miércoles, 15 de julio de 2015

El caos de Victoria Nuland

Por Robert Parry.- Ahora que el ejército ucraniano se enfrenta a las milicias ultraderechistas y neo-nazis en el oeste y la violencia contra la población de etnia rusa continúa en el este, el disparate en que se ha convertido la política de la administración Obama en Ucrania es evidente incluso para quienes han tratado de ignorar los hechos. Es lo que también puede llamarse “el desastre causado por Victoria Nuland”.

La subsecretaria de Estados para Asuntos Europeos Victoria Nuland fue la cabeza pensante tras el cambio de régimen del 22 de febrero de 2014 en Ucrania, planeando el derrocamiento del presidente Viktor Yanukovich, que había sido elegido democráticamente, y convenciendo a la siempre ingenua prensa generalista de que el golpe no había sido un golpe sino una victoria para la democracia.

Para poder vender este último cambio de régimen dirigido por los neocon, era necesario maquillar sistemáticamente lo desagradable de quienes ejecutaron el golpe, especialmente el papel de neo-nazis y otros ultranacionalistas del Praviy Sektor. Para que funcionara la campaña de propaganda organizada por Estados Unidos, quienes ejecutaron el golpe debían llevar sombreros blancos, no camisas marrones.

Así que durante casi un año y medio, la prensa occidental, especialmente The New York Times y The Washington Post, ha retorcido su información con todo tipo de contorsiones para evitar admitir ante sus lectores que el nuevo régimen de Kiev estaba infiltrado por y dependía de militantes neo-nazis y ultranacionalistas ucranianos que deseaban una Ucrania con pureza de sangre, sin población de etnia rusa.

Cualquier mención a esta sórdida realidad era catalogada como “propaganda rusa” y cualquiera que tratara de destapar esta verdad incómoda era una “marioneta de Moscú”. No fue hasta el 7 de julio cuando el Times admitió la importancia de neo-nazis y otros ultranacionalistas en la guerra contra los rebeldes de etnia rusa en el este. El Times también informaba de que estas fuerzas de extrema derecha se habían unido a militantes islamistas. Algunos de estos yihadistas han sido calificados como “hermanos” del brutal Estado Islámico.

Aunque el Times buscaba enfocar esta extraordinaria alianza militar –milicias neo-nazis y yihadistas islámicos– como algo positivo, la realidad es que debió ser sorprendente para los lectores que hubieran dado por buena la propaganda occidental sobre las nobles fuerzas “a favor de la democracia” que resisten la malvada “agresión rusa”. Puede que el Times sintiera que ya no podía mantener oculta la incómoda realidad en Ucrania. Durante semanas, las milicias del Praviy Sektor y el batallón Azov han estado avisando al gobierno de Kiev de su intención de enfrentarse a él y crear un nuevo orden más de su gusto.

Enfrentamientos en el oeste

El sábado comenzaron los duros enfrentamientos en la ciudad de Mukachevo, al oeste del país, supuestamente causados por la lucha por el control de las rutas de contrabando de cigarrillos. Paramilitares del Praviy Sektor rociaron a la policía con balas con una ametralladora y la policía –apoyada por tropas del Gobierno– también respondió con fuego. Varias personas perdieron la vida o resultaron heridas. La tensión aumentó el lunes cuando el presidente Petro Poroshenko ordenó a seguridad nacional desarmar a las “células armadas” de los movimientos políticos. Mientras tanto, el Praviy Sektor enviaba refuerzos a la zona mientras otros militantes se reunían en Kiev, la capital.

Puede que el presidente Poroshenko y el líder del Praviy Sektor, Dmitro Yarosh, tengan éxito al contener estos recientes enfrentamientos, pero puede que solo estén posponiendo lo inevitable: un conflicto entre las autoridades apoyadas por Estados Unidos y los neo-nazis y otros militantes de extrema derecha que encabezaron el golpe del año pasado y que han estado en la primera línea del frente luchado contra los rebeldes de etnia rusa en el este.

La extrema derecha ucraniana sabe que ha llevado el peso de la guerra contra la población de etnia rusa y siente resentimiento por los políticos que viven en relativa seguridad y confort en Kiev. En marzo, Poroshenko cesó al matón oligarca Ihor Kolomoisky como gobernador de la provincia de Dnipropetrovsk, al sureste del país. Kolomoisky había sido el principal benefactor de las milicias del Praviy Sektor.

Así que se ha hecho evidente en Europa e incluso en Washington que la crisis ucraniana está fuera de control, lo que hace más difícil vender la narrativa preferida por el Departamento de Estado: que todo es culpa del presidente Putin.

Es difícil imaginar cómo Ucrania va a salir de esta espiral –una guerra con dos posibles frentes, en el este y en el oeste, además de una economía que se hunde. La Unión Europea, que se enfrenta a crisis presupuestarias en Grecia y en otros países miembros, tiene poco dinero y menos paciencia para Ucrania, sus neo-nazis y su caos sociopolítico.

Los neocon americanos de The Washington Post y otros medios aún insisten en la necesidad de que la administración Obama hunda más millones y millones de dólares en la Ucrania nacida del golpe porque comparte “nuestros valores”. Pero ese argumento también se colapsa cuando los estadounidenses ven el corazón del racismo nacionalista latiendo dentro del nuevo orden ucraniano.
Otro cambio de régimen neocon


Por supuesto, gran parte de lo sucedido no solo era previsible, sino que estaba previsto, pero la neocon Nuland no puedo resistir la tentación de ejecutar un cambio de régimen que podría calificar como suyo. Su marido (y archi-neocon) Robert Kagan cofundó el Project for the New American Century (Proyecto para el Nuevo Siglo Americano) en 1998 bajo la idea del cambio de régimen en Irak, proyecto completado en 2003 con la invasión del presidente George w. Bush.

Como Nuland en Ucrania, Kagan y sus colegas neocon pensaron que podrían ingeniar una sencilla invasión de Irak, derrocar a Saddam Hussein e instalar a un cliente elegido a dedo. En Irak, Amed Chalabi iba a ser “el hombre”. Pero fracasaron al no tener en cuenta la dura realidad de Irak, como las fisuras entre suníes y chiíes que sacó a relucir la invasión y ocupación liderada por Estados Unidos. En Ucrania, Nuland y sus amigos neocon y liberales intervencionistas vieron la oportunidad de incordiar a Vladimir Putin alentando violentas protestas contra el presidente pro-ruso Viktor Yanukovich y sustituirlo por un régimen hostil a Moscú.

Carl Gershman, el neocon presidente del National Endowment for Democracy (NED), financiado por los impuestos de los estadounidenses, explicó el plan en un artículo de opinión en el Post el 26 de septiembre de 2013. Gershman definía a Ucrania como “el primer premio” y paso más importante en el camino para derrocar a Putin, que “puede encontrarse en el lado de los perdedores, no solo en su patio trasero sino también en la propia Rusia”.

Nuland, por su parte, repartió galletas a los manifestantes anti-Yanukovich en la plaza de Maidan, recordó a los principales empresarios ucranianos que Estados Unidos había invertido $5.000 millones en sus “aspiraciones europeas”, declaró “que le jodan a la Unión Europea” [el famoso “fuck the EU”-Ed] por su enfoque menos agresivo y discutió con el embajador estadounidense Geoffrey Pyatt quién debería ser el nuevo líder de Ucrania. “Yats es el hombre”, dijo en referencia a Arseniy Yatseniuk.

Nuland vio su gran oportunidad el 20 de febrero de 2014, cuando un misterioso francotirador –que aparentemente disparó desde un edificio controlado por el Praviy Sektor– asesinó tanto a manifestantes como policías, intensificando la crisis. El 21 de febrero, en un desesperado intento por evitar más violencia, Yanukovich aceptó un plan garantizado por varias potencias europeas, con el que aceptaba reducir drásticamente sus poderes y convocar unas elecciones anticipadas tras las que habría sido derrotado por las urnas.

Pero eso no era suficiente para las fuerzas anti-Yanukovich, que lideradas por Praviy Sektor y milicias neo-nazis, arrasaron al Gobierno el 22 de febrero, obligando a Yanukovich y otros de sus altos cargos a huir para salvar sus vidas. Con matones armados patrullando los pasillos del poder, el final del camino hacia el “cambio de régimen” estaba despejado. En lugar de tratar de salvar el acuerdo del 21 de febrero, Nuland y los representantes europeos organizaron un procedimiento constitucional para apartar a Yanukovich de la presidencia y declarar legítimo al nuevo régimen. El hombre de Nuland, Yatseniuk, se convirtió en primer ministro.

Mientras Nuland y su corte neocon celebraban, su cambio de régimen provocó una obvia reacción de Putin, que reconoció la amenaza estratégica que este hostil nuevo régimen suponía para la histórica base naval rusa de Sebastopol, en Crimea. El 23 de febrero, comenzó a dar pasos para proteger esos intereses rusos.

Odio étnico
El golpe también reavivó antagonismos contenidos durante años entre la población de etnia ucraniana del oeste, incluyendo a aquellos que habían apoyado la invasión de la Unión Soviética de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, y la población de etnia rusa del sur y el este, que temían los sentimientos anti-rusos que llegaban de Kiev.

Primero en Crimea y después en la llamada región de Donbass, esa población de etnia rusa, que había sido la base política de Yanukovich, se resistió ante lo que veía como un derrocamiento ilegítimo de un presidente elegido democráticamente. Ambas regiones celebraron referendos buscando la separación de Ucrania, algo que Rusia aceptó en el caso de Crimea pero no en el de Donbass.

Cuando el régimen de Kiev anunció una “operación antiterrorista” contra Donbass y destinó a milicias neo-nazis y otros extremistas como punta de lanza, Moscú comenzó a asistir, en silencio, a los rebeldes de etnia rusa, algo que Nuland, la administración Obama y la prensa calificaron de “agresión rusa”.

En medio de la histeria sobre las supuestas “intenciones imperiales” rusas y con una completa demonización de Putin, el presidente Barack Obama autorizó lo que es, esencialmente, una nueva guerra fría y que se refleja ahora en la nueva estrategia militar estadounidense, que podría costar billones de dólares a los contribuyentes estadounidenses además de arriesgarse a una confrontación nuclear.

Pese a los extraordinarios costes y peligros, Nuland fracasó porque ignoró la realidad sobre el terreno, igual que su marido y otros neocon fracasaron en Irak. Aunque Nuland logró instalar a su elegido Yatseniuk y supervisó las demandas neoliberales del plan económico de Estados Unidos –rebaja de las pensiones, retirada de subsidios para el pago del gas y otros programas sociales–, el caos creado por su cambio de régimen ha transformado a Ucrania en un agujero negro financiero.

Sin grandes esperanzas de conseguir una victoria clara sobre la resistencia de la población de etnia rusa en el este, y con el aumento de la tensión con las milicias neo-nazis en relación a ese punto muerto en la guerra, las posibilidades de restablecer el sentido del orden en el país parecen remotas. El paro aumenta y el Gobierno está esencialmente en bancarrota.

La última esperanza de lograr cierta estabilidad puede haber sido el acuerdo de Minsk-2 firmado en febrero de 2015, que llamaba a un sistema federal que daría mayor autonomía a Donbass, pero Yatseniuk, primer ministro de Nuland, saboteó el acuerdo en marzo introduciendo una píldora envenenada que básicamente exigía la rendición rebelde.

El caos ucraniano amenaza ahora con acabar fuera de todo control con las milicias neo-nazis y otros grupos de extrema derecha –a los que se había garantizado un botín de armas para matar a población de etnia rusa en el este– amenazando con enfrentarse a las autoridades de Kiev. En otras palabras, los neocon han atacado de nuevo, soñando con una estrategia de cambio de régimen que ha ignorado realidades prácticas como las fisuras étnicas o religiosas. Y entonces, cuando fluyó la sangre y empeoró el sufrimiento, los neocon simplemente buscaron a alguien a quien culpar.

Parece improbable que Nuland, a quien algunos en Washington consideran una nueva estrella de la política exterior estadounidense, sea cesada por su peligrosa incompetencia, de la misma manera que gran parte de los neocon autores del desastre de Irak siguen siendo respetados expertos que trabajan para los grandes think tanks, disfrutan de los mejores espacios de las páginas de opinión y asesoran a los más altos niveles del Gobierno de Estados Unidos.

http://slavyangrad.es/

1 comentario:

  1. Esa vampira debe ser eliminada no pueden quedar impunes mataron tanta gente con sus intervenciones que lo único que queda es hacer venganza pura y dura no hay más

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