lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Ucrania Unida?

Kiev vuelve a estar en los titulares de prensa. Gritos ante la Rada, explosiones, palos, escudos, manifestantes, la Guardia Nacional, cadáveres y heridos. No parece 2015, sino finales de 2013 o principios de 2014. Una palabra: Maidan. A los ucranianos les gusta enfurecerse. Dejemos que el niño juegue con lo que quiera mientras no llore.

La cosa vuelve a caldearse. El presidente realiza llamamientos, los representantes políticos
se atacan unos a otros y lloran, se producen salidas de la coalición de gobierno y se llama a más protestas. Tres jóvenes, héroes de ATO, han muerto. Pero ellos sobreviven. Los diputados de la Rada pronuncian entrañables discursos y las lágrimas están por todas partes. Todo el país está de luto.

Rebobinemos un poco. ¿Por qué no he titulado este post “Ucrania unida”? cuando la guerra no había hecho más que empezar, aún podíamos disfrutar con los canales ucranianos en Donetsk directamente en la televisión, sin necesidad de internet. En Slavyansk y Kramatorsk ya estaba muriendo gente. Ya había una lucha abierta en el aeropuerto de Donetsk. Ya había muertos. Docenas de muertos. Había niños atrapados entre dos fuegos. Y murieron por la guerra, no de causas naturales. Sus vidas no habían hecho más que empezar, pero acabaron al principio.

Naturalmente, un gobierno normal declararía luto a nivel nacional. Pero no ocurrió nada de eso. La televisión informaba de que los invasores rusos habían tomado el poder en la  ciudad, los separatistas bombardeaban las ciudades, se asesinaban a sí mismos y el Ejército Ucraniano protegía a la población de los terroristas. En todas partes, en todos los canales, la bandera ucraniana venía acompañada de una inscripción en dos idiomas: “país unido”. Pero ya no quedaba nada de ese país unido.

Entonces comprendí que no, no somos un país. Si hubiera dolor en el país, entonces toda la población se uniría en esa experiencia y lloraría a los muertos, especialmente a los niños. Pero no había ni rastro de ese duelo en Ucrania. Nadie lloraba a los hombres de Donbass, sino que solo gritaban y se regocijaban. A los ucranianos no les preocupaban Donetsk o Lugansk.

Era mucho más importante salir vestido con la bandera ucraniana, hacerse un tatuaje con su escudo, reír las muertes de “larvas” y “colorados” [en referencia a insectos del color del lazo de San Jorge, insulto habitual para calificar a la población de lengua, etnia o cultura rusa]. En lugar de palabras de consuelo, solo oíamos acusaciones de que éramos culpables de todas nuestras desgracias. En Ucrania no había tiempo para llorar a los muertos; todos trataban de recuperarse aún de la masacre de Maidan. Allí habían conseguido la victoria. Nada les podía entristecer, solo querían seguir saltando.

Eso era 2014. Volvamos a 2015, lo que vemos ahora. Una panda de idiotas continúa saltando por el país, acusándose de ser agentes de Putin mientras afilan sus cuchillos los unos contra los otros. Rusia es culpable porque no pueden dividirse el país entre ellos.

Y Donetsk se mantiene ocupado con sus cosas, mientras la “sociedad civilizada” está cómoda con la masacre en la capital. Donetsk presenta un monumento a todos los niños muertos.

Somos demasiado diferentes. Mientras en Kiev luchan por el poder, nosotros tratamos de construir una vida nueva, de postguerra (aunque la guerra continúa). Disfrutamos del cese de los bombardeos, mientras en Kiev se molestan y exigen que se vuelva a bombardear. En Donetsk celebramos nuestra ciudad y colocamos flores ante el monumento a los ciudadanos de la RPD caídos en la guerra mientras en Kiev, una muchedumbre ataca a periodistas buscando entre ellos a propagandistas rusos, mientras los manifestantes arrojan granadas contra la Guardia Nacional.

Es complicado imaginar una Ucrania unida. Por ahora, no veo una salida a esta situación.

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