domingo, 17 de mayo de 2015

Habitantes de Sakhanka se enfrentan a los observadores de la OSCE

“¿A qué han venido aquí ahora?”, grita una mujer mayor a los hombres vestidos con chalecos y cascos blancos. Se ayuda de un bastón sobre el que apoya casi todo su cuerpo, por lo que apenas puede salir de casa. “¡Vengan por la tarde! A partir de las cinco, cuando empiezan a golpearnos. Les daremos de todo: un sitio limpio, comida, bebida. ¡Quédense!”

Uno de los comandantes de la milicia, “Savely”, acompaña a la misión del Centro de Control de Coordinación Conjunto. Nos cuenta que los bombardeos intensos se reanudaron el 8 de mayo:

“Se ha producido una rotación. El batallón Azov ha reemplazado al batallón Donbass. Y Azov dispone de artillería: Howitzers D30 y morteros de 120mm. Con eso disparan contra Sakhanka”.

“Dicen que en Azov hay muchos locales”…

Savely asiente con la cabeza. “Sí, pero no solo locales. Y chechenos, croatas, georgianos…basura. No les importa nadie”.

La población civil denuncia ataques indiscriminados del ejército ucraniano a diario.

Otra mujer, que a pesar de su descuidado pelo gris se adivina una mujer guapa y no especialmente mayor, se apresura hacia el jeep blindado de la OSCE. Golpea sus manos contra el metal.

“Va a venir Ucrania y me van a disparar. ¡Estoy cansada! ¡Cuánta gente tiene que morir! ¡No podemos dormir por la noche! ¿Para qué han venido, para grabarnos? ¿Para qué? ¡Ustedes se irán y hoy a las 17:45 Ucrania empezará a regarnos! ¡Qué hacen sentados en el coche! ¡Váyanse!”

Se llevan a la mujer e inmediatamente le sirven agua. Los expertos agachan la cabeza y pretenden no comprender nada. Caminan tras los oficiales rusos del grupo de contacto para analizar los cráteres que han dejado las bombas y las minas.

Sakhaka se ha ido convirtiendo en una ciudad fantasma, como antes lo hiciera Nikishino en la caldera de Debaltsevo. La destrucción no es excesivamente evidente, pero ya no queda una sola casa sin signos de metralla. ¡Ni una!

Nos rodea un grupo de hombres mayores:

“Dígame que no va a mentir, que va a contar los hechos”.

“Hace dos semanas llevamos a los dos últimos niños, Nastia y Dima, a Novoazovsk. Vivían al lado de correos. Todos sabemos lo que ocurre aquí, hemos escrito sobre todo esto”.

Resulta que la historia se ha discutido abiertamente por todo Sakhanka. La actitud hacia nosotros cambia al instante. Una mujer vestida con una bata de flores y gafas redondas dice:

“Entendemos que no hay esperanza para nadie. Sabe, hemos empezado a reforzar los pilares de las esquinas de las calles con iconos. ¿Cómo creen que nos va a ayudar eso?”

Observadores de la OSCE y expertos rusos inspeccionan los restos del bombardeo


Estamos frente a un icono ya descolorido por el sol de la primavera. A unos diez metros del icono, junto a la carretera, la cabeza del proyectil. Parece un “Uragan”, con un diámetro de más de un palmo. Le hablamos a la mujer de los creyentes de Olkhovatka, rodeados de cruces en una localidad que sufrió cientos de rondas de disparos, y donde ninguno de ellos resultó siquiera herido. Hablamos y nos escuchan con atención, seguramente porque en nuestras palabras hay cierta esperanza.

Pero aquí no hay confianza, por ejemplo, en la OSCE. Vemos cómo trabajan. En el cráter han colocado un cuaderno con una flecha pintada que marca la dirección de la que provenía el proyectil. Naturaleza muerta fotografiada por iPhones…

Conversamos con el representante ruso del Centro de Control de Coordinación Conjunto, Alexandr Lentsov:

“¿Por qué el equipo de la OSCE está tan mal equipado? No somos expertos, pero suponemos que deben tener algo mejor que brújulas magnéticas, ni siquiera digitales. Mapas topográficos y distanciómetros, por ejemplo”.

Lentsov se explica: “La misión de la OSCE no tenía previsto trabajar hoy en Sakhanka. Se trata de un viaje improvisado, estaban disgustados por haber venido sin equipos especiales. Así que han tenido que trabajar con lo que tenían. Creo que en un futuro inmediato podrán realizar un trabajo completo aquí. Hoy lo más importante es que hayan registrado que no hay presencia militar aquí y que se han producido ataques. Solo hay civiles en Sakhanka. El proyectil que hemos visto hoy es un proyectil de mortero de 120mm. Según los acuerdos de Minsk, estas armas deberían haber sido retiradas”.

Aparece una mujer con un contenedor de plástico lleno, hasta arriba, de restos de metralla. Lo planta a los pies de los expertos. ¡Disfruten!

“Me llamo Vera, soy enfermera. Esto es lo que he recogido alrededor de mi casa en los últimos tres días. Cubrimos las ventanas con celofán. Ni pensamos en poner cristal. No tenemos tejado en dos habitaciones. Se caen los tejados encima de la gente. En cada calle que pase, en todas partes hay heridos”.
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Aleksandr Lentsov
Los residentes se agolpan alrededor del coronel-general ruso para, levantando la voz, convencerle de que Sakhanka está siendo bombardeado a diario. Y que a nadie le importa. Lentsov les explica con paciencia:

“Ellos me dicen: nosotros no bombardeamos Sakhanka. Yo sé que bombardean. Así que he invitado a los representantes de la OSCE para garantizar que puedan informar oficialmente a la comunidad internacional de que en Sakhanka no hay posiciones militares y registrar los ataques. A diario hay entre 10 y 20 rondas.

He informado a la parte ucraniana de que en Sakhanka y en sus alrededores no hay un solo soldado de las fuerzas armadas de ciertas regiones de Donetsk. Los representantes rusos del centro de control conjunto están muy preocupados por esto. Se producen ataques en la parte occidental, así que en este caso, son las Fuerzas Armadas de Ucrania las que no respetan el alto el fuego”.

El tono calmado, casi paternal, del general consigue reducir levemente la intensidad de la conversación. El grupo se dispersa. Saben que, en media hora, la misión de la OSCE abandonará la localidad. Y que dos horas después, a la hora prevista, comenzará el siguiente bombardeo.

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