viernes, 5 de julio de 2013

De un pájaro las dos alas

La nación puertorriqueña ha preservado su identidad cultural a pesar del colonialismo estadounidense que aún la somete.

El reclamo de la soberanía del pueblo borinqueño es una asignatura pendiente en nuestra área, de la que Cuba no se deslinda. Razones sobradas concurren. Ambas islas estuvieron muy entrelazadas en su brega histórica y sufrieron la adversidad de la bota hispana primero y, sin intervalo, de la estadounidense. En ambos lugares nacieron personas rebeldes y renuentes al coloniaje.

Figuras como Martí, quien incluyó en el objetivo del Partido Revolucionario Cubano lograr la independencia de Cuba y auxiliar la de Puerto Rico, así como Ramón Emeterio Betances y José María de Hostos lucharon por la unidad de la
Antillas, por solo recordar a los más añejos combatientes de una y otra orilla. Todo converge para aunar sentimientos solidarios, como rememora el famoso poema de la boricua Lola Rodríguez de Tió (1843-1924): Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas/ reciben flores y balas/ en un mismo corazón...

Puerto Rico sigue siendo una colonia o, nombre que le endilgaron, un Estado Libre Asociado, bajo el control norteamericano. Pero a pesar de los dolorosos derroteros en que sumergieron a esta nación del Caribe, no han sido capaces de despojarle de su cultura y sentimientos nacionales.

Y como para el triunfo de las ideas justas también hay que insistir, Cuba presentó este año de nuevo, en el Comité de Descolonización de la ONU, el caso colonial de esta isla vecina. Moción apoyada por un significativo número de naciones latinoamericanas y caribeñas miembros de la agrupación regional Celac.

Por décimo tercer año consecutivo el tema de la soberanía boricua fue analizado, y volvió a aprobarse una resolución que ratifica el derecho del pueblo puertorriqueño a la autodeterminación e independencia. Como novedad, en esta ocasión se añadieron a la ya tradicional petición de revisar el status colonial otros elementos, pues en un plebiscito realizado en noviembre pasado, los puertorriqueños rechazaron su “actual condición de subordinación política”.

Hubo también otros importantes reclamos como el de la excarcelación de varios reclusos, entre ellos Oscar López Rivera, considerado el prisionero político más antiguo de América Latina y el Caribe. Lleva entre rejas más de treinta años, condenado por conspiración sediciosa, aunque nunca le han hecho imputaciones específicas, y por sus vínculos con las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), organización de liberación que operó principalmente en Nueva York y Chicago más de media centuria antes. El acallado asunto de la presencia de los presos boricuas en las celdas estadounidenses ha constituido hasta ahora un molesto secreto al que los yanquis no quieren dar promoción, pues, claro está, para Estados Unidos, tan pudoroso, no existen en sus cárceles condenados políticos.

Otro aspecto que se sumó al reclamo a las autoridades norteamericanas es que sean devueltas todas las tierras ocupadas en Puerto Rico y las instalaciones de Vieques y Ceiba. No son pocas las atrocidades que suceden por el conflicto irresuelto en Borinquen, cuyo período bajo la férula del Tío Sam ya pasa del siglo. Este 2013, en julio próximo, se cumplen 115 años de intervencionismo yanqui, y en septiembre, 145 del Grito de Lares, que marcó el comienzo de la gesta independentista contra el coloniaje español.

Valga subrayar que el Estado Libre Asociado parece que está haciendo agua. Analistas aseguran que el control económico que ejerce el imperio norteamericano sobre esta isla caribeña ha destruido la economía local agrícola, pesquera, comercial y empresarial; en lugar de promover la autosuficiencia, lo que promueven es la dependencia. Además, se observa un marcado deterioro en las capacidades de la institucionalidad política isleña.

Puerto Rico es y será una nación latinoamericana y caribeña, con ese particular signo de identidad que los lugareños conservan a pesar del extendido proceso colonizador. Y será, sobre todo, el resumen de la batalla libertaria de indígenas, mestizos y blancos a lo largo de más de 500 años.

Por Marta G. Sojo - Bohemia

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