martes, 15 de septiembre de 2015

La destrucción del mundo ruso, objetivo de la alianza entre nacionalistas ucranianos e islamistas

La disminución de la intensidad de la batalla tras la entrada en vigor de un nuevo alto el fuego el 1 de septiembre no ha reducido la intensidad del ruido mediático. Éste se extiende muchas veces al margen de la realidad o manipulándola directamente para crear un peligro inexistente. Pese a que por primera vez desde el inicio de la operación antiterrorista de Kiev comienza a respetarse la tregua, ni las autoridades ucranianas ni la prensa han rebajado su retórica. Kiev continúa repitiendo las mismas justificaciones con las que ha tratado de negar, durante más de un año, la existencia de un conflicto interno en el país y de culpar a Rusia no solo del conflicto en Donbass sino también de las actuales dificultades económicas que sufre Ucrania.

El presidente Poroshenko ha introducido además una nueva variante para exagerar la amenaza rusa, requisito imprescindible para continuar solicitando ayuda económica y militar a Occidente. El presidente ucraniano alerta ahora de la presencia rusa en Siria, que considera no solo una amenaza para la estabilidad de Oriente Medio sino una de las causas de la crisis migratoria que llena ahora las portadas de todos los grandes medios europeos.

Mientras parte de la prensa trata de seguir cada movimiento ruso en Siria –país en el que Rusia mantiene una presencia militar desde que se inaugurara la base militar de Tartus en 1971–, algunos artículos alertan de la presencia en los batallones voluntarios ucranianos de yihadistas procedentes precisamente de Siria. De allí dicen haber llegado algunos de los miembros del batallón Sheikh Mansour que aseguran incluso haber sido entrenados por el Estado Islámico. El mismo medio que con tanta constancia ha alertado del peligro que Rusia supone para Ucrania y que regularmente ha advertido de inminentes invasiones rusas, The Daily Beast, señala ahora el peligro que podrían suponer para el Estado Ucraniano los militantes chechenos que luchan del lado de Kiev. Pero como sucedía con el papel ruso en Ucrania, tampoco en este último caso aporta pruebas convincentes de lo que afirma.

Sin necesidad de explicar su error, cuando en mayo auguraban en ese medio una inevitable invasión rusa de Ucrania para el verano, Michael Weiss y James Miller se preparan para presentar, en un acto del Institute of Modern Russia presidido por el hijo de Mijail Jodorkovsky, una versión de la ocupación rusa de Donbass que difícilmente puede estar basada en hechos. Pero hace tiempo que son los intereses geopolíticos de ciertos gobiernos y no los hechos los que marcan la cobertura mediática del conflicto.

Pese a que con sus actos y sus declaraciones Rusia ha dejado claro que espera el cumplimiento completo de los acuerdos de Minsk, que devolverían a Donbass a control ucraniano, parte de la prensa continúa viendo cada acto ruso como una amenaza en potencia. El 9 de septiembre,Reuters publicaba, por ejemplo, la exclusiva de que Rusia planea construir una gran base militar a escasos kilómetros de la frontera ucraniana, dando a entender que Rusia planea también acciones ofensivas contra Ucrania.

Centrándose únicamente en los hechos que apoyan su teoría, la prensa occidental ha visto en el ejército ucraniano una falta de medios y de preparación que se han negado a ver en el otro lado. Analistas como Michael Weiss han llegado a presentar la batalla como un “David contra Goliat” en el que los bravos batallones ucranianos se enfrentan, sin medios, armas o munición, al equipamiento más moderno del Ejército Ruso. Ucrania, que heredó de la Unión Soviética una potente industria militar, se enfrenta en realidad a una milicia que sufre la escasez, no solo de equipamiento militar, sino también de provisiones básicas. De ahí que nadie, ni Michael Weiss, ni The Interpreter, medio del que Weiss es editor-jefe, ni la OSCE haya conseguido encontrar a los centenares de tanques rusos o miles de soldados de ese país que las autoridades ucranianas siguen afirmando que existen.

Por su parte, los casos de detenciones y acusaciones de delitos graves contra miembros, incluso comandantes, de batallones voluntarios, los hechos de Mukachevo en julio o el reciente ataque al Parlamento ucraniano de miembros de Svoboda, del batallón Sich y de otras organizaciones de la extrema derecha ligados a la coalición del Gobierno o al Ejército, han hecho imposible negar la presencia de elementos de extrema derecha entre las tropas ucranianas. Lo que durante más de un año se había calificado como una ficción propia de la propaganda rusa se ha convertido ahora en una realidad incómoda.

Aun así, la falta de medios sigue siendo el principal argumento de la prensa para defender que Ucrania necesita toda la ayuda de la que pueda disponer, aunque esta venga de la extrema derecha, de milicias que defienden la supremacía blanca y portan símbolos de inspiración neo-nazi o de grupos islamistas. En un intento de presentar como novedad hechos que no lo son, el reportaje de Anna Nemtsova en The Daily Beast informa de la presencia de militantes de origen checheno ligados a grupos islamistas en los batallones voluntarios ucranianos, algo que ha supuesto una sorpresa para quienes ven una contradicción en la alianza entre islamistas chechenos y nacionalistas ucranianos.
En la mezquita; los principales líderes chechenos en Ucrania, Adam Osmaev, segundo por la izquierda, y a su lado Muslim Cheberloevky.
En la mezquita; los principales líderes chechenos en Ucrania, Adam Osmaev, segundo por la izquierda, y a su lado Muslim Cheberloevky.
En realidad, no hay nada nuevo en esa información. En un artículo publicado el pasado 27 de febrero en The Intercept, Marcin Mamon describía su llegada a la base del batallón Dzhokhar Dudayev con ayuda de su contacto con el Estado Islámico en Turquía y trataba de explicar la lógica de la unión entre los batallones financiados por Ihor Kolomoisky y los combatientes chechenos. “Para quienes busquen una narrativa simple en las guerras de hoy en día, ya sea en Oriente Medio o en Ucrania, el batallón Dzhokhar Dudayev no es el lugar donde encontrarla”, escribía. “El batallón no es estrictamente musulmán, aunque incluye un buen número de musulmanes de las antiguas repúblicas soviéticas, incluyendo chechenos que han luchado del lado del Estado Islámico en Siria. También incluye ucranianos. Pero todos ellos luchan contra lo que perciben como el enemigo común: la agresión rusa”.

Esa aparentemente sorprendente alianza se basa sencillamente en ese enemigo común. “Nos gusta luchar contra los rusos”, citaba The New York Times a uno de los combatientes chechenos que luchaban en el frente de Mariupol en un artículo publicado el pasado julio. Como trata de justificar ahora Nemtsova, también The New York Times alegaba que la población de Mariupol aceptaba su presencia allí, aunque el desinterés de la población de la ciudad en mostrar apoyo alguno hacia las tropas ucranianas hace difícil creer esa afirmación.

El inminente ataque ruso contra Mariupol que The New York Times y otros medios esperaban para el verano, y que jamás llegó, era el principal argumento para justificar la presencia de grupos islamistas de dudosas conexiones internacionales luchando junto a Kiev. En el momento en que se publicó el reportaje, la milicia de la República Popular de Donetsk ya había abandonado Shirokino, su última posición antes de Mariupol, lo que hacía francamente improbable ese ataque.

Pero la realidad no iba a cambiar el enfoque de los artículos ni los titulares. “Siempre luchamos contra los rusos”, seguían diciendo entonces los mismos combatientes. La lucha contra los rusos, que en realidad es una lucha contra todo lo ruso y todo lo soviético, y no sólo contra los tanques de la Federación Rusa, es lo que en realidad ha conseguido unir a nacionalistas ucranianos y chechenos. La calle dedicada a Dzhokhar Dudayev, en el centro de Lviv, recuerda que no es la primera vez. Nacionalistas ucranianos ya lucharon, por ejemplo en el batallón nacionalista UNA-UNSO, del lado independentista en las guerras del Cáucaso. Entre ellos estaba Dmitry Korchinsky, entonces uno de los líderes de aquella organización y hoy ligado al batallón Azov. Hace unos meses defendía la idea de crear campos de concentración para la población de Donbass que no aceptara la versión de Ucrania que proponen los sectores más nacionalistas.

A primeros de marzo, el líder del Praviy Sektor Dmitro Yarosh realizaba un llamamiento a las organizaciones chechenas a reactivar el enfrentamiento con Rusia, colaborando en la guerra en Ucrania. Yarosh pedía entonces la devolución del apoyo que a mediados de los 90 aportó a los chechenos el grupo de Oleksandr Muzychko. Fallecido en custodia policial y en circunstancias que jamás han sido aclaradas, apenas unas semanas después del triunfo de la revolución de Maidan, Muzychko era uno de los líderes nacionalistas más radicales del panorama ucraniano.

Pese a que no hay constancia del uso de simbología de Al Qaeda o del Estado Islámico en los miembros del Sheikh Mansour, Nemtsova alerta del peligro que pueden suponer, no solo para el Estado ucraniano, sino también para su imagen. “Entre las fuerzas irregulares que se han alistado en la lucha contra los separatistas apoyados por Rusia en la región de Donbass en el este de Ucrania, pocos son tan polémicos y tan peligrosos para la causa a la que dicen servir”, escribe. “El presidente ruso Vladimir Putin estaría encantado de poder presentar a los combatientes a los que apoya como cruzados contra los salvajes yihadistas en vez de contra el Gobierno de Ucrania que quiere acercar al país a Europa occidental”.

No había resultado excesivamente complicado para Rusia utilizar a estos batallones para su propaganda. Adam Osmayev, uno de los principales líderes del batallón Dudayev, fue encarcelado en Odessa acusado de conspirar para asesinar al presidente Vladimir Putin. Que la noticia de la presencia de yihadistas en estos batallones haya sorprendido a muchos partidarios de Donbass es prueba suficiente de que no ha habido interés por parte de Rusia de utilizar estos hechos en la batalla informativa.

Los dos principales batallones en los que se han integrado los combatientes chechenos, el Dzhokhar Dudayev y el Sheikh Mansour, se formaron en octubre de 2014 y jamás se han escondido. Los propios combatientes han utilizado las redes sociales y la prensa para promocionar su presencia y alardear de sus éxitos. Sus fotografías en el frente se muestran, por ejemplo, entre las fotografías de batallones nacionalistas como UNA-UNSO, Azov o Praviy Sektor en la exposición sobre los batallones voluntarios frente al ayuntamiento de Odessa.
Isa Munayev, días antes de morir
Isa Munayev, días antes de morir
Sitiado en Chernújino cuando se gestaba la batalla final por Debaltsevo, el batallón Dzhokhar Dudayev vivió en febrero sus días más duros. Bajo el fuego de la artillería de las milicias –o de los rusos, como tanto insiste Marcin Mamon en The Intercept–, los soldados se vieron obligados a huir dejando atrás los cadáveres de sus compañeros caídos, algo contrario al código de honor checheno. Entre esos cuerpos que solo pudieron ser recuperados días después estaba el de Isa Munayev, comandante y fundador del batallón Dudayev, formado meses antes en Dinamarca y que debe su nombre al primer presidente de la Chechenia independiente que estos militantes reivindican.

Días antes de morir, al ser preguntado por qué luchaban junto a los batallones nacionalistas ucranianos unos combatientes chechenos que habían luchado junto al Estado Islámico y otros grupos islamistas, Isa Munayev aclaraba a The Intercept el motivo de su lucha: “No sé por qué luchan los demás, pero yo sé por qué lucho. Lucho por la libertad”. Ya entonces, a finales enero de 2015, Munayev posaba frente a una bandera roja y negra, tradicionalmente utilizada por OUN o UPA y que ahora acompaña al Praviy Sektor. Hoy, la fotografía de Isa Munayev se exhibe junto a la de los héroes locales caídos frente al ayuntamiento de Odessa.

Munayev e Ilyas Musayev, dos de los principales defensores de la línea de oposición radical a cualquier acuerdo con Rusia en Chechenia, habían formado en Dinamarca, donde ambos se instalaron tras la derrota en Chechenia, la asociación Свободный Кавказ (Cáucaso Libre). Apoyada por militantes daneses locales, el grupo ha tratado desde entonces de agrupar al movimiento político más radicalmente anti-ruso en toda la región y en los países del Cáucaso. El objetivo era movilizar a la diáspora chechena y a otros grupos aliados, en particular georgianos y azeríes. Los dos refugiados chechenos asumían el papel principal en la organización, con Isa Munayev como Presidente y Musayev como Jefe del Comité de Organización.

El conflicto ucraniano era la opción perfecta para reanudar la lucha armada por la libertad, en realidad la lucha contra el enemigo ruso. Cáucaso Libre fue también el origen del batallón Dudayev. Munayev se trasladó a Ucrania junto a media docena de combatientes, que fueron aumentando hasta llegar a formar el batallón Dudayev y, con posterioridad, el Sheikh Mansour. Curiosamente, Musayev otorga cierto crédito en la organización del batallón a Shamil Tanaka, un periodista japonés que ha llegado a aparecer en carteles de propaganda del Estado Islámico y que, en realidad, es la única prueba material de una posible relación entre los combatientes chechenos e ISIS.

Tras la muerte de Munayev, sustituido por su segundo, Adam Osmayev, de menor experiencia militar, educación británica y sin el apoyo generalizado que en el batallón sí tenía Munayev, el batallón Dzhokhar Dudayev ha ido perdiendo protagonismo a favor del más abiertamente religioso Sheikh Mansour, que desde entonces ha luchado junto al Praviy Sektor en el frente sur. Es ahí donde su líder se fotografió hace algunos meses junto a Dmitro Yarosh y donde ha afirmado, en varias entrevistas, contar con combatientes entrenados por el Estado Islámico. En realidad, no hay evidencia alguna de ello más allá de declaraciones que no pueden ser verificadas.
Cheberloevky y Yarosh, terminando de comer en alguna zona en el frente de Shirokino
Cheberloevky y Yarosh, terminando de comer en alguna zona en el frente de Shirokino
Muslim Cheberloevky, líder del Sheikh Mansour, no necesita ninguna formación de un grupo como ISIS, especialista del asesinato pero no de la forma de guerra que se practica en el este de Ucrania. Toda la formación militar básica que pudiera necesitar ya la adquirió, el que fue miembro de la Guardia Presidencia de Dudayev, en su época de miembro del Ejército de la URSS. A ello le añadió la experiencia de la guerra de guerrillas sin cuartel en una Chechenia en la que coincidiría a buen seguro con Isa Munayev.

“Mi primer y eterno enemigo es Rusia, así que nunca lucharé en Siria”, declaró hace más de un mes a VICE News. “No puedo dejar a mi enemigo personal por ellos. Si mi casa está ardiendo, no la abandonaré para luchar contra el fuego que veo en el horizonte. Aquí veo a mi enemigo y nadie me va a hacer creer que Rusia es otra cosa. Es muy simple para mí”.

Su lucha, como la de Munayev, está clara y dirigida a un enemigo concreto, al que seguirá persiguiendo allá donde esté, ya sea en Abjasia, Osetia del Sur, ahora en Donbass y quizá en el futuro en Siria, donde la prensa trata de convencernos ahora de que se prepara otro desembarco ruso.

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