sábado, 18 de julio de 2015

Mukachevo: guerra por el contrabando

Las imágenes de Mukachevo, una pequeña ciudad de Transcarpatia han sorprendido a muchos ucranianos: columnas de vehículos militares dirigiéndose hacia el oeste del país, declaraciones del Ministerio del Interior sobre una operación dirigida desde el centro antiterrorista, coches de policía quemados. Por el momento, la prensa y el público únicamente conocen a los actores principales. Todo comenzó el 11 de julio durante una
reunión entre el diputado Mikhail Lanyo y representantes del Praviy Sektor, que dio lugar a un tiroteo. Se conoce que tres personas perdieron la vida y un total de 11 resultaron heridas. Y nadie duda de que el conflicto surgió en un intento de redistribuir los flujos del contrabando.

Ucrania es un importante productor de cigarrillos. En ocasiones, el lobby del tabaco ha llegado a utilizar al Gobierno ucraniano para protestar por las leyes antitabaco de diferentes países. El precio de los cigarrillos en Ucrania es notablemente inferior a su precio en Europa. Los camiones de contrabando, que circulan desde Ucrania hacia Italia, suponen un beneficio de cientos de miles de euros para los organizadores del trato. Como gran parte de Transcarpatia, Mukachevo vive de la frontera. Muchos residentes locales son empleados de la aduana, participan directamente en el contrabando o están relacionados, de alguna manera, con esas actividades. Esta región agrícola, en la que no hay apenas industria, vive del contrabando, el turismo y de las remesas que envían los trabajadores que han emigrado a la Unión Europea o a la Federación Rusa.

Según datos no oficiales (no existen estadísticas oficiales) muchos de los habitantes de la región poseen pasaportes de Hungría, Eslovaquia u otros países. Las ciudades y aldeas de Transcarpatia tienen un aspecto acogedor y acicalado y su belleza se complementa con la amabilidad de los residentes. Pero hay otro lado de esta idílica sociedad patriarcal: la corrupción salpica a toda la sociedad y golpea a las personas desde su nacimiento hasta la vejez. Para los residentes de Kiev, que también se consideran víctimas de la corrupción, es complicado conocer el alcance de la corrupción de las instituciones sociales de esta región occidental del país. En aquella zona hay que pagar literalmente por todo: por la sanidad, la educación, los negocios. Conseguir un trabajo como enfermero, conductor de trenes, profesor o trabajador sanitario es caro. La práctica totalidad de los habitantes de la región está ligada a un sistema de relaciones informales que se ha ido estableciendo durante décadas.

La corrupción se suma a la ausencia completa de movilidad social. Quedarse en Transcarpatia supone no alcanzar jamás una posición más alta que la predeterminada por tu familia, tu clan. En Transcarpatia no existe el tipo de nepotismo que vemos en los hijos de Yanukovich o Poroshenko, que han llegado a ser diputados gracias a su impresionante talento. Aquí existe un verdadero sistema de clanes.

No a toda la población local le gusta el nombre de Transcarpatia, que consideran humillante. Muchos creen que Ucrania llega a los Cárpatos y que viven en casa. A pesar de que Transcarpatia se encuentra en el oeste del país, no comparte el nacionalismo ucraniano, en parte por la composición multiétnica de la población y también por la identidad propia de la región. En el vídeo, grabado cuando circulaba una columna de vehículos militares ucranianos, se puede apreciar la actitud de la población de Transcarpatia hacia las tropas del Gobierno.

No son queridos aquí y el Praviy Sektor –el grupo nacionalista radical liderado por Dmitro Yarosh– hace tiempo que se ha convertido ya en una franquicia. Bandidos que antes se camuflaban en clubs de caza o deportivos [el papel de los clubes deportivos como centros de captación y entrenamiento en la transformación nacionalista de Ucrania ya había llamado la atención de la izquierda, y de Sergei Kirichuk, anteriormente-Ed], ahora usan la marca de batallones patrióticos, especialmente Praviy Sektor. No es un secreto que el Praviy Sektor de Transcarpatia está financiado por el dueño de la región Viktor Baloga. Hace tiempo que este multimillonario de 52 años dispone de un control firme sobre las autoridades locales. Pero parece que existían discrepancias entre Baloga y su antiguo patrón, el ahora diputado de la Verkhovna Rada, Lanyo.

El 11 de julio, en las instalaciones del club deportivo “Antares”, se produjo el tiroteo –así describió uno de los nacionalistas la reunión con el diputado Lanyo. Las partes discrepan al describir el resto de los hechos, pero se conoce que los nacionalistas dispararon a la cara a un guardia de seguridad y lanzaron varios botes de humo cuando huían de la escena. Poco después, trataron de destruir un puesto de la policía de tráfico contra el que habían disparado utilizando lanzagranadas y ametralladoras. Dos vehículos de policía fueron destruidos. Tras los enfrentamientos, los militantes huyeron por el bosque, donde, según la información preliminar, desaparecieron sin dejar rastro. El servicio de prensa del Ministerio del Interior informó de que en su huida, los militantes habían tomado como rehén a un niño de 11 años. Rápidamente se distribuyeron en internet vídeos del niño.

La versión de los militantes nacionalistas, que afirmaban que luchaban contra despiadados contrabandistas, se desmontó no solo por la desconfianza de los residentes, sino también por la trayectoria de su líder local, Roman Stoyko. Hace unos años, se convirtió en héroe de una historia por una vía ingeniosa para traficar con cigarrillos. Nuestro héroe construyó un ala delta con el que volaba sobre Hungría y, sin llegar a aterrizar, lanzaba la carga de cigarrillos a sus cómplices.

Quienes se enfrentaron al Praviy Sector en nombre del diputado Lanyo también quedaron expuestos. El público se sorprendió al ver a personas en chándal de Adidas portando armas semiautomáticas Saiga participando en la operación contra el Praviy Sektor. El portavoz del Ministerio del Interior, Artyom Shevchenko, informó de que la policía había respondido a una llamada de emergencia, por lo que no habían tenido tiempo de vestir sus uniformes, aunque uno de ellos fue identificado posteriormente como Nikolay Yovbaka, asistente del diputado Lanyo. Su curioso apellido ha causado múltiples chistes y parece que se convertirá en un nombre habitual, igual que Vadim Titushko se convirtió una vez en símbolo de los mercenarios en chándal. El matadero de Mukachevo también reveló a la patriótica audiencia ucraniana la cruda realidad sobre los vehículos utilizados por los batallones voluntarios. Uno de los vehículos había sido robado en la República Checa, donde se había denunciado el robo.

Por supuesto, en este caso concreto, el conflicto quedó en nada: dos nacionalistas se entregaron a las autoridades, a cambio de la garantía de ser trasladados a Kiev, donde probablemente sean puestos en libertad próximamente. El resto huyeron en dirección desconocida, ya que las autoridades no osaron detener a los asesinos. Los nacionalistas erigieron puestos de control en las entradas de varias ciudades del oeste de Ucrania.

El país vio una vez más cómo se permite a los ultras nacionalistas operar con impunidad aunque infrinjan abiertamente la ley, asesinen o roben, algo que hace tiempo es común entre los voluntarios en el este de Ucrania.

Las implicaciones políticas de los enfrentamientos de Mukachevo son enormes. Parece que el ministro del Interior Avakov, que ya ha hecho mucho por subordinar a los batallones nacionalistas y hacerse con el control de los radicales de extrema derecha, tratará de aprovecharse al máximo de esta situación. El régimen no se opone a las organizaciones fascistas, sino que simplemente desea que se subordinen completamente a los servicios de seguridad. Esto no significa que el grado de nacionalismo radical vaya a disminuir, sino que el Gobierno tratará de establecer un monopolio sobre el nacionalismo, ya que la ultraderecha se ha hecho tan fuerte que las autoridades ya no pueden controlarla completamente.

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