viernes, 11 de septiembre de 2015

Las otras víctimas de la guerra: la historia olvidada de un niño de Slavyansk

Artículo Original: Dmitry Steshin / Komsomolskaya Pravda

Hace unos días, la crisis migratoria en Europa llegó a su punto más intenso. Ante la presión de las nuevas hordas de los Hunos, que no tenían aspecto hambriento ni desesperado, la buena burguesía perdía rápidamente las últimas dosis de tolerancia. Europa despertaba de su hibernación al ver en peligro la idea del multiculturalismo. La normalmente descafeinada prensa de masas occidental ya había comenzado a caer en adjetivos y analogías prohibidas: “las hordas”,
“invasión”, “colonización”. ¡Era impensable, peligroso!

Cualquier cabeza pensante del planeta sabe ya, desde hace tiempo, que se puede encender o apagar la prensa occidental con un interruptor especial. La corriente puede controlarse. Se puede elevar o reducir el nivel de negatividad del flujo informativo. Puede incluso apagarse, acabar con la corriente y pretender que no pasa nada. Así ocurrió con los bombardeos de la artillería ucraniana contra ciudades de Donetsk y Lugansk durante más de un año, en pleno centro geográfico de Europa. Pero cuando el multiculturalismo de Europa comenzó a quebrarse, quedó claro que había pasado algo, algo que Europa entera iba a llorar.

Un niño sirio murió ahogado. Fue en el momento justo y desde ese preciso instante, la foto del cuerpo del niño apareció en cada pantalla, a todas horas. Una sola fotografía y toda la situación había dado un milagroso vuelco de 180º. En un juego geopolítico a gran escala como el actual, no podía permitirse que el niño simplemente se ahogara, hay demasiado en juego. No merece la pena intentar probar que no es así.

He visto con mis propios ojos cuántos han muerto o han sido bombardeados en Oriente Medio en los últimos diez años. He visto cómo reducían a escombros un país próspero, donde ahora campan a sus anchas bandas armadas hasta los dientes. Ya no se puede ni soñar con la democracia en Libia. He visto grandes ciudades, como Homs en Siria, convertidas, con sus cráteres, en paisajes lunares. He visto cómo se quemaban, por la noche, varias docenas de Iglesias en Menia, Egipto, mientras la comunidad internacional, al unísono, se mantenía en silencio. Y siguen callando ahora porque fueron los revolucionarios pro-occidentales junto a algunos yihadistas los que iniciaron el fuego.

Cuando los necesita, Occidente utiliza a esos chicos. Y quien se atreva a protestar por el uso político de las lágrimas por un niño se encontrará rápidamente en la cola del paro. El periodista inglés Graham Philips prácticamente huyó de la prensa occidental y Andrei Babitsky fue cruelmente despedido de “Radio Svoboda” (Radio Libertad) por el reto de informar de las ejecuciones de civiles cerca de Lugansk. Occidente no necesita que se hable de esas víctimas incómodas.

La muerte de Arseniy Danchenko en las afueras de Slavyansk es similar a la de Aylan Kurdi. El niño murió a causa de un ataque de mortero disparado desde el monte de Karachun, ocupado por el Ejército Ucraniano, en uno de los últimos días del sitio de Slavyansk. En la pequeña localidad de Golubovka no había puestos de control, no había arsenales, no había cuarteles, no había posiciones de la milicia.

A las ocho de la noche, ya había bajado el calor. La población salía a regar los jardines. Arseniy estaba sentado en la arena, a las puertas de su casa, jugando. Entonces el pueblo comenzó a sentir los impactos de docenas de disparos de mortero… Su madre trató de salvarle, pero la bomba, un impacto demasiado cercano, les alcanzó a los dos.

La madre solo pudo dar a su hijo unas horas más de tormento. El niño murió dos horas después en la mesa de operaciones de un hospital de la ciudad de Slavyansk, delante de nuestros ojos. Cuatro medios, Lifenews, Ren-TV, el Primer Canal y Komsomolskaya Pravda recopilaban toda la información para que pudiera llegar también a la prensa occidental.

Pero, por desgracia, Arseniy era un separatista y la bomba que lo mató era la liberación, la democracia. En Rusia estalló la ira. Algunos lloraron, otros apretaron los puños. Otros acudieron a Donbass como voluntarios. Hubo quien nos contó que la gota que colmó el vaso de su paciencia fue la muerte de un niño de Slavyansk. Eso es todo. Dos niños muertos, historias paralelas. ¡Pero qué diferencia hay entre ellas!

Disculpen el cinismo.

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