lunes, 7 de septiembre de 2015

Alrededor del Dniéster: la liquidación del pueblo judío

Después de su nacimiento en la cara norte de los Cárpatos ucranianos, una zona polaca hasta hace no tanto, el río Dniéster ejerce de frontera natural entre Moldavia y Ucrania y de eje central de Transnistria, República independiente pero no reconocida siquiera por su principal defensor, Rusia, cuyos soldados se pasean tranquilamente mostrando su bandera y su insignia MC, fuerzas de paz. Tras algo más de 1.300 kilómetros de recorrido, el Dniéster desemboca en Ucrania, en los alrededores de Odessa, una ciudad que nació rusa y creció soviética, donde los nacionalistas ucranianos intentan ahora hacerse fuertes.

Pasado y presente convulsos de la historia europea convergen en esta reducida franja de tierra, donde aún resuenan las fatales consecuencias de la segunda Guerra Mundial, la victoria y posterior derrota de la Unión Soviética, el ascenso al poder de los nacionalismos anticomunistas, la lucha entre Occidente y Rusia por la hegemonía y los conflictos entre culturas y, quizás, civilizaciones. Como ya ha mostrado la crisis entre Transnistria y Moldavia, o la dinámica de la Ucrania nacionalista que busca imponer por la fuerza su visión del mundo tras los acontecimientos de Maidan, el futuro de la zona está abierto, aún por decidir.

Los idílicos paisajes de los Cárpatos, la monumentalidad de ciudades como Odessa o Lviv pueden llevar a engaño. Al igual que lo hace la tranquilidad de las pequeñas ciudades de aspecto austro-húngaro como Chernivtsi o Mukachevo en Ucrania o Baia Mare en Rumanía, a escasos kilómetros pero al otro lado de una de las muchas fronteras de esta zona dominada por el contrabando. En estos lugares, la hipocresía del presente y los crímenes y la destrucción del pasado aparecen inevitablemente al tratar de conocer la historia, pese a los intentos de los respectivos gobiernos por ocultar o reescribir los hechos.


De Bender a Odessa, el Holocausto de los judíos de Transnistria

Entre las muestras de esa destrucción, nada parece más inexorable que la liquidación casi total de la población judía de las zonas cercanas al valle del río Dniéster. Y no hay nada menos discutible que la responsabilidad última en este resultado de los nacionalismos antisoviéticos, que tienden a escudarse tras la represión estalinista para justificar sus actos.

La Transnistria moderna es el último territorio en el que los símbolos y la organización del periodo soviético no sólo se resisten a desaparecer sino que siguen aspirando a inspirar el funcionamiento del estado y la vida diaria de la población. Este territorio rebelde, desgajado de la Moldavia pro-rumana y pro-occidental, es también un punto de referencia en la historia de la población judía en el siglo XX, especialmente si se entiende tal y como lo hacían sus fuerzas de ocupación en la Segunda Guerra Mundial, cuando le territorio se extendía hasta el puerto de Odessa.

En 1918, acabada la Primera Guerra Mundial, la región de Besarabia, que hoy conforma la mayor parte de Moldavia, entonces parte de la Rusia zarista, es incorporada al Reino de Rumanía. La incorporación llega a todas las localidades de la ribera occidental del río Dniéster que hoy forman parte de Transnistria, Bender entre ellas. Sólo la margen oriental del río queda en poder de la Unión Soviética, que la integra en la República Socialista Soviética de Ucrania.

Aprovechándose de su pacto de no agresión con la Alemania de Hitler, en el verano de 1940 la URSS se anexiona Besarabia. La radicalización nacionalista que acompaña la pérdida de este territorio, así como de otros incorporados a Bulgaria o Hungría, como la Transilvania, facilita la llegada al poder en septiembre de ese año del General Ion Antonescu y de su aliada antisemita, la Guardia de Hierro y sus legionarios.

En 1941, Rumanía participa de la agresión de la Alemania nazi contra la Unión Soviética. En el sudeste del país, esto se traduce en una ofensiva militar que pretende no sólo recuperar el territorio de Besarabia sino extender la presencia rumana en la orilla oriental del Dniéster. Tomado gran parte del territorio en agosto de 1941, el día 30 de ese mes, el general de la Wehrmacht Arthur Hauffe y el general rumano Nicolae Tataranu firman el llamado Acuerdo de Tighina (Bender), garantizando a Rumanía el control de Besarabia y de la parte de la Ucrania soviética a la que se asigna el nombre de Transnistria, una amplia franja de territorio que se extendía hasta Odessa.

La toma de Besarabia y Transnistria viene acompañada de una agresiva y criminal actuación contra el liderazgo soviético y las comunidades gitana y judía residentes en estas zonas. Entre julio y agosto de 1941, miembros de la Wehrmacht y del Einsatzgruppe D de las SS, junto a comandos especiales y unidades de policía rumanas, asesinan a decenas de miles de judíos de la región, alrededor de tres cuartas partes de la población previa a la guerra, quedándose con todas sus propiedades. En casos como el de Chisinau, actual capital de Moldavia, una parte de la población local participa en las masacres.

Las matanzas y pogromos siguen pautas similares en toda la zona de Besarabia y posteriormente en Transnistria. Se producen asesinatos masivos de población judía durante las primeras semanas de ocupación, entre junio y julio de 1941, seguidos por fusilamientos más ocasionales a cargo de las fuerzas alemanas hasta el final de ese verano. Estos nuevos actos de terror se justifican como represalias por supuestas acciones contra las fuerzas ocupantes.

????????????????????????????????????Junto a un destruido y abandonado hotel soviético a orillas del río Dniéster, un memorial judío recuerda las masacres del verano de 1941 en la ciudad de Bender, ocupada por las fuerzas conjuntas rumano-alemanas en agosto de 1941. En aquel mes, el Sonderkommando 11b del Einsatzgruppe D de las SS, un escuadrón de ejecución itinerante subordinado a Bruno Müller, instala sus cuarteles en la ciudad. La unidad empieza de forma inmediata a perseguir a la población judía. Esa misma semana, y antes de tomar el camino hacia Odessa, miembros del comando matan a alrededor de 155 de los judíos capturados, incluidos mujeres y niños.

Según Christian Ingrao, acciones como las de Bender trataban de poner en marcha el nuevo plan de exterminio de los judíos orientales, un plan que preveía la concentración de todos los judíos de Bukovina y Besarabia en guetos y campos de Transnistria, previa a su completa liquidación a manos alemanas. Para dar ejemplo a sus soldados, en la nueva política de completa aniquilación de este grupo nacional, Ingrao sostiene que Müller habría mostrado el camino, ejecutado personalmente a una mujer y a su bebé.
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Erigido en 2003 por la comunidad judía, el memorial a la víctimas del Holocausto de Bender recuerda estos hechos y el destino fatal de los judíos de la localidad. El monumento contiene una inscripción en ruso que dice: “No todas las víctimas del Nazismo eran Judías, pero todos los Judíos fueron víctimas del Nazismo”. A un lado del monumento central, una placa conmemorativa señala: “En memoria de los habitantes de Bender de nacionalidad judía, fusilados y torturados, que no vivieron hasta el día de la Victoria en la Gran Guerra Patria 1941-1945”.

Poco se sabe del recorrido de la población judía de Bender más allá de su trágico final. Pero todo indica que los judíos deportados de Bender por las fuerzas rumano-alemanas podrían haber encontrado ese destino final en Dubasari, una ciudad de la Transnistria actual al norte de Tiraspol. En esa pequeña localidad, en el lugar en el que en 1941 fueron asesinados al menos 18.000 personas, en su mayoría judíos, se encuentra uno de los principales monumentos históricos que rememoran el terrible destino de la población judía de esta zona de Europa.

Una sencilla estatua de un soldado soviético atendiendo a un niño y una niña preside el recinto, dedicado oficialmente a las víctimas del fascismo. Enfrente, una larga hilera de filas, fosas comunes en las que eran enterradas, según caían, las víctimas de los tiroteos. En unos nichos laterales, diversas placas de mármol contienen los nombres y el número de muertos de algunas de las familias ahí enterradas.

El memorial de Dubasari es el centro de una doble tragedia. Es, por una parte, el lugar en el que descansa la población judía que residía en 1941 en la ciudad. Ahí están enterrados los alrededor de 4.000 judíos de Dubasari y de las áreas cercanas asesinados en septiembre de 1941 por el Einsatzkommando 12b, al mando de Max Drexel, tras la toma de la Transnistria por las fuerzas rumano-alemanas.

La llegada de los nuevos ocupantes fuerza a la población judía de Dubasari y de sus alrededores a concentrarse en un gueto guardado por unidades rumanas. A primeros de septiembre de 1941, Drexel ordena al líder de la comunidad judía excavar fosas fuera de la ciudad, con la excusa de preparar el almacenamiento de provisiones para el invierno. Drexel y sus hombres ya habían calculado la cantidad de fosas necesarias, así como sus dimensiones, incluyendo la profundidad necesaria para ocultar los cuerpos.
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Dubasari, Transnistria. Monumento en memoria a las 18.000 personas asesinadas frente a las fosas comunes donde se produjeron las ejecuciones masivas


En la madrugada del día 12 de septiembre de 1941, los miembros de los cuerpos de ejecución alemanes, la policía rumana y otros colaboradores reúnen de manera forzosa a los 2.500 judíos de Dubasari en las instalaciones de una fábrica de tabaco cercana a las fosas preparadas. Los miembros del Einsatzkommando llevan primero a los hombres a las fosas antes de ser fusilados por la espalda. Los alemanes siguen luego el mismo ritual con las mujeres y los niños. Dos días más tarde, los hombres de las SS matan a otros 2.000 judíos de los pueblos cercanos, utilizando las mismas fosas.

Según explica el encargado de mantener el monumento y la memoria de la comunidad local, toda la población judía de la ciudad fue asesinada en apenas tres días, a excepción de un niño, escondido entre los muertos hasta que el anochecer le permitiera huir, primero a Odessa y después a Rusia. Se dice también que ese niño regresó, años después, junto al Ejército Rojo para liberar el pueblo de la ocupación nazi. Hoy está enterrado como un héroe en el cementerio judío de Dubasari.

Pero Dubasari es también el lugar donde posteriormente confluye una gran parte de la población judía de Besarabia y Transnistria residente en un radio de aproximadamente 100 kilómetros. Es probable que llegaran a la ciudad, donde posteriormente serían exterminados, tras haber sobrevivido a la llegada de las fuerzas rumano-germanas en ciudades como Chisinau, Ribnita o Bender. En total, un grupo de alrededor de 13 o 14.000 personas más.

Las matanzas de Dubasari son el reflejo de una acción planificada previamente. Los supervivientes de las matanzas y pogromos judíos del periodo situado entre junio y agosto de 1941 son concentrados en guetos o campos de concentración en las principales ciudades de Besarabia y de la Transnistria ocupadas donde muchos morirían de hambre y enfermedad. A partir del 15 de septiembre, los supervivientes son deportados por las autoridades rumanas al otro lado del Dniéster, a la Transnistria ucraniana, junto a prisioneros políticos acusados de haber colaborado con las autoridades soviéticas y población gitana. El objetivo: proceder a una rápida ejecución como la de Dubasari.

La acción antisemita de las nuevas fuerzas de ocupación se extiende, en la nueva Transnistria rumana, hasta Odessa. Después de varias semanas de asedio, las tropas alemanas, entre ellas el Sonderkommando 11b de Bruno Müller, y sus aliadas rumanas toman la ciudad el 16 de octubre de 1941. A partir de entonces Odessa se convierte en la capital de la región de Transnistria controlada por Rumanía.

En Odessa la voluntad de exterminio de la coalición rumano-alemana llega al paroxismo, acabando con la mayor parte de la población judía que se había quedado en la ciudad, entre 80.000 y 100.000 personas. En las diversas matanzas, solo varía el número de víctimas. Se mantiene la fórmula de actuación seguida en ciudades como Chisinau o Bender: entrada violenta inicial, actos masivos de represalia, concentración en guetos y deportación para el exterminio final.

A finales de 1941, todos los residentes del gueto de Odessa son deportados y asesinados en el campamento Bogdanovka, situado en la actual Bohdanivka ucraniana, 170 kilómetros al noreste de Odessa. La acción corre a cargo de la policía rumana y colaboradores locales de etnia alemana y ucraniana. Sólo 50 judíos sobreviven al campo Bogdanovka.
Monumento de la comunidad judía en recuerdo a los más de 136.000 judíos que pasaron por el gueto de Lviv
Monumento de la comunidad judía en recuerdo a los más de 136.000 judíos que pasaron por el gueto de Lviv
La liquidación de los judíos del Occidente ucraniano

Aunque varían sus protagonistas locales, en el resto de la zona occidental de Ucrania que bordea la cuenca del río Dniéster las actuaciones desarrolladas contra la población judía siguen las mismas pautas que las observadas en Besarabia y Transnistria.

Los rasgos observados en la Transnistria ucraniana del periodo de la Segunda Guerra Mundial están así presentes en Vinnitsa, Chernivtsi, Ivano-Frankivsk (la antigua Stanislawow polaca) o Lviv. Las mismas matanzas iniciales y los frecuentes asesinatos de masa posteriores, presentados acciones de represalia frente a la resistencia, se reproducen en todos los casos entre julio y octubre de 1941. A ello sigue la concentración en guetos y campos de trabajo antes de proceder a la liquidación final del colectivo.

La concentración en un único punto central para la liquidación masiva de población judía de los alrededores, y que caracteriza a Dubasari, está también presente 300 kilómetros al noroeste en la localidad ucraniana de Kamianets-Podilskyi, justo en la frontera norte de lo que era la Transnistria rumana. Tras la toma de la ciudad por fuerzas húngaras y alemanas, la ejecución de Kamianets-Podilskyi es planificada por el jefe de policía alemán a cargo de la zona, Friedrich Jeckeln, y antecede a la de Dubasari.

En agosto de 1941, toda la población judía de Kamianets-Podilskyi es asesinada en una forma muy similar a la que luego se aplicaría en Dubasari: un tiro en la nuca a una población de hombres, mujeres y niños, colocada de frente a las fosas que habían sido cavadas para ellos. La matanza se extiende a población procedente de zonas alejadas de la ciudad, en particular la población judía deportada de Hungría en aplicación de las leyes antisemitas aprobadas en ese país y que, por entonces, afectaban a las numerosas personas no pudieron acreditar una presencia continuada en el país y la nacionalidad.

Las circunstancias y el número de víctimas de la operación de asesinato en masa de Kamianets-Podilskyi no tenían precedentes. Para muchos historiadores del Holocausto, marcan la transición hacia el asesinato sistemático de los judíos europeos que también se haría realidad en la Transnistria tomada por las fuerzas rumano-alemanas.

La historia no es muy diferente en el territorio ucraniano cercano al Dniéster que perteneció hasta 1939 a Polonia. En septiembre de ese año, parte del este de Polonia, incluyendo el área de Lviv y la actual Ivano-Frankivsk, es incorporado a la URSS. El ataque alemán de 1941 contra la Unión Soviética se centra inicialmente en esas regiones. Acusada de apoyar al poder soviético, la población judía se encuentra en el punto de mira desde un principio.

En paralelo a la acción desarrollada más al sur del Dniéster por las autoridades rumanas, en las regiones de Lviv e Ivano-Frankivsk, los Einsatzgruppen y las unidades ucranianas aliadas, vinculadas en general a la Organización de Ucranianos Nacionalistas (OUN), organizan asesinatos en masa de población judía.

Monumento en memoria a los ciudadanos de origen polaco asesinados en la zona de Ivano-Frankivsk.
Monumento en memoria a los ciudadanos de origen polaco
asesinados en la zona de Ivano-Frankivsk.
Acusada de colaborar con las fuerzas comunistas que liquidaron, durante el avance alemán, a los presos pro-nacionalistas ucranianos en las prisiones de la ciudad, en Lviv la población judía es objeto de un primer pogromo en los días siguientes a la llegada de las fuerzas alemanas a la ciudad, el 30 de junio de 1941. Como en Dubasari, la nueva policía local, en este caso compuesta en gran medida por miembros de la OUN, se encarga de localizar y concentrar a una población que sería fusilada por los miembros del ejército nazi. Durante los primeros cuatro días de la ocupación, los Einsatzgruppen y nacionalistas ucranianos asesinan a alrededor de 4.000 judíos de la localidad. Justificados en el caso de Lviv por matanzas previas a cargo de los soviéticos, el contexto de la acción nazi y de sus aliados muestra que se enmarcaban en un proyecto de liquidación previamente determinado.

En Lviv e Ivano-Frankivsk, la acción asesina se extiende a población ucraniana no judía y no nacionalista. Pronto, la UPA (el Ejército Insurgente Ucraniano) se embarca en una acción paralela contra los Soviets y la población polaca en el oeste de Ucrania. Alrededor de 100.000 polacos morirían como consecuencia de esta actuación. La UPA continuaría su campaña contra la URSS hasta mediados de los años 50. Durante años, celebrarían sus congresos y publicarían su propaganda en Estados Unidos. Las nuevas leyes aprobadas por el parlamento ucraniano en abril de 2015, hacen de los miembros de organizaciones como OUN y UPA luchadores por la libertad y héroes de Ucrania.

Al igual que en las localidades de la Transnistria rumana, la práctica totalidad de la población judía de ciudades como Stanislawow o Lviv estaba llamada a desaparecer. Un monumento situado a la entrada de lo que fue el gueto de Lviv recuerda que aquella ciudad se convirtió en el “camino a la muerte de 136.800 judíos” residentes durante el periodo 1941-1944 en Lviv y en las zonas cercanas, alrededor de un tercio de la población local. Así lo indica la placa a la derecha de la puerta de entrada al monumento que conmemora el Holocausto en Lviv, en lo que fue la entrada al gueto de esa ciudad. La placa señala también el carácter nazi-fascista de los ocupantes de Lviv pero no se atreve a mencionar de forma explícita la complicidad de los nacionalistas ucranianos. Y ahí no hay ni rastro de las grandes coronas de flores azules y amarillas que sí adornan los demás monumentos de la ciudad.

Uno de los rasgos peculiares del destino de la población judía en Lviv fue el campo de trabajo de Janowska. En septiembre de 1941, un comando SS dirigido por Wolfgang Mohwinkel se hace cargo de las instalaciones de la fábrica en la calle Janowska, organizando una actividad de producción para abastecer a las tropas alemanas. Las fábricas fueron luego ampliadas y pasaron a ser administradas por el Deutsche Ausrüstungswerke (DAW, Obras de armamento alemanas), una empresa vinculada a las SS. A las órdenes de las SS, la población judía de Lviv se vio obligada a realizar trabajos forzados en estas fábricas. Los no aptos para el trabajo fueron fusilados en las colinas de arena que están situadas al norte del campamento, denominadas Piaski (Arenas en polaco) por la población interna en el campo.

A partir de marzo de 1942, Janowska también funcionó como un campo de tránsito de los judíos del gueto de Lviv, o de aquellos que ya no eran declarados aptos para el trabajo, hacia el campo de exterminio de Belzec, un final que también sellaba el destino de la población judía del área de la actual Ivano-Frankivsk. Ante los avances del Ejército Rojo, Janowska cerró sus puertas el 19 de julio 1944. Un monumento de piedra, en muy mal estado de conservación, conmemora a las víctimas judías de este campo de trabajos forzados. Se estima que alrededor de 50.000 judíos perecieron en el campamento, asesinados o a consecuencia del hambre, las enfermedades o el agotamiento.
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No corrió mejor suerte la población judía de lo que hoy es la Transcapartia ucraniana y de la vecina región rumana de Maramures, un territorio de población de diversas nacionalidades y frecuentes cambios de pertenencia estatal. En Ucrania, la suerte de esta población, entonces bajo soberanía húngara, puede entreverse en una pequeña sala del Zamok (castillo) de Mukachevo; en la región vecina de Maramures, en Rumanía, el museo Wiesel de Sighetu-Marmatiei (Sighet) aporta algunos datos sobre ella.

En esta zona de pequeñas ciudades heredadas del Imperio Austro-Húngaro, como Mukachevo, Sighetu-Marmatiei o Baia Mare, la mayoría la población judía quedó al margen de la persecución violenta hasta la invasión de Hungria por la Wehrmacht en 1944, con la única excepción de los deportados a Kamianets-Podilskyi, donde serían asesinados en masa por no poder acreditar la nacionalidad húngara.

En 1944, sin embargo, se inicia el proceso de solución final, con la concentración final en guetos y la posterior deportación de toda la población judía hacia Auschwitz-Birkenau donde casi toda ella sería asesinada. La mayoría de esta población muere en las cámaras de gas apenas llegada a Auschwitz. Sólo algunas personas, asignadas a trabajos forzados, como Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz 1986, conseguirían sobrevivir. Su número es desconocido pero en todo caso pequeño.

Lista de las más de 8.000 personas de lazona de Mukachevo deportadas a campos de concentración nazis.
Lista de las más de 8.000 personas de lazona de Mukachevo
deportadas a campos de concentración nazis.
Algunas cifras presentadas en el Museo Elie Wiesel de Sighetu Marmatiei (Sighet en alemán) muestran la forma en que desapareció la población judía local, con un descenso del 90% en el volumen de esta población en las localidades de Maramures tras el final de la guerra. En los años posteriores a la caída de Ceaucescu, después de que la mayoría de los que habían sobrevivido llegaran a Israel, apenas quedaban 58 judíos en esta zona. La soledad e inutilidad de la enorme sinagoga de Baia Mare, cerrada y abandonada, revela la suerte de esta comunidad en la Transilvania hoy rumana.

En Mukachevo, en la actual Ucrania, el recuerdo de esta población deja lugar a algunas imágenes conmemorativas algo extravagantes. En un edificio en el centro de la ciudad, donde se situaba la entrada al gueto en 1944, hay dos placas. Una de ellas, inaugurada en 2013 recuerda al diplomático sueco Raoul Wallenberg que salvó la vida de miles de judíos en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial. No consta sin embargo que tuviera relación alguna con el destino de la población judía de Mukachevo. La otra, de 1994 con inscripciones en ucraniano y hebreo dice: “Aquí se inició en 1944 el viaje mortal de miles de judíos hacia lo desconocido“.

Esos miles de personas no cuentan en Mukachevo con un monumento como el que se ha erigido en memoria de 149 personas, la mayoría de ellas de origen húngaro, represaliadas en 1944 por la URSS tras la liberación de Transcarpatia. En alemán, ucraniano y húngaro, el monumento denuncia la represión estalinista.

Sólo en la pequeña y poco visitada sala del castillo de Mukachevo puede leerse la lista de los 8.000 judíos de la zona enviados a la muerte en los campos de concentración nazis y verse las fotografías de la deportación masiva de esa población local. Su destino nunca fue en realidad desconocido. Fue simplemente ignorado, igual que lo sigue siendo hoy en día. Tan ignorado que, a uno de los nuevos héroes de Ucrania, un soldado vestido de camuflaje y con la inconfundible camiseta de rayas azules y blancas, se le cambia la cara al entrar a la pequeña sala judía del Zamok. Y con desprecio arrastra a su novia fuera de la sala nada más comprender que se encuentra en un lugar de homenaje a las víctimas del Holocausto.

Estas muestras de desprecio no son sólo actos personales, reflejan un estado de ánimo que trata de negar toda responsabilidad nacional con los hechos del pasado. La constante y explícita denuncia de la maldad comunista en el Museo de la Resistencia de Sighet o en el monumento antiestalinista de Mukachevo contrasta con la total ocultación de la complicidad local con los verdugos nazis, asesinos de miles de personas, y de un trato a los culpables que no se correspondió con la gravedad de sus acciones. Los guardias locales que llevaron a los judíos de Dubasari a la muerte volvieron tras cumplir su condena en prisiones de la URSS y los dirigentes de los Einsatzgruppen nazis en la región, como Bruno Müller, apenas pasaron tiempo en las cárceles alemanas.

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