• ¿En qué contexto sucedió la invasión a Granada hace tres décadas, y qué similitudes hay entre la posición de Estados Unidos entonces y su situación actual?
DALIA GONZÁLEZ DELGADO
DALIA GONZÁLEZ DELGADO
¿Qué puede llevar al país más poderoso del mundo a invadir una nación de apenas 110 mil habitantes? Un día como hoy hace tres décadas, alrededor de 7 000 marines y paracaidistas norteamericanos ocuparon Granada. En una operación bautizada como "Furia Urgente", la capital de esa isla caribeña fue bombardeada desde aviones, helicópteros y buques de guerra.
Naciones Unidas condenó la agresión. Quien ocupaba la Casa Blanca entonces, Ronald Reagan, contestó: "En la ONU no han estado de acuerdo con nosotros en casi ninguna cosa que se les haya presentado donde estemos involucrados, y eso no perturbó para nada mi desayuno".
Fue el mismo presidente que en 1986, interrogado sobre la posibilidad de una invasión a Nicaragua, respondió: "Está mirando a un individuo que sería el último en el mundo que desearía llevar soldados norteamericanos a Latinoamérica, porque la memoria del gran coloso del Norte está extendida por toda Latinoamérica. Perderíamos todos nuestros amigos si hiciéramos algo por el estilo".
Maurice Bishop en 1980 Alrededor de 7 000 marines y paracaidistas norteamericanos invadieron Granada el 25 de octubre de 1983. |
Los sucesos de octubre de 1983 se en-marcan dentro de un intento de la Admi-nistración Reagan —llegada al poder en 1981— por restablecer lo que, en la visión de los neoconservadores, era "la necesaria recuperación de la capacidad de coerción del poderío militar norteamericano". Así opina el politólogo e investigador cubano Carlos Alzugaray, Doctor en Ciencias Históricas.
"En la percepción de ese grupo había lo que calificaron como "un peligro creciente" manifestado en las revoluciones en Irán, Nicaragua y Granada; el apoyo de Cuba a los procesos en Angola y Etiopía; la invasión soviética a Afganistán; y otros acontecimientos internacionales", dijo el experto a Granma.
"Ellos creían que todo eso se debía a la imagen de debilidad proyectada por Estados Unidos después de la derrota en Vietnam y la política calificada de pacifista que llevó a cabo el presidente Carter: acuerdos canaleros con Panamá, tolerancia al apoyo soviético-cubano-nicaragüense a las revoluciones en América Central; acuerdos de Camp David entre Israel y Palestina; y política pacifista en Europa; por poner solo algunos ejemplos".
Así, el debate actual sobre la pérdida de poder relativo de Estados Unidos, que se ha exacerbado a partir de los acontecimientos en Siria, tuvo un precedente en los años setenta del siglo pasado. 1979, fecha en que tomó el poder en Granada el revolucionario Movimiento Nueva Joya (MNJ) bajo la dirección de Maurice Bishop, fue también el año de la Revolución Islámica en Irán y de la Revolución Sandinista en Nicaragua. Todo eso sumado a una década de crisis económica.
Estados Unidos necesitaba hacer alguna "demostración de fuerza" para aprobar que todavía tenía los recursos y la voluntad de proteger sus intereses estratégicos don-de quiera que fueran desafiados, opina Alzugaray.
"La Cuenca del Caribe era, para muchos, el escenario perfecto, el lugar donde la correlación de fuerzas favorecía a Estados Unidos por la cercanía y por la asimetría de fuerzas militares".
"Tanto Nicaragua como Granada eran consideradas vulnerables —continúa Al-zu--garay— y se siguió contra ellas estrategias distintas: guerra sucia contra la primera y apoyo de los regímenes reaccionarios de su entorno e invasión abierta contra la segunda, una vez que se dieron las condiciones propicias".
El proceso revolucionario granadino fue víctima de contradicciones internas. El nuevo gobierno había desarmado la vieja policía, creó una Asamblea Popular de Consulta con representación y participación de todas las capas sociales, comenzó una redistribución de tierras, favoreció el acceso a la salud y la educación; en 1981 ya se habían alfabetizado más de 2 500 personas. No obstante, un sector de la dirección del Movimiento Nueva Joya comenzó a criticar a Bishop y a cuestionar su política, pues demandaban posiciones más radicales. Esto desembocó en su destitución, arresto y asesinato, el 19 de octubre de 1983. Esas fueron las condiciones que Estados Unidos aprovechó para la invasión.
El país más poderoso del mundo pasa hoy por un proceso de pérdida de hegemonía. Si ante una situación similar reaccionaron agrediendo a un pequeño país, ¿cuál podría ser su actuación ahora?
Las reacciones posibles —entonces y ahora— son dos, considera Ernesto Do-mínguez, del Centro de Estudios Hemisféricos y Sobre Estados Unidos (Cehseu) de la Universidad de La Habana. "Asumir el declive y tratar de manejarlo de manera que se conservase una posición privilegiada, o tratar de detenerlo recurriendo al uso de la fuerza, con varios objetivos concretos, como dar demostraciones de poder, afirmarse en posiciones geoestratégicas, controlar recursos claves y dinamizar la economía mediante el gasto militar".
Sin embargo, el también Doctor en Ciencias Históricas comentó aGranma que hay grandes diferencias entre aquel momento histórico y el presente. "En primer lugar, entonces se estaba todavía en medio del bipolarismo de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Eso ponía un condimento que actual-mente no existe, el de un rival identificado con el cual medirse, y de una relación de confrontación-equilibrio comprensible", sostiene el académico.
"En ese momento el declive era más aparente que real, toda vez que el rival en cuestión estaba en un proceso de desintegración interna que todavía tardó años en hacerse evidente, pero que ya le afectaba en serio, mientras que Estados Unidos estaba lejos de eso. Y los movimientos latinoamericanos y del Tercer Mundo en general estaban fuertemente conectados con la URSS en muchos sentidos.
"En la actualidad, el declive relativo parece más real, pues la multipolarización es un proceso emergente, aunque todavía que-da mucho camino por recorrer. Los movimientos latinoamericanos no dependen de un campo socialista o de una potencia contrapuesta a Estados Unidos. Los movimientos de izquierda y revolucionarios actuales tienen sus raíces más abierta y sólidamente en las realidades y contradicciones nacionales y regionales, y tratan de construir ellos mismos alternativas de integración", señaló Alzugaray
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