos de intervención militar directa de Washington en el conflicto quedaron truncos ante el valioso ejercicio diplomático de Moscú y la inteligente flexibilidad de Damasco. Un episodio que no solo propició la eliminación de los arsenales químicos en manos del Gobierno de Bashar al Assad, sino que también abrió la puerta al compromiso público estadounidense con una negociación general sobre el fin de la guerra que hizo grietas entre algunos socios regionales de Occidente (Arabia Saudita e Israel) empeñados en persistir en la aventura intervencionista antisiria.

Es este un proyecto de arreglo saboteado también abiertamente por una pretendida “oposición armada” que niega toda palabra a las autoridades legítimas de Damasco, y que pretende una ilógica mesa de “diálogo” sin interlocutores, que reduzca sus funciones a otorgarle los poderes y prebendas que no ha sido capaz de conquistar mediante sus bárbaros actos terroristas.

Opositores que poco a poco, y gracias a la estimulada infiltración de extremistas islámicos, van derivando cada vez más hacia un movimiento yihadista que puede convertirse en un dolor de cabeza regional, incluso para quienes no tienen escrúpulos en acudir a Al Qaeda y otros grupos criminales en la obstinación de trocarlos en instrumentos propios, no importan controvertidos episodios de la dimensión de los ocurridos el 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono.

Asimismo, Washington y sus aliados otanistas debieron pasar también por encima de sionistas y reaccionarios árabes para concluir un acuerdo parcial con Irán sobre su programa para el uso pacífico del átomo, cuyo logro clave es la preservación del derecho persa a ejecutar tales planes a favor de la economía y la sociedad, a la par de la gradual eliminación de sanciones imperiales a Teherán.

Y es que en el fondo parece muy difícil para los hegemonistas reeditar fórmulas del corte de las invasiones a Afganistán e Irak, o del golpe mercenario contra Libia, entre otras razones por una resistencia internacional más activa y efectiva que nunca antes, amén del desgaste financiero, humano y político que semejantes aventuras están implicando para la Casa Blanca y para el sistema imperial en su conjunto.

Ello, aun cuando no debe perderse de vista que la guerra sigue siendo un arma con plena vigencia en los arsenales de un orden que se niega a torcer el brazo. Recordemos que sigue en vigor la peregrina idea de cercar a Rusia y China por tierra y desde las aguas del océano Pacífico, declarado este último por los círculos militaristas “área estratégica” para los intereses norteamericanos, y donde son frecuentes los altercados con Corea del Norte, y más recientemente las violaciones de zonas aéreas chinas por superbombarderos B-52.

Todo, con no depuesto interés de desplegar a escala universal la titulada sombrilla antimisiles Made in USA, con el propósito de otorgar al Pentágono la ventaja de asestar golpes nucleares sin el peligro de una respuesta de los agredidos. Engendro que se suma al cordón sanitario que debe doblegar a Moscú y Beijing y que resultaría un catalizador de lo que bien podría derivar en una nueva carrera armamentista, toda vez que las pretendidas “víctimas” han advertido que no renunciarán al legítimo derecho a la defensa.

A todas estas, la humanidad deberá sortear todavía episodios frustrantes, como la negativa de las grandes potencias capitalistas a enfrentar radicalmente el tema del deterioro ambiental y la emisión masiva de los nocivos gases de efecto invernadero, discutidos una y otra vez (y casi al cierre de este año en Polonia), sin que los principales contaminadores asuman sus responsabilidades ni se comprometan a acciones positivas en ese sentido.

Eso, sumado a la inconclusa solución definitiva de sangrientos conflictos, como el palestino, al enfrentamiento de las secuelas humanas y sociales en las áreas subdesarrolladas, y al abordaje responsable de otras muchas asignaturas pendientes en el esfuerzo por concretar una existencia llevadera para nuestra especie.

Pero ciertamente, y sin apegos a afanes triunfalistas ni a consideraciones ajenas a la objetividad, lo cierto es que paso a paso, en medio de dificultades y hasta reveses de carácter más o menos transitorios, y a pesar de todo el polvorín de obstáculos, traumas, hostilidad de que todavía dispone el oponente, lo cierto es que a 14 años de abierto el nuevo siglo, las luces se hacen más fuertes, indicativo de que se va existiendo una obra de cambio global a la que constituye un deber insoslayable ponerle el hombro.

BOHEMIA

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