martes, 16 de junio de 2015

El papel de la prensa: la visita de Yatseniuk a Washington

Desde la caída del Gobierno del presidente Yanukovich, la mayor parte de los grandes medios de comunicación occidentales han optado por dar únicamente la visión ucraniana del conflicto. Un año después del inicio de la guerra en Donbass, los medios han renunciado, no solo a comprobar las afirmaciones del Gobierno, sino también a exigir de las autoridades más explicación que la que ellas mismos están dispuestos a dar. Robert Parry, uno de los periodistas que destaparon el escándalo Irán-Contra, analiza
la actitud del Washington Post, representativa de la labor de la prensa en este conflicto, ante la reciente visita de Yatseniuk a la redacción del medio.

Hubo un tiempo en el que la prensa estadounidense investigaba las aventuras imperiales de Estados Unidos en el extranjero, como los golpes de Estado patrocinados por Washington. Los periodistas también hacían preguntas difíciles a las autoridades implicadas en la corrupción, incluso si esas preguntas eran incómodas para la línea editorial elegida. Pero esos días han quedado atrás como el Washington Post ha vuelto a dejar claro esta semana.

El miércoles, el consejo editorial del Post tuvo la oportunidad de presionar al primer ministro ucraniano Arseny Yatseniuk sobre el papel de Estados Unidos en el golpe del 22 de febrero de 2014 que le llevó al puesto que ahora ocupa, tras ser seleccionado por la subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos, Victoria Nuland, que declaró que “Yats es el hombre” en una llamada telefónica interceptada antes del golpe.

¿No habría sido interesante preguntar a Yatseniuk sobre sus contactos previos al golpe de Estado con Nuland y con el embajador estadounidense Geoffrey Pyatt y el papel de estos a la hora de fomentar el “cambio de régimen” que derrocó al presidente electo Viktor Yanukovich y que empujó a Ucrania hacia una guerra civil? Desde luego, Yatseniuk podría haber tratado de evitar esas preguntas, ¿pero no es ese el papel que han de jugar los periodistas, preguntando al menos?

¿Y por qué no preguntar a Yatseniuk sobre la presencia de neo-nazis y radicales de extrema derecha que encabezaron el violento golpe de Estado y fueron después utilizados como tropas de choque en la “operación antiterrorista” ucraniana que ha masacrado a miles de personas de habla rusa en el este de Ucrania? ¿No habrían enriquecido la entrevista esas preguntas?

Ya que la ministra ucraniana de Finanzas Natalie Jaresko también estuvo presente en el consejo editorial, ¿no habría tenido sentido preguntar sobre cómo se enriqueció cuando dirigía para Ucrania un fondo de inversión de $150 millones financiados por los impuestos estadounidenses a lo largo de la última década? ¿Qué tipo de mensaje envía al pueblo ucraniano ese empleo anterior, ahora que se les exige apretarse el cinturón otra vez, con reducción de pensiones, de protección social a los trabajadores y la eliminación de los subsidios del gas?

¿Cómo justificaría Jaresko sus numerosas maniobras para incrementar su sueldo más allá del límite de $150.000 marcado por la Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID) o su decisión de silenciar a su exmarido cuando trató de filtrar algunos de sus actos? ¿No ayudaría a abrir los ojos sobre las complejidades de la crisis a los lectores del Post?

Pero, según lo que el Post decidió compartir con sus lectores, el consejo editorial simplemente decidió recoger lo que fuera que Yatseniuk y Jaresko quisieron decir. No hay indicación alguna de que se produjera ninguna pregunta comprometida o incluso un mínimo escepticismo sobre sus afirmaciones.

El jueves, el Post combinó una crónica sobre la visita con un editorial que básicamente repetía como hechos probados lo que Yatseniuk y Jaresko habían afirmado. Así que después de que Yatseniuk afirmara que había 10.000 soldados rusos en el territorio de Ucrania, los editorialistas del Post simplemente dieron ese número como hecho probado en su editorial de cabecera, que afirmaba: “Rusia ha desplegado unos 10.000 soldados al este de Ucrania que, con sus proxis locales, atacan a las fuerzas ucranianas prácticamente a diario”.

Aunque ambas afirmaciones son discutibles –con múltiples infracciones del alto el fuego como resultado de los asaltos de las fuerzas ucranianas en los alrededores del aeropuerto de Donetsk, bajo control de los rebeldes–, el Post no tuvo mayor interés en mostrar escepticismo alguno, probablemente a consecuencia de que jamás se exigió responsabilidad alguna al Post por su cobertura, igualmente parcial, anterior a la guerra de Irak.

En 2002-2003, el editor de la página editorial, Fred Hiatt, repitió como hecho que Saddam Hussein disponía de armas de destrucción masiva, justificando así la invasión liderada por Estados Unidos. Después de que nunca se encontraran esas armas de destrucción masiva, al ser preguntado por sus editoriales, Hiatt respondió:

“Si miras a los editoriales que escribimos antes de la guerra, afirmamos como hecho que había armas de destrucción masiva”, dijo Hiatt.”Si eso no es cierto, habría sido mejor no haberlo dicho”. [CJR, marzo/abril 2004]

Cierto, los periodistas no deben dar algo como hecho si no lo es –y cuando un ejecutivo de informativos revisa un error tan catastrófico, que contribuyó además a la muerte de casi 4.500 soldados estadounidenses y cientos de miles de iraquíes, sería de esperar que fuera despedido.

Pero Hiatt se mantiene en su puesto de editor de la sección editorial del Post y continúa impulsando los temas de la propaganda neoconservadora, incluyendo ahora igualmente parciales relatos de las peligrosas crisis en Ucrania, Siria y otros lugares.

En Ucrania, a pesar de los riesgos de que la estrategia de “tipo duro” contra Rusia, potencia nuclear, podría suponer la exterminación de la vida en el planeta, el Post se niega a presentar una información mínimamente imparcial. Y ahora parece que se niega también a hacer preguntas de interés informativo a los representantes ucranianos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Añade tu opinión sobre este artículo