sábado, 6 de julio de 2013

Secretos de familia - Crece el escándalo por espionaje

Si bien la operación parecía harto protegida, un joven especialista de la CIA y trabajador subcontratado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), con remordimientos de conciencia, al comprobar el cinismo político de su gobierno mostró a la opinión pública mundial cómo son los manejos ocultos de Washington para conservar el poderío internacional.

Edward Snowden filtró a la prensa los documentos probatorios de la existencia de PRISM, un programa secreto de vigilancia de las comunicaciones. Confesó públicamente que su filosofía de la vida no encajaba con esta manera de actuar de su país para enfrentar la “guerra contra el terror”. El proyecto fue puesto a funcionar en 2007, y se
dedica a recolectar directamente información de los usuarios desde los servidores de proveedores estadounidenses: Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, YouTube, Apple.

También fue revelado que la NSA accedió desde 2006 a registros de las horas y la duración de las llamadas realizadas en Estados Unidos a través de Verizon y otras empresas telefónicas, como parte de una operación de monitoreo y recolección de datos. Para justificar esta acción encubierta los servicios secretos afirman que la utilizan para anticipar planes terroristas. Sin embargo, ¿de veras son eficaces en tal sentido estas prácticas? Por lo menos hasta ahora la Casa Blanca no brinda ninguna muestra de ataque terrorista desarticulado gracias a ellos.

Un experto apodó esta clase de labor como “seguridad teatral”, definiéndola como un despliegue ritual y prácticamente inútil del poder del Estado para tranquilizar o amedrentar al ciudadano.

Aunque el proyecto se hizo público en la administración de Obama, no posee el ADN de este. Es la herencia dejada por su antecesor, George Bush hijo, quien logró que le aprobaran las polémicas Ley Patriota y Ley de Vigilancia de Información Extranjera. Pero Barack no es inocente, no, porque continuó a sabiendas de lo que se hacía. Y, como apunta el refrán, tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le amarra la pata. Las grandes compañías tecnológicas tampoco salen limpias, pues entregaron información sobre sus usuarios a las autoridades durante largos períodos y en secreto.

Ya andan comentando algunos observadores, lo irónico que resulta que un presidente llegado al poder poniendo en tela de juicio los excesos cometidos en nombre de la llamada “guerra contra el terrorismo” esté siendo señalado por usar las herramientas legales que tanto criticó antes de llegar a la Casa Blanca. A modo de echarle humo a la situación, Obama aseguró que es consciente de que el Gobierno debe encontrar un equilibrio entre respetar la intimidad de los ciudadanos y protegerlos de cualquier trama terrorista. Aunque en sus palabras no hay vestigios de autoreproche por continuar el legado de estos programas de espionaje.

El escándalo cruza los mares

Pero los estadounidenses no andan solos en estos trajines; a poco de salir a relucir Washington, el mismo Snoweden reveló que en Londres, cuando la Cumbre del G-20 en 2009, los servicios de inteligencia del Reino Unido, en contubernio con sus pares norteamericanos, espiaron llamadas por teléfono y correos electrónicos de líderes participantes. La vigilancia se realizó, apuntan los observadores, en cibercafés instalados por la Inteligencia inglesa para el uso de las delegaciones. El primer ministro de entonces, Gordon Brown, no estuvo ajeno a la trama. ¡Cuantos pecados en nombre de la lucha contra el terrorismo!

Y que no haya dudas, el olvido sellará estos escándalos, como sucedió con otros precedentes. Nada se hará para enmendar la plana y, como apuntan expertos de estos temas, el Congreso norteamericano hará los ajustes necesarios para que los aspectos ilegales de este programa sean legales, ¡ah!, retrospectivamente.

Por Marta G. Sojo - Bohemia

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