miércoles, 22 de julio de 2015

Las consecuencias sociales del extremismo político en Ucrania

Hace algunos días, analizábamos las consecuencias que había tenido para Ucrania la desaparición de la economía soviética, en especial en su dimensión industrial. El análisis adelantaba también las consecuencias negativas del proceso de desestabilización social y económica asociado a los acontecimientos de Maidan.

El seguimiento del barómetro de TNS Global sobre la situación social en Ucrania aporta información más concreta sobre los aspectos señalados. En lo relativo a la incapacidad de ese Estado por garantizar un mínimo de bienestar a su población tras la caída de la Unión Soviética, llama la atención que entre un 96 y un 97% de la población carece todavía en la actualidad de la posibilidad de acceder a bienes que conforman el marco de bienestar de los países occidentales, ya se trate del acceso a un coche o a los grandes electrodomésticos habituales en los hogares de esos países.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de TNS Global. Los datos no incluyen a Crimea o Donbass
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de TNS Global. Los datos no incluyen a Crimea o Donbass
El dato más llamativo, sin embargo, es el rápido deterioro social que está experimentando la población del país. En lo relativo a indicadores de bienestar, se observa en este sentido que aumenta de un 77% en abril de 2013 a un 86% la proporción de personas que carecen de recursos para comprar grandes electrodomésticos. El porcentaje de personas que pueden permitirse este tipo de lujos, pero no un coche, se reduce de cifras cercanas o superiores al 20% en 2013 o 2014, antes del acceso al poder del nacionalismo radical, a un 11% en enero de 2015. En la actualidad, apenas un 2% de la población dispone de ingresos para comprar todo tipo de productos en Ucrania.

Sin embargo, el principal problema social del país tiene un componente mucho más grave, con un notable incremento de los indicadores asociados a la pobreza, incluidos los que reflejan el impacto de sus formas más extremas. El dato más llamativo es que, entre febrero de 2014, en pleno apogeo del levantamiento nacionalista en Ucrania, y enero de 2015 aumenta en 16 puntos el porcentaje de población con dificultades para cubrir las necesidades básicas. En abril de 2013, un 20% de los habitantes de Ucrania señalaba algún problema para hacer frente a las necesidades de vestido y alimentación, proporción que apenas había subido al 23% en febrero de 2014. A primeros de 2015, sin embargo, el porcentaje de referencia había llegado al 39%. En esa fecha, por tanto, casi cuatro de cada diez ucranianos tenían problemas muy graves relacionados con la cobertura de las necesidades básicas.

Aumenta de forma llamativa, además, la proporción de personas con escasez de recursos para comprar simplemente comida. Situada en apenas un 1% en abril de 2013, con un 2% en febrero de 2014, el porcentaje de personas que no pueden acceder a sus necesidades de alimentación aumenta en enero de 2015 al 6%.

Aunque los países del Sur de Europa también han conocido un notable deterioro de sus condiciones de vida como consecuencia de la crisis financiera, en especial en el caso de Grecia, un aumento tan rápido e intenso de la población afectada por la pobreza resulta desconocido incluso en esos países.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de TNS Global. Los datos no incluyen a Crimea o Donbass
Fuente: Elaboración propia a partir de datos de TNS Global. Los datos no incluyen a Crimea o Donbass
Durante la reciente crisis en las relaciones entre la Unión Europea y Grecia, Petro Poroshenko y Arseniy Yatseniuk han tratado de acentuar las diferencias entre ese país y Ucrania, insistiendo en el papel colaborador del gobierno ucraniano con las instituciones europeas. Grecia y Ucrania comparten sin embargo un importante aspecto en común. Las políticas seguidas en ambos países reflejan con claridad la prioridad de los objetivos geopolíticos en Occidente y su básico desinterés por las consecuencias sociales de los duros programas de ajuste, propios de las terapias de choque, que en ellos se están aplicando.

Ucrania, en particular, está pagando las consecuencias de la caída de la producción económica, en especial en el pequeño sector industrial que consiguió superar la crisis post-soviética, y el fuerte incremento de los precios de la energía. Una inflación de más de dos dígitos, con un 60,9% en abril de 2015, está reduciendo prácticamente a la nada el ya de por sí bajo poder adquisitivo de la población ucraniana.

Pero poco parece importar esta circunstancia a los ideólogos que impulsan desde Occidente la actual política económica. Teniendo en cuenta las circunstancias de un país en el que apenas un 2% de la población puede considerarse próxima a los niveles de bienestar europeos, la actual apuesta por el gasto militar y la subida de precios básicos no puede sino ser asimilada a decisiones propias del extremismo político. Un extremismo que no parece prestar excesiva atención al bienestar de la ciudadanía ucraniana.

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