domingo, 24 de mayo de 2015

Se puede acabar con un revolucionario, pero no se puede acabar con las ideas

La guerra es la mayor de las injusticias. No estamos en guerra contra los soldados. Quienes pagan, quienes utilizan a los medios de comunicación para poner a la gente la una contra la otra, son ellos contra los que tenemos que luchar
Aleksey Borisovich Mozgovoi
 Por Nahiasanzo.- Conocí la existencia de este hombre en abril de 2014, cuando comenzó a aparecer en las pantallas de televisión como uno de los líderes
de la rebelión de Lugansk. Rápidamente emergieron dos centros de poder en Lugansk: los grupos de Bolotov y Mozgovoi, con diferencias fundamentales entre ellos. Una vez finalizado nuestro programa humanitario para Sebastopol, aproximadamente en abril, y tras recibir una carta de agradecimiento de Alexei Chaly, comenzamos a reorientar nuestro trabajo hacia Donbass. Inmediatamente resultó obvio que tendríamos que elegir entre trabajar con Bolotov y trabajar con Mozgovoi. Elegimos a Mozgovoi y nunca nos arrepentimos. Tuvimos la oportunidad de establecer contacto y comenzar a trabajar, aunque esto no duró mucho tiempo, ya que Mozgovoi abandonó Lugansk para ir hacia el oeste. Entonces seguimos trabajando con Batman, Leshy y otros comandantes.

Nuestra colaboración se reanudó en verano, cuando comenzamos a transportar cargamento humanitario a las ciudades bajo jurisdicción de Mozgovoi. Llegó a visitar nuestros almacenes, aunque durante mucho tiempo nuestros caminos no llegaron a cruzarse. Lo conocí en una conocida conferencia en Yalta, donde finalmente pude saludar en persona al hombre que en pocos meses se había convertido en leyenda. Volví a verle en septiembre de 2014 junto a Strelkov, cuando discutimos diferentes proyectos de ayuda humnitaria en Donbass (lo que después se convirtió en la fundación Movimiento Novorrusia). Entonces pude hablar con el comandante de la brigada Prizrak.

Lo que me sorprendió de Mozgovoi es que no era un hipócrita: era el mismo en persona que en sus apariciones públicas. Siempre existe la posibilidad de que un”líder popular” no sea sincero, que lleve puesta una máscara que habla de exigir la verdad, mientras que en secreto simplemente desee la fama y riqueza. Como reconocido escéptico, esperaba ciertas divergencias entre su imagen pública y la vida real. Mozgovoi no era así, su motivación eran las ideas. Elegió luchar por sus ideales, aunque podría haber elegido integrarse en un sistema que odiaba y, como el resto, olvidarse de la justicia, la igualdad y otros nobles objetivos. En la vida y en la muerte, Mozgovoi demostró su integridad y su disposición a morir por algo en lo que creía.

Recuerdo sus palabras cuando afirmó: “fui a la guerra sin dejar nada de mí atrás. No puedo lidiar con la famlia, mientras hay una guerra mi brigada es mi familia”. Verdaderamente sacrificó en gran medida su confort personal por una causa común aunque, al contrario que otros, podría haberse enriquecido considerablemente en “esa guerra infame”, vendiendo carbón, por ejemplo. Él tenía un camino diferente y lo siguió hasta el final.


Mozgovoi vivió de forma muy modesta y persiguió sin piedad las actividades criminales a nivel local. Al contrario que Plotitsky y Kosytsyn, que se han visto involucrados en escándalos relacionados con el comercio de carbón. Trataba constantemente de fomentar el activismo de base y, sin posibilidad de extender sus ideas por la república, trató de hacer lo que podía para cambiar, al menos, algo del mundo a su alrededor.

Así es exactamente como se formó su imagen de “Che Guevara” local: habló para el pueblo y trató de acercarse a la gente corriente con sus palabras y con sus actos. De ahí sus dificultades para encajar en la constantemente cambiante escena política de la RPL. Por eso era periódicamente perseguido, ya que nunca consiguió crear a un “Fidel” dispuesto a apoyarle.

Su lucha contra la oligarquía, una causa que izó como una bandera, atrajeron no solo a un buen número de voluntarios de ideología de izquierdas y comunistas, sino también las simpatías de aquellos para los que justicia e igualdad no son palabras vacías. Por eso, además de voluntarios locales, su brigada contaba también con internacionalistas de Rusia y de otras partes del mundo. Lo sorprendente es que hubiera también unidades nacionalistas bajo su comando. Esa gente venía atraída por el carácter de Mozgovoi, defensor de la verdad, una verdad que cada cual entendía a su manera, pero que unía a todos ellos por el bien común. No es una frase vacía: Mozgovoi se distinguió de tal forma que aquellos que se unían a él lo veían como la luz que iluminaba el incierto futuro de Novorrusia. Las reacciones a su muerte son una clara demostración de que la trágica desaparición del comandante que había perdido parte de su ejército y su capacidad de influir en la política ha entristecido a masas de personas de diferentes posiciones ideológicas, como si hubiera muerto alguien cercano a todos ellos.

No hace falta decir que un hombre tan incómodo fue ridiculizado de todas las formas posibles: Mozgovoi fue blanco de la manipulación de varios emigrados ucranianos, fue víctima de los constantes ataques de la prensa de la junta ucraniana, los envíos de ayuda humanitaria y munición dirigidos a él eran bloqueados y se le había prohibido celebrar desfiles y foros internacionales. Hubo incluso un intento de hacer de él el chivo expiatorio por los errores de comando en la operación de Debaltsevo. Al final, Mozgovoi se convirtió, a su manera, en una oveja negra, ya que sus puntos de vista divergían drásticamente de la realidad a su alrededor.

Mozgovoi pudo tomar el mismo camino que Dremov, aceptar la bandera y la completa subordinación a Plotnitsky, pero no pudo traicionar sus ideales. Algunos consideran su postura quijotesca; otros, tozuda y otros, estúpida. En mi opinión, es la gente como él, guiada por una idea que inspira a las masas, la que hace avanzar la historia. Mozgovoi estuvo entre aquellos primeros líderes revolucionarios que encendieron el fuego de Novorrusia con el impulso a su lucha, que arrancaron Donbass de Ucrania y que hasta su último aliento no permitió que se extinguiera ese fuego. Sin líderes como él no habría habido nada: hace no tanto, las Repúblicas Populares y Noorrusia no eran nada más que fantasmas. Con su vida y con su muerte, estos líderes llenaron esas ideas de contenido que, al contrario que las del grupo de Tsarev, simplemente no pueden eliminarse. En esos días, el pueblo siguió a líderes que llevaban consigo la llama de una nueva idea, que se convirtió en una alternativa real a la odiosa ucranización.

Por supuesto, cometió errores, como no luchar por la idea de unificar el comando de Novorrusia o maniobrar alrededor de la muerte de Batman en un momento en que era necesario su habitual sinceridad. Nadie es perfecto y Mozgovoi no es una excepción, pero sus errores no superan lo que consiguió y por lo que luchó, llenando los corazones de la gente con la esperanza de la posibilidad de cambio y la creencia de que una sociedad justa e igualitaria no es una forma de hablar ni un lema de propaganda. Esa era la fe que personificaba Mozgovoi, esa que cambió las vidas de tanta gente que abandonó sus vidas para luchar en el lejano Dobass por defender las ideas que predicaba.

Ahí está ese hombre que, como un cometa, voló delante de nuestros ojos y se quemó en lo oscuro de la atmósfera. Pero en el curso de su breve pero impetuoso camino, consiguió lo suficiente para garantizarse un lugar en la historia. Además de por su lugar como uno de los líderes de la revolución de Novorrusia, Mozgovoi será recordado durante años como símbolo de la lucha por una sociedad justa e igualitaria y por el bien común.

Los cínicos dirán: “¿Y qué? Después de todo, fue asesinado y fue incapaz de hacer realidad sus ideas”. En mi opinión, es suficiente que lo intentara de forma sincera y que sacrificara su vida en el camino. Su breve, pero rica y ajetreada vida tuvo más significado que la vida de aquellos que se pesan los años perdiéndose en la intoxicación consumista o sentados en el sofá viendo otra guerra lejana o viendo, finalmente, cómo la guerra se aproxima.

Su vida, y especialmente su muerte, contribuirán a un mayor enaltecimiento y a la creación de la leyenda. Después de todo, si incluso el fallecido Alexander Bednov, pese a dudas legítimas, es considerado por la opinión pública como uno de los más icónicos héroes de Novorrusia, Mozgovoi está condenado a pasar a la posteridad como un símbolo y un mito.

El ejemplo más cercano en la memoria reciente es Thomas Sankara, que tenía aspiraciones similares y su destino fue similar. Mientras acababan con él, los asesinos esperaban que, como otros africanos que lucharon por la justicia, Sankara desapareciera en el horizonte de la historia como una marea pasajera que estremeció un mundo de explotación y beneficio. Pero el tiempo ha demostrado que ese tipo de personas parten a la inmortalidad convirtiéndose en modelos éticos y morales para próximas generaciones. Representan la voluntad de la humanidad por la justicia e igualdad e inspiran más y más a los nuevos luchadores por la justicia a reemplazar a aquellos que cayeron en la lucha.

Descansa en pez, Alexey Borisovich. No te llegué a conocer bien como persona, pero hasta el final de mis días recordaré, orgulloso, haberte conocido.

Mis más sinceras condolencias a todos los que apreciaban a Alexei Mozgovoi.

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