miércoles, 24 de febrero de 2016

Todos son reformistas cuando realmente lo que son es canallas

El pasado 28 de enero, en una entrevista realizada por el libelo de capital norteamericano llamado El País a Felipe González expresaba que “ojalá existiera una mayoría progresista y reformista”. Aznar siempre se ha declarado como paladín del centro reformista e incluso a principio de la década de los 2000 presidió la Internacional de Centro Reformista. La ministra de empleo, Fátima Báñez, una enemiga declarada de la clase trabajadora del estado español, respondía a Aznar en la anterior legislatura indicando “este Gobierno es el más reformista de la democracia”, en relación al gobierno del reaccionario Rajoy.

Los representantes de la “nueva política”, tan lacayos de la burguesía y enemigos de los
trabajadores como los de la vieja política, como Inés Arrimadas de Ciudadanos reivindica el catalanismo reformista. Por no hablar del líder de dicha organización, el ultraderechista Albert Rivera, que durante todo este periodo teatral en la conformación de un gobierno,  ha hecho bandera de la conformación de un gobierno reformista y europeísta de concentración con el PP y el PSOE, o lo que es lo mismo, con los capitalistas corruptos de siempre.

Izquierda del sistema y derecha, nueva y vieja política como gusta hablar a los trileros políticos burgueses, coinciden en denominarse reformistas porque todos ellos asumen al capitalismo como sistema económico así como la ideología y el estado burgués como único orden que pueda existir. Todos son lo mismo.

El reformismo de estos ejecutores del Capital, se llamen como se llamen, lo que significa es apretar más las clavijas de la máquina capitalista contra la clase obrera, agudizar la explotación del hombre y hacer leyes que legalicen no sólo  un grado cada vez mayor de explotación y de represión contra la mayoría trabajadora, sino que les robe todavía más a éstos para traspasar la riqueza a la burguesía y acrecentar la desigualdad. Y es que detrás del término reformista no hay otra cosa que perpetuar la explotación, el pillaje, el orden imperialista y, lo que en realidad existe no es otra cosa que un traidor y un enemigo del pueblo trabajador, un canalla.

El pasado 28 de enero, en una entrevista realizada por el libelo de capital norteamericano llamado El País a Felipe González expresaba que “ojalá existiera una mayoría progresista y reformista”. Aznar siempre se ha declarado como paladín del centro reformista e incluso a principio de la década de los 2000 presidió la Internacional de Centro Reformista. La ministra de empleo, Fátima Báñez, una enemiga declarada de la clase trabajadora del estado español, respondía a Aznar en la anterior legislatura indicando “este Gobierno es el más reformista de la democracia”, en relación al gobierno del reaccionario Rajoy.

Los representantes de la “nueva política”, tan lacayos de la burguesía y enemigos de los trabajadores como los de la vieja política, como Inés Arrimadas de Ciudadanos reivindica el catalanismo reformista. Por no hablar del líder de dicha organización, el ultraderechista Albert Rivera, que durante todo este periodo teatral en la conformación de un gobierno,  ha hecho bandera de la conformación de un gobierno reformista y europeísta de concentración con el PP y el PSOE, o lo que es lo mismo, con los capitalistas corruptos de siempre.

Izquierda del sistema y derecha, nueva y vieja política como gusta hablar a los trileros políticos burgueses, coinciden en denominarse reformistas porque todos ellos asumen al capitalismo como sistema económico así como la ideología y el estado burgués como único orden que pueda existir. Todos son lo mismo.

El reformismo de estos ejecutores del Capital, se llamen como se llamen, lo que significa es apretar más las clavijas de la máquina capitalista contra la clase obrera, agudizar la explotación del hombre y hacer leyes que legalicen no sólo  un grado cada vez mayor de explotación y de represión contra la mayoría trabajadora, sino que les robe todavía más a éstos para traspasar la riqueza a la burguesía y acrecentar la desigualdad. Y es que detrás del término reformista no hay otra cosa que perpetuar la explotación, el pillaje, el orden imperialista y, lo que en realidad existe no es otra cosa que un traidor y un enemigo del pueblo trabajador, un canalla.

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