jueves, 29 de enero de 2015

Dos mundos

Por Sergei Kirichuk.Un usuario de Facebook escribió en su perfil como, al ir a buscar a su primo a la estación de tren, vio claramente dos categorías de pasajeros en el andén: chicos jóvenes vestidos de camuflaje que viajaban hacia el este para, obviamente, participar en la llamada operación antiterrorista por una parte y jóvenes bien vestidos, con sus flamantes abrigos de invierno, con sus esquís y tablas al hombre, camino del oeste para disfrutar de las pistas de los Cárpatos.

El primer grupo se dirige al frente, a morir como héroes, recibir, quizá, unas palabras en la televisión antes de ser olvidados para siempre. El segundo grupo se dedicará a hacer carreras por las empinadas pistas de la estación de esquí de Bukovel, a beber buen vino y a visitar buenos restaurantes y bares de clase alta. Puede que algunos de ellos sean ardientes nacionalistas, puede que donen dinero para la ATO, y puede que en el futuro pongan flores en el monumento a los “héroes”. Pero pasar tiempo en los Cárpatos sigue siendo mucho más agradable que morir o resultar herido en Donbass.

Los fuertes contrastes no acaban ahí. La prensa ucraniana ha informado recientemente que, para salir al extranjero, los hombres en edad de servicio deberían entregar un certificado militar que acredite que no han sido ni serán llamados a filas. Pero viajar al extranjero no es difícil para todos. En el centro de Berlín, la verdadera capital de la Unión Europea, está la calle Kurfürstendamm, con sus tiendas de lujo, equivalente a los Campos Elíseos de París. Ahí, la lengua rusa es común, con inmigrantes de las antiguas repúblicas
de la Unión Soviética y también con turistas de Ucrania y de Rusia. Aquí las disputas territoriales y temas políticos no tienen cabida y tanto rusos como ucranianos adquieren productos de lujo. Pese a significativos descuentos, los precios duelen. Las botas de Prada, por ejemplo, pueden llegar a los 1000€. Pero los turistas de Kiev, Dnepropetrovsk, Moscú o San Petersburgo no están especialmente preocupados por esos precios. Bellas y jóvenes madres, vestidas al estilo de las portadas de revistas de moda, hablan a sus hijos en otros idiomas. Quieren adiestrarles desde la infancia, preparándoles para estudiar en escuelas y universidades europeas. Hace tiempo que muchos oficiales ucranianos, empresarios y ejecutivos se llevaron a sus familias a Berlín, lejos de la inestabilidad y de las malas noticias.

La distancia entre los jóvenes soldados de la zona ATO y los jóvenes en las universidades en Berlín no es mucha, unos cuantos kilómetros, pero muchos no podrán salvar esas distancias en toda su vida. Pertenecen a clases diferentes y les esperan destinos diferentes. A algunos les espera una buena universidad; a otros, las trincheras de Donbass. La Rada ya ha discutido una propuesta según la cual, se puede pagar por evitar el servicio miliar. Solo hace falta legalizar una situación que ya es real.

Mientras tanto, comenzó el Foro Económico Mundial en Davos. Una diputada del Bloque Poroshenko, Svetlana Zalischuk, escribió en su perfil de Facebook: “El vuelo de esta mañana a Zúrich me ha recordado a una sesión en el parlamento, con muchos ministros, periodistas y diputados. Los poderosos aterrizan en Davos, es una oportunidad hacer saber al mundo qué pasa en el Este y qué reformas ya han comenzado”.

Los soldados voluntarios de la operación antiterrorista probablemente aprobarían la misión de Svetlana en Davos. Pero para esos soldados que no han elegido ir al frente, que fueron llamados a filas porque no tenían el dinero suficiente para sobornar al oficial del registro o para ir al extranjero, esas palabras deben de sonar como un cuento lejano: el vuelo de la mañana a Zúrich, el parlamento, Davos, lo que pasa en el Este… Gente bien vestida habló durante el desayuno de Davos en nombre del vasto y empobrecido país en guerra, en nombre de quienes mueren en las trincheras de esa guerra civil.

Mientras el presidente Poroshenko estaba en Davos, un autobús explotó en Donetsk, matando al menos a 8 personas, pero no se realizó ninguna manifestación en su nombre en el centro de Kiev. Cuanto más dure esta masacre sin sentido, más víctimas civiles habrá que contabilizar. Es evidente que son demasiadas. En Kiev, unos pocos se reunieron para recoger firmas para una petición a Poroshenko, Zakharchenko y Plotnitsky, pero fueron dispersados por los “activistas” de Maidan. Parece que pronto no se podrá celebrar una manifestación de la oposición en la capital de Ucrania. En nombre de la democracia y de los valores europeos, los ucranianos han creado un régimen que decide qué manifestaciones son buenas y patrióticas. Alguien en una oficina de las altas esferas decide quién muere en las trincheras y quién va de vacaciones a esquiar; quién va a la zona ATO y quien puede ir a una prestigiosa universidad europea.

Cuanto antes caiga este régimen, más vidas podrán salvarse.

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