domingo, 29 de noviembre de 2015

La lógica del odio

A finales de septiembre, tras varios días de polémica por el cierre del espacio aéreo a las aeronaves rusas por parte de Turquía, Bulgaria y Ucrania, Rusia anunciaba el inicio de una campaña de bombardeos coordinados con el Ejército Árabe Sirio (SAA por sus siglas en inglés), a petición del Gobierno de Siria. Rusia reforzaba entonces su base militar de Tartus, en la que mantiene presencia desde 1971, y comenzaba una ofensiva no solo contra Daesh, sino también contra grupos como el Frente Al-Nusra, afiliado a Al Qaeda, o Ahrar Al-Sham, cercano a Arabia Saudí. Aunque modesta en algunas zonas, la ofensiva ha hecho
posible un avance del Gobierno en varios frentes, principalmente alrededor de la base aérea de Kweires, sitiada durante años por grupos afiliados al Daesh.

El inicio de la operación rusa en Siria coincidía con las semanas de menor intensidad de los bombardeos contra Donbass. Temerosa de que la guerra de Siria la apartara de los titulares, Ucrania denunciaba la agresión rusa y la violación de la soberanía y la integridad territorial de Siria, solidarizándose como víctima de agresión por parte de Rusia. Durante estas semanas, esos argumentos no han desaparecido. En una entrevista con Deutsche Welle, el presidente ucraniano Petro Poroshenko denunciaba la agresión rusa “en Ucrania, en Siria y posiblemente en otros países”.

La presencia rusa en Siria no solo ha causado declaraciones de los altos cargos de Ucrania, sino que también ha provocado la reacción de los sectores nacionalistas, siempre dispuestos a mostrar su odio a Rusia. La primera semana de octubre, Anton Gerashenko, asesor del Ministerio del Interior de Ucrania, compartía en su perfil de Facebook un mensaje de un amigo que animaba a desvelar las identidades de los pilotos rusos que participaban en la campaña rusa en Siria para facilitar así que “los miembros de ISIS y sus hermanos en Rusia, que principalmente están en el Cáucaso, puedan encontrarlos después y les den su merecido según la Sharia”.

Gerashenko añadía una sugerencia personal: “Según lo anterior, invito a todo el que disponga de información sobre los ciudadanos rusos que participan en la guerra no declarada de Rusia contra el pueblo sirio que envíe toda la información a la web Mirotvorets, que dispondrá de una sección específica “los crímenes de Putin en Siria y en Oriente Medio”. A 25 de noviembre, la publicación sigue estando disponible. También lo están los posts con los que Gerashenko celebra que ha llegado el momento de que Vladimir Putin acabe en “la basura de la historia como Gaddafi, [Sadam] Hussein y Assad”. “¡Va a ser divertido!”, adviertía Gerashenko, que esperaba que no solo hubieran muerto los pilotos del Su-24 derribado sino también la tripulación del helicóptero de rescate.

Al día siguiente de la publicación original, aparecían en la base de datos de Mirotvorets los perfiles de nueve supuestos pilotos rusos en tres idiomas: ruso, inglés y árabe. La web Mirotvorets se dio a conocer en abril, a raíz de los asesinatos del político Oleg Kalashnikov o el periodista opositor Oles Buzina, tiroteado a las puertas de su casa de Kiev apenas horas después de que dicha base de datos publicara su información personal, incluyendo su dirección. Ni Gerashneko ni Georgy Tuka, ahora gobernador de la zona ucraniana de  Lugansk, renegaron de esta base de datos, que en estos meses ha seguido actualizándose con los perfiles de milicianos, políticos o figuras de la cultura de Rusia o civiles de las zonas de Donetsk y Lugansk que han apoyado a las Repúblicas Populares.

Hace tiempo que la extrema derecha nacionalista ucraniana justifica la colaboración del Praviy Sektor y otras organizaciones con batallones islamistas que cuentan con miembros que se jactan de sus contactos con Daesh, a quines les une su enemigo común. En las últimas semanas, Dmitry Korchinsky, conocido por su propuesta de crear campos de concentración para la reeducación nacionalista de la población de Donbass, también ha querido insistir en la necesidad de apoyar a todo el que luche contra Rusia tanto en Ucrania como en el extranjero. “En la cumbre del G-20, los líderes de los países occidentales hablaron con el terrorista de Moscú como si fuera humano, pidiéndole que bombardeara posiciones de ISIS. Es decir, su actitud hacia los terroristas es pragmática”, afirmaba para insistir en que cualquiera que luche contra Rusia merece disponer de asilo en Kiev. “Los servicios de seguridad ucranianos también tienen que ser pragmáticos y por lo tanto efectivos. No es nuestro trabajo detener a los enemigos de Moscú, los islamistas. Solo deberíamos pedirles que disparen con precisión contra los terroristas de Moscú en el Cáucaso y en Siria”.

Pero las declaraciones más significativas no son las de partidarios de la extrema derecha que no representan más que a los segmentos más radicales y oportunistas de la sociedad ucraniana. El 24 de noviembre, Turquía derribaba un Su-24 ruso al que acusaba, pese al desmentido ruso, de violar el espacio aéreo turco. Esto daba una nueva oportunidad a las autoridades de Ucrania para reivindicar lo que presentan como una lucha ucraniana contra el yugo de Moscú, apoyando a cualquiera que se enfrente a Rusia.

Tan solo horas después del derribo de la aeronave rusa, Oleksandr Turchynov aprovechaba la ocasión, no solo para defender la actuación de Turquía, sino para amenazar a Rusia. En abril de 2014, Turchynov ocupaba el puesto de presidente Ucrania en funciones cuando se inició la operación antiterrorista contra la RPD y la RPL, entonces un puñado de edificios ocupados por manifestantes armados tan solo con algunas armas ligeras.

Turquía “actuó de forma profesional y como deben operar las unidades relevantes de cualquier país civilizado cuando los aviones de guerra de otro país violan su espacio aéreo”, afirmaba Turchynov. Según revelaba Wikileaks e informaban varios medios estadounidenses, el paso del Su-24 ruso por el espacio aéreo turco, si es que este ocurrió, no superó los 30 segundos. Aunque incluso la versión de Turquía sugiere que se trató de un derribo deliberado, las escasas, y francamente dudosas, explicaciones de Turquía han sido suficientes para que Turchynov justificara este tipo de actuación.

“El Ejército Ucraniano debería actuar de forma similar, protegiendo nuestro país contra cualquier agresión desde el aire”, insistía Turchynov. Pero ni Rusia amenazaba ayer a Turquía ni fue Rusia la que con su aviación amenazó a la población civil de Donbass en el verano de 2014, por ejemplo, el 2 de junio en Lugansk.

El odio a Rusia parece quedar como único elemento explicativo de las actitudes ucranianas. La estrategia de la violencia que defiende el régimen de Kiev en Donbass es la consecuencia lógica de ese odio. Un odio que es de la misma naturaleza que el que ha llevado al ISIS a atacar a civiles inocentes en París, a los sectores más radicalizados del islamismo turco a derribar un avión ruso en Siria y al establishment occidental anti-ruso a alegrarse de cualquier desgracia que suceda a la población rusa, ya sea civil o militar.

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