viernes, 10 de julio de 2015

La batalla por Mariupol: entre la propaganda y la realidad

La localidad costera de Shirokino, a escasos kilómetros de Mariupol, ha sido uno de los puntos más complicados del alto el fuego pactado en Minsk en febrero de 2015. El mismo 12 de febrero, día en que el presidente ucraniano iba reunirse con los jefes de Estado o de Gobierno de Alemania, Francia y Rusia, las tropas ucranianas iniciaban, por orden directa de Turchinov, una ofensiva entonces orientada a la
propaganda. Durante meses, los combates han sido continuos tanto en lo militar como en lo informativo. La prensa occidental, dependiendo siempre de la información ofrecida por el Gobierno ucraniano y los batallones voluntarios que llevaban la voz cantante, principalmente el neo-nazi Azov, ha utilizado la batalla en Shirokino para justificar el miedo al siempre inminente asalto de las milicias contra Mariupol.

Tras su visita del 27 de junio a la localidad, la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa confirmaba los graves daños que había sufrido la localidad desde su última visita. Según sus propias declaraciones, la misión no había visitado la localidad desde el 9 de junio. La organización calculaba entonces que el 80% de los edificios de Shirokino habían sufrido daños. Ese día, la OSCE confirmaba también algo que la República Popular de Donetsk ya había anunciado: todos los civiles habían abandonado la localidad. La RPD ya había anunciado que los últimos residentes habían sido evacuados a la cercana y más tranquila Novoazovsk el 15 de junio.

Durante meses, la RPD ha combatido para mantener sus posiciones en esta pequeña localidad que antes de la guerra contaba con una población de alrededor de 1.300 habitantes y cuya importancia estratégica ha sido la de evitar que el ejército ucraniano avanzara lo suficiente para que su artillería pudiera llegar hasta la ciudad de Novoazovsk. Pese a las constantes advertencias histéricas de la prensa, era altamente improbable que Shirokino pudiera convertirse en trampolín para un ataque hacia Mariupol a través de las fortificadas posiciones del ejército ucraniano en la zona.

Comprendiendo que el número de bajas sufridas en la defensa de esta pequeña posición que no suponía una gran ventaja estratégica era excesivo o previendo la imposibilidad de mantener esas posiciones sin utilizar armamento prohibido por el acuerdo de alto o el fuego, las autoridades de la RPD optaron la semana pasada por la desmilitarización unilateral de la localidad.

A finales de junio llegaban las primeras noticias sobre el posible abandono de las posiciones de la milicia en Shirokino tras la batalla del 25 de junio. En aquel momento, Colonel Cassad recogía una retirada temporal para que la artillería de la milicia pudiera atacar las posiciones ucranianas. Al final de la batalla, ambas partes mantenían sus posiciones. Esa era la información aportada por las milicias, aunque es posible que la primera parte de la retirada de tropas se produjera en ese momento.

Durante meses, Denis Pushilin, representante de la RPD en las negociaciones de Minsk, ha buscado, junto a la representación rusa en el centro de coordinación en el que trabajan conjuntamente Rusia, Ucrania y la OSCE, una desmilitarización negociada. La negativa de los batallones voluntarios, principalmente Azov y Donbass, a abandonar sus posiciones en las colinas del oeste de la localidad ha condenado a Shirokino a los constantes bombardeos desde esas posiciones.

La noche del 2 de julio, apenas horas después de que el propio Pushilin anunciara por sorpresa la desmilitarización unilateral de Shirokino, las últimas tropas de la RPD abandonaban sus posiciones. Algunas informaciones apuntan a los primeros saqueos por parte de miembros de los batallones voluntarios ucranianos cuando aún no se ha puesto en marcha una patrulla conjunta de la milicia y el lado ucraniano que parece poco realista. Por el momento, a pesar de que la parte ucraniana no ha realizado una retirada similar de sus posiciones, Shirokino es, en teoría, tierra de nadie.

Pero esto no ha podido evitar la euforia del batallón Azov. “El enemigo ha abandonado Shyrokyne. ¡Shyrokyne es Ucrania! No es porque nadie haya firmado Minsk II, III o IV, sino porque el enemigo ha perdido más de 800 militantes entre muertos, heridos y capturados en Shyrokyne desde la ofensiva de invierno de Azov”, escribió el batallón según cita la agencia ucraniana UNIAN. Azov no dispone de forma de saber el número exacto de bajas de la milicia, pero esta afirmación sí admite, de forma implícita, sus ataques contra la localidad.
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UNIAN recogía también la queja de las autoridades ucranianas, que reprochaban a las milicias haber abandonado la localidad tras haberla destruido. Como es habitual, las autoridades ucranianas prefieren olvidar que eran las fuerzas ucranianas las que bombardeaban la ciudad desde las colinas al oeste, como los informes de la OSCE han descrito durante semanas. “Las autoridades autoproclamadas por fin han comprendido la necesidad de implementar los acuerdos de Minsk. Pero es muy triste que les haya constado tanto tiempo darse cuenta”, afirmó el mayor general Andriy Taran, representante ucraniano en la misión de control conjunto de la OSCE.

La parte ucraniana continúa entendiendo los acuerdos de Minsk como una serie de medidas que lo que denomina la parte rusa ha de cumplir. Mientras tanto, Ucrania no solo no ha reactivado el sistema bancario o el pago de pensiones, sino que ha incrementado el bloqueo de transporte, que se había comprometido a levantar. Estos días, la parte ucraniana ha hecho explotar otro puente, en este caso en la autopista Donetsk-Novoazovsk, para entorpecer el tráfico entre esas localidades. Y como reflejan los informes de la OSCE, los bombardeos contra Shirokino únicamente se han trasladado hacia otras localidades como Sakhanka o Telmanovo, donde estos días han recibido daños edificios residenciales o una maternidad.

Aunque la retirada de Shirokino debería haber supuesto el final de la constante propaganda sobre el posible ataque de la RPD a Mariupol, la realidad no ha evitado que esa histeria continúe, con lo que se prueba, una vez más, que parte de la prensa está dispuesta a distorsionar los hechos para acomodarlos a su narrativa. La realidad es que las milicias no atacaron Mariupol tras la derrota ucraniana en Ilovaysk, cuando sus posiciones en la ciudad aún no habían sido fortificadas y el caos reinaba en el ejército ucraniano, ni tras la derrota de Debaltsevo, por lo que ese inminente ataque siempre ha sido más parte de la propaganda que de la realidad.

“Hay menos especulación sobre la invasión de Mariupol”, admitía incluso Andriy Biletsky, líder militar del batallón Azov y diputado de la Rada ucraniana, uno de los representantes ucranianos que más activamente ha defendido la necesidad de reforzar las defensas ucranianas en Mariupol ante esa invasión que nunca ha llegado. Biletsky llegó a afirmar hace unos meses que una sola unidad de la RPD sería capaz de capturar Mariupol.

Isa Munayev, primer líder del batallón Dzhokhar Dudayev, en febrero.
Isa Munayev, primer líder del batallón Dzhokhar Dudayev, en febrero.


Pero ni siquiera eso ha sido suficiente para que algunos medios occidentales sigan explotando ese peligro que, en realidad, no existe. En un momento en que el ciclo informativo cambia constantemente y las noticias quedan obsoletas en horas, The New York Times publicaba el 7 de julio, cinco días después de que se confirmara el abandono de Shirokino, un reportaje sobre las tropas ucranianas en la zona de Mariupol.

Batallones islámicos se integran en los batallones voluntarios ucranianos en su lucha contra los rebeldes, dice Andrew E. Kramer en su reportaje sobre los miembros del Sheikh Mansur, que como el Dzhokhar Dudayev, está compuesto por chechenos, algunos de ellos con más que dudosas conexiones. El reportaje presenta a estos “valiosos” soldados chechenos como luchadores con grandes capacidades como exploradores y francotiradores que circulan en vehículos civiles con sus AK-47 apuntando por las ventanas en la primera línea del frente mientras el ejército regular forma una segunda línea de defensa.

Esta imagen épica no difiere en exceso de la defendida por Michael Weiss en su descripción de la batalla por Debaltsevo, quizá porque sus fuentes son similares. El artíclo de The New York Times menciona un reciente vídeo que muestra armamento pesado amasado en la zona rebelde. Todo indica a que se refiere a la información descrita en el reciente artículo de The Daily Beast que, lejos demostrar la intención ofensiva de las milicias o de Rusia como pretende, es una muestra más de cómo la dependencia de fuentes ucranianas y la manipulación de los hechos al servicio de una narrativa predeterminada describe una imagen que no se corresponde con la realidad.

Pese al desarrollo de los hechos en los últimos días, The New York Times afirma que “anticipando un ataque en los próximos meses, los ucranianos aceptan toda ayuda que puedan encontrar”. De ahí que la prensa acepte como normal la aparentemente extraña alianza entre islamistas chechenos y ultranacionalistas ucranianos del Pravy Sektor. En realidad, ambos grupos comparten enemigo: “Nos gusta luchar contra los rusos” dijo el checheno, que rechazó dar su verdadero nombre. “Siempre luchamos contra los rusos”, cita el artículo.

Pero al margen del enaltecimiento de estos grupos de militantes chechenos de más que cuestionables conexiones internacionales, el artículo ignora también que supone una prueba del incumplimiento de otro de los puntos de los acuerdos de Minsk, con el que Ucrania, igual que las milicias, se comprometió a la retirada de todas las tropas o mercenarios extranjeros. En sentido estricto, también las tropas estadounidenses que entrenan a los soldados ucranianos en el oeste de Ucrania suponen el incumplimiento de esa cláusula. Pero como ya afirmó hace meses Marie Harf, portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, esa parte del acuerdo únicamente implica a Rusia y a sus tropas.
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Helicópteros Black Hawk estadounidenses en el cielo de Lviv

Desde el mismo momento de la firma, las partes han interpretado a su manera el acuerdo de Minsk. Algo similar ocurre con la interpretación de la realidad, muchas veces al margen de lo que ocurre sobre el terreno. Cinco días después de la retirada de las milicias de sus últimas posiciones en las cercanías de Mariupol, The New York Times afirmaba:

“La lucha se intensifica en los alrededores de Mariupol, puerto y centro industrial estratégico que los separatistas desean desde hace tiempo. Observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa dicen que han visto constantes envíos nocturnos de equipamiento militar ruso en tren al norte de ahí”.

Poco importa que la OSCE nunca haya podido probar esos envíos militares rusos a las milicias ni que estas se hayan retirado de esa zona. Tampoco importa que los únicos bombardeos que la misma organización denuncia en esa zona sean los cometidos por el ejército ucraniano contra las localidades cercanas. Al margen de la realidad y al margen de los hechos, pase lo que pase, la prensa occidental continuará explotando la idea de la posible invasión rusa de Donbass o el asalto de la RPD a Mariupol.

http://slavyangrad.es/

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