sábado, 24 de enero de 2015

Desigualdad en la vida y en la muerte

Se ha publicado recientemente una base de datos con fotografías y documentos del personal militar ucraniano fallecido en la guerra en el este del país. Los documentos incluyen pasaportes, documentos de identificación militar, carnets de conducir, documentos personales o tarjetas de crédito. Algunos papeles están medio quemados, mientras que otros están intactos, como si a sus dueños  no les hubiera pasado nada. Estos documentos fueron encontrados junto a los cuerpos sin vida de sus dueños en diversas zonas de la
región de Donbass y del este de Ucrania, en los alrededores de ciudades como Ilovaysk, Donetsk, Lugansk o Gorlovka. Estos documentos se publican a sugerencia de los equipos de búsqueda para que los familiares de los fallecidos puedan, por fin, informarse sobre cuál fue el destino de sus seres queridos. La práctica totalidad de ellos estaban contabilizados como desaparecidos y, por lo tanto, no estaban contabilizados en las estadísticas de bajas del ejército ucraniano.

Esta base de datos aún debe actualizarse, ya que no se han recogido y escaneado todos los papeles de soldados fallecidos. Según los pasaportes publicados, la lista incluye a soldados de diversas regiones de Ucrania, incluyendo Khmelnytsky, Cherkasy, Sumy, Poltava, Kherson, Chernihiv, Rivne, y Kiev. Pero la mayor parte de los nombres recogidos tienen en común que provienen de la región de Zhitomir. Concretamente, hay reclutas y soldados profesionales de los distritos de Novograd-Volynsk and Chudni y de la región de Zhitomir. Ahí es donde vive mi familia. Los soldados muertos pertenecían a la 30ª Brigada Mecanizada de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que en agosto fue enviada por su comando a una misión suicida. Se ordenó a la brigada tratar de lograr un avance que pudiera dar lugar a la captura de Donetsk y Lugansk a tiempo para la celebración del Día de la Independencia de Ucrania, el 24 de agosto. De haber tenido éxito, eso habría elevado considerablemente el prestigio de los líderes militares y políticos que lo ordenaron y aprobaron.

Los soldados de la brigada terminaron rodeados en la localidad de Latugino y cerca de Metalist. Según los datos oficiales, 36 soldados fueron dados por desaparecidos. Sé que sus amigos y familiares tenían la esperanza de que hubieran sido capturados, pero parece que el destino de muchos de ellos ha sido trágicamente diferente.

La región de Zhitomir es una de las áreas más pobres de uno de los países más pobres de Europa. Su industria y su agricultura fueron tan severamente destrozadas en los años 90 que hoy en día no hay apenas oportunidades de encontrar trabajo y ganar dinero. La población local vive de la agricultura de subsistencia, de talar los bosques locales o del subempleo para los terratenientes locales. Un salario de $100 o $200 es considerado un buen salario. Los joven es se arruinan con la bebida y la emigración se ha convertido en la norma. Hay pueblos completamente despoblados o que existen en las peores condiciones, incluyendo viviendas sin electricidad que se calientan quemando leña y cubriendo las ventanas con polietileno en lugar de cristal. Ni siquiera pueden enviar a sus hijos al colegio.

El servicio militar es, para muchos residentes locales, un instrumento para la movilidad social. En tiempos de paz, los soldados podían ganarse un sueldo y tener garantizada la comida y el uniforme. Los soldados profesionales de Zhitomir comenzaron a morir mucho antes de la guerra civil en Ucrania. Ruslan Androschuk, de 22 años, murió en Irak. Antes había trabajado en una fábrica en Novograd-Volynsk. Y entonces se alistó para ganar suficiente dinero para su boda.

La región de Zhitomir se vio envuelta en el proceso de reclutamiento del Gobierno de Kiev la pasada primavera. Engañados, los residentes acudían a lo que creían era una asamblea y ahí eran engañados. Empleados de la oficina de registro militar les aseguraban que solo iban a ser reclutados para unos días de entrenamiento. Eran dirigidos a un “campo de entrenamiento”, que era en realidad el frente de la recientemente iniciada guerra civil del Gobierno de Kiev (la llamada “Operación Antiterrorista” en Donbass.

Los rumores se extendieron con rapidez por la región y en seguida, la población comenzó a desertar o a negarse a presentarse cuando eran llamados a filas. No querían ni matar ni morir, así que los hombres se escondieron en el bosque, igual que muchos de sus antepasados lo hicieran durante la ocupación Nazi ente 1941-1944. Algunos vivían en cabañas en el bosque, con familiares que les escondían o en granjas abandonadas donde las agencias del Gobierno no podían, o no querían encontrarles. Todo ello mientras los nacionalistas ucranianos llamaban de forma histérica desde las redes sociales a la “guerra santa” por la nación y el Estado o seguían hablando de forma solemne de la “opción europea de Ucrania”.

A primeros de mayo, el comando militar reconoció oficialmente deserciones masivas de los residentes de la región de Zhitomir y exigió un castigo para quienes, como el tiempo ha demostrado, actuaron para salvar sus vidas de esa masacre sin sentido: “En tiempos en los que se está decidiendo el destino de Ucrania, estos hombres abandonaron voluntariamente sus unidades, mostrando indiferencia por la situación del Estado. Por esos actos pedimos publicar las listas con sus nombres en la prensa local y regional para informar a las autoridades, llegó a exigir el canal de televisión TSN. Después, cuando la 30ª Brigada Mecanizada quedó sitiada en Donbass, madres y esposas de los soldados comenzaron una desesperada protesta junto al puesto militar de Novograd-Volynsk, alegando que sus hijos y maridos habían sido enviados a una muerte segura. Pero nadie en Kiev prestó atención alguna.

Leyendo los papeles de estos soldados fallecidos, se puede apreciar con claridad el retrato social de los soldados del ejército ucraniano. Es la gente corriente la que muere en tierra de Donbass. Soldados y oficiales de bajo rango provenían principalmente de familias campesinas. Según los datos del cuestionario, muchos de ellos habían recibido formación vocacional. Dos soldados, hijos de trabajadores emigrantes, escribieron que sus padres trabajaban en la construcción en el extranjero, probablemente en Bielorrusia o Rusia. Al lado de un cuerpo, se encontró un pequeño icono Ortodoxo y el carnet de un conductor de tractor. Una conmovedora carta de una abuela, enviada desde Novograd-Volynsk, cuenta que había cuidado bien de su nieto, que solo bebía en vacaciones, tenía una novia y trabajaba de mecánico y conductor de tractor. Ahora su nieto está muerto. Y a ninguno de los políticos que tomaron el poder en Ucrania gracias a los sacrificios de jóvenes como los chicos muertos de la región de Zhitomir les importará en absoluto el destino de esta pobre mujer.

Se suele decir que todos somos iguales ante la muerte, pero como vemos en este ejemplo, no es ese el caso. El presidente Poroshenko, directamente responsable de las catastróficas bajas del ejército ucraniano y de la muerte de civiles en Donbass, llora, de forma hipócrita, por los periodistas asesinados en París el 11 de enero mientras que la población civil muere a diario en Donetsk. Hoy vemos que las vidas de la población de Ucrania, Nigeria, Siria, Libia, Irak, Afganistán, Mali u otros países del tercer mundo no tienen el mismo valor que las vidas de los ciudadanos de la Unión Europea. Las élites políticas del mundo, que lloran por el personal de una revista francesa, son indiferentes a los constantes asesinatos masivos de los habitantes de otras regiones, incluso aunque algunos políticos europeos sean directamente responsables por algunos de esas muertes.

No son los hijos de los políticos ucranianos ni de los oligarcas los que yacen muertos en las tierras de Donbass. Ellos disfrutan de una vida de diversión y alegría. No temen el alistamiento forzoso. La pequeña burguesía provinciana puede relajarse y pagar un soborno para que sus hijos no sean llamados a filas. Los corruptos generales lo cubren, “cosas que pasan”. Ricos chovinistas que trabajan en oficinas a veces se alistan en los batallones voluntarios, para buscar su dosis de adrenalina y poder, además, aterrorizar legalmente a los odiados residentes de Donbass registrándoles en cada puesto de control… lejos de la batalla. Pero son fundamentalmente los pobres los que luchan y mueren en el ejército regular ucraniano. El enemigo real está lejos de estos soldados enviados a la fuerza a la muerte. Incluso en Donbass, los capitalistas locales hace tiempo que llevaron a sus familias a lugares seguros donde no se convertirán en víctimas de los bombardeos del ejército ucraniano.

En la iglesia de San Nicolás, en Tallin, capital de Estonia, vi recientemente un fragmento de la pintura Danza Macabra, del famoso artista medieval alemán Bernt Notke. El Papa, el emperador, la emperatriz, el cardenal y el rey bailan junto a esqueletos a la música de las gaitas que tocan los muertos. Esta popular historia de la iconografía europea representa lo efímero de la vida humana según el estatus social de cada uno. Mirando esta vieja pintura, recordé las recientes tumbas que hemos visto junto a Saur-Mogila en Donbass. Recordé las viviendas destruidas en las zonas residenciales de Donetsk, los desertores del ejército ucraniano escondidos como animales en los bosques de Ucrania occidental y familias pobres que lloran a soldados que han muerto luchando por intereses ajenos.

Las víctimas de esta Guerra son casi siempre de las clases más bajas. No, no somos iguales ni en la vida, ni en la muerte.

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