viernes, 7 de agosto de 2015

Parubiy y la Operación Krajina

En búsqueda de un acuerdo definitivo, las distintas partes del conflicto del Donbass continúan en la actualidad en desarrollar los principales puntos del acuerdo de Minsk. Las negociaciones resultarán sin duda difíciles, teniendo en cuenta que ni siquiera se han consolidado los puntos del acuerdo de Minsk relativos a la retirada de armamento de la línea del frente. El aumento de la intensidad de los bombardeos de algunas zonas del frente, Gorlovka y áreas de Donetsk
principalmente, así lo confirman. La negativa ucraniana a firmar el acuerdo de retirada de armamento a 30 kilómetros del frente recuerda también que su posición está resultando intransigente en este punto, lo que pone en tela de juicio las intenciones reales del régimen de Kiev.

La idea de que el gobierno de Ucrania está lejos de desear una salida negociada parece cada vez más evidente y no son precisamente las últimas declaraciones de algunos miembros del establishment ucraniano las que añadan algo de confianza respecto a la viabilidad de una solución pacífica y pactada respecto al conflicto en las regiones de Donetsk y de Lugansk. Estos días, Andriy Parubiy ha recuperado el modelo aplicado por Croacia en la región de Krajina como vía de solución al conflicto de Donbass. El planteamiento de Parubiy sigue una línea de análisis que otros miembros vinculados al régimen de Kiev ya habían adelantado con anterioridad, en particular Yuriy Lutsenko.

Según una noticia del 3 de agosto recogida por la agencia Regum, el gobierno de Kiev estaría considerando un escenario en el que las dos Repúblicas rebeldes de Donbass – la RPD y la RPL – sufran el mismo destino que la República Serbia de Krajina, entidad que dejó de existir como consecuencia de la ofensiva relámpago preparada en 1995 por el ejército croata, orientada a retomar el conjunto del territorio del Estado de Croacia. El presente mes de agosto marca precisamente el 20 aniversario de esta actuación militar que llevó aparejada la muerte de 1.196 civiles y el exilio de entre 200.000 y 250.000 miembros de la comunidad serbia de Krajina. La operación se considera en Serbia el mayor ejemplo de limpieza étnica en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Tanto en este país como en la República Srpska de Bosnia, el 5 de agosto, día de la toma de Knin, capital serbia de la Krajina, es un día de recuerdo para el pueblo serbio.

La noticia de Regnum se basa en las declaraciones realizadas a la televisión ucraniana por Andriy Parubiy, vicepresidente del Parlamento ucraniano, la Rada, y uno de los principales organizadores y referentes de la extrema derecha ucraniana. Aunque en la actualidad sin responsabilidades ejecutivas, los movimientos de Parubiy son significativos. Él fue el encargado de buscar apoyo militar y formativo a primeros de año para reforzar el papel del ejército ucraniano en Estados Unidos y Canadá.

En esas declaraciones, Parubiy menciona algunos aspectos relevantes. En primer lugar, destaca las grandes similitudes entre la Krajina y las regiones del Donbass, en especial en lo relativo a la demanda de una fuerte autonomía por parte de las zonas rebeldes.

En segundo lugar, Parubiy señala que en apenas unos días, el desarrollo de las Operaciones Relámpago (Flash) y Tormenta (Storm) permitieron resolver lo que había sido imposible en los años previos: recuperar por completo el territorio y liquidar de un plumazo la autonomía serbia, tanto la existente de facto sobre el terreno como la jurídica a la que se había comprometido Croacia. Para ello, según Parubiy se necesita tiempo para preparar al ejército y equiparlo de forma que sea posible pasar en algún momento a la ofensiva. También se necesita tiempo, como le señala los socios internacionales, para que las sanciones económicas debiliten a la Rusia de Putin y eviten que pueda mantener su apoyo a los rebeldes del Donbass. En esa línea deben situarse las recomendaciones del General Wesley Clark que en abril señalaba que los soldados ucranianos necesitaban formación para incrementar su capacidad de combate para poder afrontar misiones como las realizadas en su momento por el ejército de Croacia.

La cuestión es si Putin acabará siendo un político derrotado como Milosevic y Rusia un país vencido como lo fue, de la Krajina a Kosovo, la Serbia posterior a la muerte de Tito y de Yugoslavia. Pero todo parece indicar que, más allá de los intentos de los negociadores de buena fe que desean y buscan la paz, los halcones ucranianos sólo tienen un objetivo real: lanzar cuanto antes la tormenta final.

Esta estrategia revela el interés por el control total y exclusivo del poder en Ucrania, un control que requiere una oposición frontal a cualquier planteamiento de reforma para el Donbass. Para conseguir ese fin, cualquier medio es posible. La destrucción y la limpieza étnica que llevó aparejada la acción del ejército croata de 1995 deberían servir de aviso para cualquier político prudente y respetuoso de los valores de la democracia, entre los que debería encontrarse el derecho a la autonomía política de las minorías.

Pero es obvio que ni Parubiy ni muchos otros de sus compañeros de aventura comparten esos valores. La historia reciente de los conflictos territoriales en Europa muestra también que gran parte de la llamada comunidad internacional tampoco comparte la existencia del derecho a la autonomía política. A pesar del cambio de actitud que supone el compromiso de Francia o Alemania con la línea Minsk, más propensa a esta aproximación, Estados Unidos lidera el campo de los que limitan cualquier avance a propuestas de mera autonomía local, en línea con el Plan Ahtisaari.

Poco puede esperarse, por tanto, de unas autoridades ucranianas que saben que cuentan con el apoyo de los países de Norteamérica a su línea dura. No ofrecerán otra cosa que autonomía local, derechos culturales básicos y formas temporales de estatus especiales. Su concepción unitarista de la organización del Estado es incompatible con la necesaria reforma de la distribución del poder entre los distintos territorios de lo que ha sido hasta hoy Ucrania.

La duda es si los políticos de Kiev serán capaces de mantener al menos una cierta prudencia. Porque no todas las circunstancias son iguales a las de la Krajina y ello podría convertir la campaña llamada a conseguir la victoria total en el principio del fin para las aspiraciones de los señores de la guerra ucranianos. Porque el modelo Krajina no agota todos los escenarios. También son posibles los conocidos en Transnistria, Osetia del Sur o Abjasia.

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