lunes, 9 de diciembre de 2013

Derechos humanos: reconocimiento a la dignidad de Cuba

Quienes redactaron la declaración universal de los derechos humanos, esperanzados en lograr un mundo más equitativo para los hombres y mujeres del planeta, estaban lejos de imaginar cómo más tarde ese trascendental documento sería manipulado, paradójicamente, en beneficio de los infractores y llegara al extremo de usarse para condenar a los que realmente se afanan en el cumplimiento de sus postulados.

Cómo entender, si no, que se condene a Cuba por supuestas violaciones de aquellos preceptos, y se pase por alto la indolencia de algunos gobiernos ante crueles verdades como

las expuestas por el líder de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, en su mensaje a la XI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el comercio y el desarrollo, en junio del 2004:

“Dos millones de niñas son forzadas a ejercer la prostitución; 33 mil mueren cada día en el tercer mundo por enfermedades curables y otros 325 millones no asisten a la escuela, en tanto la cifra de infantes, madres, adolescentes, jóvenes y adultos salvables, que mueren cada año por falta de alimentos, atención médica y medicamentos es comparable con las víctimas de cualquiera de las dos guerras mundiales”.

Sin embargo, es de destacar que ni un solo cubano está cuantificado en esas terribles estadísticas, porque el disfrute de garantías para la salud, la educación y la vida, constituyen verdadero privilegio para los nacidos en esta pequeña isla del Caribe. Pero ello no es fruto de la casualidad.

La política que el Estado socialista cubano ha seguido desde el triunfo de la Revolución, en enero de 1959, está refrendada por la Constitución y presidida por el anhelo de José Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.

La ley de leyes de los cubanos en sus capítulos del cuatro al siete, referidos a la familia, educación y cultura, igualdad y derechos, deberes y garantías fundamentales, logra plena coincidencia con los artículos de la declaración de la ONU.

Si tomamos, por ejemplo, el inciso dos del apartado 25 de los Derechos Universales, se plantea que: “La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”.

Por su parte, la Constitución de Cuba recoge en el artículo 35 del capítulo IV que: “El Estado protege la familia, la maternidad y el matrimonio”. Y tal postulado no es letra muerta, por el contrario, ha resultado guía para la acción de numerosas instituciones estatales.

En plena correspondencia con ello, Cuba garantiza la inmunización de todos sus niños contra 13 enfermedades y produce, con alta tecnología, la mayoría de esas vacunas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), han reconocido los altos niveles de seguridad y eficacia de esos productos, entre los cuales puede señalarse la vacuna recombinante contra la hepatitis B, gracias a la cual no se reportan casos de la enfermedad en menores de cinco años.

Igualmente, científicos de la Isla crearon la vacuna contra la meningitis meningocócica tipos B y C, única en el mundo, y de la cual se ven privados los niños norteamericanos por disposición del gobierno de ese país.

En su constante quehacer en ese campo, el personal especializado incorporó además, la vacuna contra el Haemophilus influenzae tipo B, obtenida por vía sintética y también única de ese tipo a nivel internacional, que ha permitido al país la sustitución de importaciones.

Proteger a la población, especialmente a los niños, ha estado en el centro de las acciones del gobierno cubano, ejemplo de lo cual es que en fecha tan temprana como el año 1962, quedó erradicada en el país la poliomielitis y en 1993 se eliminó el sarampión, lo cual indica la permanencia de una política que abarca, además, la puesta en práctica del programa nacional de inmunización, masivo y gratuito.

Quienes acusan hoy a Cuba de violar los derechos humanos debieran detenerse un minuto en la reflexión de esta realidad y compararla con la situación de la infancia a nivel mundial, donde más de 300 millones de niños tienen que apelar al trabajo para mejorar la economía familiar o sustentarla.

Verdaderos príncipes del mundo actual, los menores cubanos son preservados desde antes de nacer con cuidados especiales para las madres y, posteriormente, con el reconocimiento de sus derechos, el respeto a su integridad física y garantías de servicios médicos y educación.

Otros gobiernos, en cambio, aunque se proclaman a sí abanderados de los derechos universales, gastan en la preparación de un solo soldado para la guerra anualmente 64 veces más de lo que deberían invertir para educar a cualquier niño.

Las calumnias contra Cuba no pueden opacar, sin embargo, las garantías de que gozan todos los habitantes de la Isla, sin distinción de sexo, raza o religión; también es hecho cierto de que no haya ni un solo desaparecido o torturado a lo largo de los años de Revolución, ni hayan existido escuadrones de la muerte o ejecuciones extrajudiciales.

Los cubanos, que si tienen conciencia de ello porque gozan, como ningún otro país, de la democracia verdadera y plenamente participativa, usan los derechos que les asisten, amparados por la propia Declaración Universal aprobada el 10 de diciembre de 1948, la cual plantea: “La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; (.)”

Expresión de esa voluntad es la Constitución de la República y la reforma introducida y aprobada por ley el 26 de junio de 2002, para dejar expresamente consignado el carácter irrevocable del socialismo y la negativa a negociar bajo presión, amenaza o coerción de ninguna potencia extranjera las relaciones económicas, diplomáticas y políticas.

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